XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C

Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo

Primera lectura: (Éxodo 32, 7-11.13-14)

Marco: Esta sección tiene un inestimable valor teológico. Al mismo tiempo que Dios está sellando la alianza con su pueblo por medio de Moisés en la cima del monte, el pueblo apostata.

Reflexiones

1ª)¡La inexplicable e incomprensible apostasía de un pueblo liberado de la esclavitud!

El autor de esta página ha logrado una presentación literaria y dramatizadora de gran valor. Al mismo tiempo se están produciendo dos realidades antagónicas: Dios, movido de misericordia, quiere establecer una alianza con su pueblo para expresarle su compromiso firme y serio de permanecer fiel a ella. Él quiere ser para su pueblo como un soberano que le protege, le garantiza el bienestar; la paz dentro de sus fronteras y la defensa contra sus enemigos del exterior. Una alianza de superior a inferior. Y Dios cumplirá su palabra porque lo ha jurado por sí mismo y por su santidad (es decir, por su honorabilidad). El pueblo, allá abajo, busca su propia solución y se fabrica un ídolo (un becerro) de oro. Es cierto que el becerro era considerado como el escabel de la divinidad invisible. Pero es una expresión de idolatría, es decir, rechazo del Dios invisible que le ha liberado de Egipto con brazo poderoso y mano extendida. El relato deja también al descubierto dos realidades: la fidelidad de Dios y la versatilidad constante del pueblo. La firmeza de Dios en su proyecto y la franca flaqueza y debilidad del hombre. Estos dos elementos van a conducir la historia de la salvación a lo largo de los siglos. Y la historia humana de los hombres de todos los tiempos. Dios sigue hoy fiel a su proyecto (ahora ya realizado plenamente en su Hijo hecho hombre y Salvador). La humanidad sigue siendo versátil y débil ante la magnitud de ese proyecto y sigue fabricando sus ídolos que le den alguna respuesta cuando se ha perdido la mirada vertical al Dios de la bondad que libera, humaniza y promete una felicidad auténtica.

Segunda lectura: (1Timoteo 1,12-17)

Marco: El fragmento es un relato que expresa el agradecimiento de Pablo a la vocación y misión recibidas de Dios. Se trata de un relato, recogido por alguno de sus discípulos, y que el autor lo incluyó en esta carta que escribe en su nombre (Pablo ya había muerto mártir). Este recuerdo de la vocación de Pablo incluye una profesión de fe en Jesús Salvador de los pecadores.

Reflexiones

1ª)¡Desbordante compasión de Dios que olvida el pasado de Pablo y lo llama a la misión!

Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. Dios derrochó su gracia en mí. Para Dios ya no cuenta el pasado. Su proyecto se dirige hacia el futuro. Pablo ha experimentado en su propia persona esta realidad. No puede entretenerse volviendo a su pasado de perseguidor, sino hacia su presente y futuro de embajador y misionero-pregonero de la misericordia de Dios revelada en Cristo Jesús. He aquí una síntesis de esta realidad espléndida con palabras del propio Pablo en una carta que le salió especialmente del corazón, escrita desde la cárcel y dirigida a una de sus comunidades preferidas: Olvidando lo que he dejado atrás, me lanzo de lleno a la consecución de lo que está por delante y corro hacia la meta, hacia el premio al que Dios me llama desde lo alto por medio de Cristo Jesús (Flp 3,7.12-14). Pablo se ha convertido en un punto de referencia y en un modelo a imitar para alcanzar la experiencia y el conocimiento de Cristo: Se compadeció de mí: para que en mí el primero, mostrara Cristo toda su paciencia y pudiera ser modelo de todos los que crean en él. Y este otro testimonio: Imitad mi ejemplo, hermanos, y fijaos en quienes me han tomado como norma de conducta( Flp 3,17-18; 4,1). Pablo es una mediación fiable, creíble e imitable. En él pueden mirarse como en un espejo limpio los discípulos de Jesús en medio del mundo de hoy en el que se encuentran.

Evangelio: (Lucas 15,1-32)

Marco: El capítulo 15 de Lucas, es quizá uno de los más bellos exponentes del modo de actuar de Dios con los pecadores: respeta, perdona, acoge, los invita a una fiesta y los integra para siempre en su familia. Contiene tres parábolas muy ricas, narrativa y teológicamente hablando. El clima lo marca el primer versículo: Se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo (a los fariseos* y letrados) estas parábolas, aunque reflejan la misericordia y compasión de Dios, su moraleja* principal es la defensa del Evangelio de la misericordia.
Reflexiones

1ª) ¡Jesús, Lugarteniente de Dios, revela el verdadero rostro del hombre y el sentido de su misión!

Los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos... Sabemos bien lo que significa, en tiempos de Jesús, el término publicano* y, evidentemente, el término pecador. Detrás de estas afirmaciones hay toda una historia de la salvación que arranca, según la comprensión bíblica, de un proyecto original de Dios que se truncó (Gn 3). El hombre se ha enfrentado a Dios. Jesús vino a llamar a todos para restaurar aquel proyecto (pero resulta escandaloso para los piadosos el modo de realizarlo). El hombre aparece en la lectura proclamada hoy como lo perdido, lo que se aleja de la casa paterna porque no ha descubierto el rostro de Dios como Padre compasivo que ofrece su amor y su amistad gratuitamente y que está siempre dispuesto a tender una mano salvadora. Tampoco los piadosos cumplidores (fariseos) han descubierto el verdadero rostro del Dios que actúa gratuitamente y movido por su amorosa compasión. Todos coinciden en la misma realidad: no conocen realmente a Dios como Padre que quiere la felicidad de todos. Y Jesús ha recibido la misión de revelar a todos esta realidad porque todos la necesitan y así todos quedan al descubierto ante Dios y todos necesitan de su intervención gratuita para reencontrar el verdadero sentido de sus vidas (cf. Rm 3,9-26; 2,11). También hoy es necesario proclamar este evangelio que alcanza al corazón de todos los hombres, o mejor, que puede y debe alcanzarlo. Esta visión ofrece un camino abierto de esperanza para todos, a pesar de las situaciones incomprensibles, contradictorias y paradójicas. Los discípulos de Jesús han de contempla el mundo con una visión realista y abierta a quienes pueden dar respuestas creíbles: Jesús y su Evangelio.

2ª) ¡Jesús, Lugarteniente de Dios, revela el verdadero rostro del Padre compasivo!

Acoge a los pecadores y come con ellos. Comer alrededor de una misma mesa, en un mismo banquete, es proclamar y realizar una comunión íntima entre todos los comensales. Jesús, comiendo con los pecadores, manifiesta que comparte su vida en plenitud y sinceramente, aunque menos en el pecado (carta a los Hebreos). El pecado no era constitutivo del hombre que quiso el Creador, de ahí que el pecado, aunque cometido por seres humanos, no es propiamente humano. Destruye el ser genuinamente humano de personas libres destinadas a la felicidad (Jn 8,34ss). Jesús no cometió pecado, porque venía a mostrar el verdadero ser humano en su autenticidad (además de otras razones teológicas: posee la naturaleza humano-divina y una única Persona divina impecable). Jesús revela el rostro misericordioso de Dios y comparte con todos sin avergonzarse de llamarlos hermanos y amigos. Por ello se le tachó como amigo de publicanos y pecadores. El relato de las tres parábolas revela este aspecto del quehacer de Jesús, de su misión como Portavoz y Proclamador de un Reino para todos. Pero no olvidemos que la segunda parte, es decir, el encuentro del padre con el hijo mayor es la más importante en el plano de la parábola. La misericordia de Dios la revelaba Jesús cuando trataba con ellos como uno de tantos, comiendo con ellos, acogiéndolos con la misma misericordia del Padre. Lo importante es la experiencia del amor de Dios que nos acoge y nos invita a la fiesta. Pero hay uno que no quiere entrar en ella (el hermano mayor). Es una tentación de los discípulos de Jesús el parecerse al hermano mayor: era cumplidor (que es bueno), pero no entendía a su Padre en su proceder, ciertamente desconcertante, pero el único con fuerza humanizadora. Hoy como ayer esta tentación subsiste entre los creyentes. ¡Dios es así! Proclamaba una y otra vez Jesús. ¿Nos atreveríamos a “murmurar” contra Él? Dios tiene un plan salvador para todos y lo realiza con toda seriedad a través de Jesús, y Él no se desdice de sus decisiones. Vigilancia y confianza a la vez debe suscitar esta forma del actuar de Dios. Los hombres de nuestro tiempo necesitan testigos convincentes de este Evangelio.

3ª) ¡El contenido del Reino es una fiesta plena y sin fin en la comunión de todos con el Padre, pero rechazada por el hermano mayor!

La figura del padre y la del hermano mayor representan dos actitudes situadas en polos opuestos. El padre: alegría desbordante, fiesta, porque ha recuperado a su hijo (todo lo demás es secundario). ¡Su hijo ha vuelto! Y al padre le basta. El hermano mayor entiende a su padre como un propietario que paga un jornal: nunca me has dado... No ha entendido que todo lo que hay en la casa es suyo. Pero lo importante no es lo que hay en la casa, sino el que habita y llena la casa, el padre. No ha entendido al padre nunca. Cumple, pero no descubre que Dios no quiere ser servido sino amado. El relato, con singular pericia, deja un interrogante sin contestar, por cierto un dramático interrogante: ¿Entró finalmente el hermano mayor a la fiesta? El relato parabólico no lo expresa. En la realidad, todo este relato revela el enfrentamiento entre Jesús y los fariseos que siempre han servido a Dios y se atreven a murmurar contra el modo de actuar de Jesús. La murmuración, en el lenguaje bíblico, alcanza niveles muy amplios: además de protestar, es rechazar ese comportamiento por inaceptable. ¡No es razonable lo que hace el padre con el hijo menor; no es razonable lo que hace el Padre a través de Jesús en favor de los publicanos, pecadores y desfavorecidos!. En realidad, en estos relatos, Jesús no intenta directamente revelar y manifestar la misericordia de Dios (eso lo hace siempre a través de sus gestos y actuaciones permanentes), sino defender el Evangelio de la misericordia contra los murmuradores que no comprenden el Evangelio de la gratuidad universal. Hoy se sigue proclamando este Evangelio y se sigue alertando a los “hijos mayores” para que no caigan en la tentación de protestar contra Dios cuando no entienden el modo de proceder con los hombres. Dios sigue siendo un Padre misericordioso que regala gratuitamente la fiesta y quiere que se participe en ella mediante una decisión libre, agradecida y amorosa.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)