III Domingo de Adviento, ciclo A

Él mismo viene a salvarnos

Marco: La sección 34,1-35,10 tiene como tema central el juicio de las naciones y la liberación y vuelta de Israel. Estos dos capítulos se distinguen claramente del resto del libro por su estilo y por su mensaje. Son posteriores cronológicamente al conjunto de Is 1-39. Con un lenguaje apocalíptico se describe el día terrible del juicio divino. El capítulo 35 describe un Israel liberado en un festivo retorno a su tierra.

Reflexiones

1ª) ¡La alegría, un don de Dios que invade hasta la naturaleza!

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso. Al terrible destino, que cae sobre los pueblos paganos y sobre Edom en particular, contrasta la visión, llena de escenas gozosas con que se describen la felicidad y la bendición de Dios, que sobrevienen a Sión y a sus habitantes. El canto, comienza con la invitación a la alegría más intensa, volviendo la mirada al desierto y a la estepa, porque pronto se verán pletóricos de una vegetación magnífica. El verbo con el que se expresa la alegría, no aparece en ninguna otra parte de los capítulos 1-35, mientras que se encuentra siete veces en la última parte del libro (61,10; 62,5; 64,4; 65,18s; 66,10.14). ¡La alegría es un don de Dios! Se trata de la alegría así llamada escatológica, que invade profundamente al hombre en cualquier circunstancia. La alegría está vinculada estrechamente a la las bienaventuranzas y a la realización del proyecto de Dios. Hoy son más necesarios que nunca testigos de esta alegría que sólo la fe en Jesús y su seguimiento pueden dar. Porque es distinta de toda otra forma de alegría. El mundo moderno necesita creyentes que sepan vivir, transmitir y contagiar el fruto del Espíritu Santo que es la verdadera alegría.

2ª) ¡La trasformación de la naturaleza debe alcanzar también a las personas!

Ellos verán la gloria del Señor... Fortaleced las manos débiles... decir a los cobardes de corazón: sed fuertes no temáis. Se insiste sobre la inminencia de una metamorfosis. El profeta indica la razón y la causa de la alegría: Dentro de muy poco tiempo, el Líbano se convertirá en vergel y el vergel se convertirá en bosque (Is 29,17). Líbano, Carmelo y Sarón han sido entendidas como las regiones más privilegiadas de la Palestina antigua. El desierto y la estepa son espectadores, como ya lo fue el Sinaí: Mientras Aarón les estaba hablando, todos los israelitas miraron hacia el desierto y vieron que la gloria del Señor aparecía en la nube (Ex 16,10). La gloria del Señor se había posado sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió durante seis días... La gloria del Señor aparecía a la vista de los israelitas como un fuego devorador sobre la cima del monte (24,16ss), de una manifestación sensible de la omnipotencia divina. ¿Quiénes son los que contemplarán la gloria del Señor? en primer, el Líbano, el Carmelo y el Sarón; en segundo lugar, los hombres que vuelven del exilio; en tercer lugar, el propio desierto y la estepa. De este modo el texto quiere subrayar un contraste hondamente pedagógico: precisamente el desierto incapaz de tal vegetación se asombra porque se debe a la intervención del poder providente de Dios. Acaecida la transformación en la naturaleza, el pensamiento se vuelve ahora al pueblo, igualmente necesitado de una metamorfosis que sólo puede conseguir con la gracia de Dios.

3ª) !La salvación alcanza a todo el hombre!

Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán... Y volverán los rescatados del Señor. Volverán al Señor con cánticos. Los efectos de la intervención divina son descritos con la imagen de personas disminuidas físicamente, que recuperan súbitamente la plenitud de salud. Volverán los rescatados del Señor, que reemprenderán de nuevo en Sión una existencia de alegría y de felicidad. En toda esta perspectiva de futuro la coincidencia de este fragmento con los capítulos 40-66 es significativa. Por lo que la interpretación de este fragmento debe tener en cuenta esos capítulos que se sitúan en la inminencia de la liberación de exilio, dos siglos después de la existencia histórica del profeta Isaías. Esta relación favorece la interpretación de este fragmento para darle su verdadero relieve teológico y soteriológico como una llamada intensa a la esperanza en un futuro mejor que Dios promete a su pueblo y lo realizará. De este modo, el fragmento encaja con toda propiedad en medio del adviento, tiempo de esperanza. El sentido expreso de las dos metáforas aparece de nuevo de una manera más explícita. Se trata de personas carentes de toda esperanza. A esas personas descorazonadas se les anuncia de parte de Dios la salvación. Es innegable la alusión a la vuelta del exilio que se la imagina como una peregrinación de personas desbordantes de alegría. En la nueva Jerusalén se prohíbe todo signo y gesto de dolor.

Segunda lectura: (Santiago 5,7-10)

Marco: La Carta de Santiago es una hermosa catequesis y un comentario del Sermón de la montaña guiado por una preocupación fundamenta: las enseñanzas del Sermón han de llevarse a la vida concreta y cotidiana de cada creyente. El fragmento forma parte de una parenesis sobre la vigilancia en el hoy de Dios. El texto es suficientemente claro en sí mismo. Participa de la espera intensa de la Segunda Venida del Señor tan presente en la Iglesia primitiva. En el momento en que se escribe esta carta, al igual que las de Pedro y Judas, los creyentes se planteaban algunos interro-gantes graves y que afectaban a su propio ser cristiano: ¿Qué pasa con la Parusía? ¿no estaremos sufriendo un grave engaño?¿cuando volverá el Señor? ¿es cierto que volverá realmente? ¿tiene sentido nuestra esperanza en medio de tantas dificultades y persecuciones incluso sangrientas? Santiago como Pedro y Judas tratan de responder a estos urgentes interrogantes. Y sigue siendo el grito y la esperanza de la Iglesia de todos los tiempos.

Reflexiones

1ª) ¡Son necesarios el aguante, la paciencia y la longanimidad para llegar a la meta del encuentro con el Señor glorioso!

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. La Parusía del Señor se retrasa y en consecuencia las dudas surgían en el corazón de los creyentes. Es necesario mantener el temple y el aguante en una paciencia a toda prueba. Así lo pensaron los evangelistas, especialmente Lucas. El Señor volverá con toda seguridad, pero más tarde. Mientras tanto es necesaria la constancia, el aguante y la longanimidad. Es el tiempo de la lucha y de la tenacidad pero movidos por una gran esperanza. La vida del creyente en medio del mundo está marcada por el destino martirial violento o no violento. Lo había anunciado ya el Maestro: Os he dicho esto, para que podáis encontrar la paz en vuestra unión conmigo. En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir, pero tened ánimo, yo he vencido al mundo (Jn 16,33). El destino martirial y glorioso de Jesús es el mismo destino de la Iglesia en medio del mundo. Santiago que, en general, es un hombre que desciende a lo concreto, a la realidad, deduce las consecuencias prácticas de la auténtica espera en la segunda venida del Señor: es necesario ejercitar la paciencia entendida como aguante y tenacidad, como compromiso. La certeza de la vuelta próxima del Señor exige del creyente la firmeza. La paciencia y la firmeza son imprescindibles. En otros lugares de su carta traduce muy concretamente las exigencias de la esperanza cristiana: incluso debe impulsar la anulación de las desigualdades económicas y de trato entre los que caminan hacia la misma esperanza.

2ª) ¡El Señor, presente, volverá con toda seguridad. Una meta común exige un camino compartido y solidario!

Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser condenados. Tomad como ejemplo de sufrimiento y paciencia a los profetas. El problema del retraso de la Parusía fue grave e inquietante en la Iglesia primitiva. En un primer momento pensaron, y Pablo también, que el Señor volvería pronto, durante la primera generación de cristianos. En esta tensión vivieron y murieron los primeros mártires (Esteban, Santiago el Mayor, etc.). Pero no fue así. Las preguntas surgían angustiosas: ¿qué ocurre con la vuelta del Señor? ¿somos víctimas de un engaño, de un sueño? No fue un problema periférico porque les afectaba en su misma experiencia de creyentes. Hoy, como ayer, muchos creyentes se plantean los mismos interrogantes o semejantes: ¿por qué no actúa Dios más enérgicamente en la historia? ¿por qué no vemos señales inequívocas de la presencia de un Salvador-Libertador entre los hombres? ¿cómo se explican las catástrofes naturales? ¿y las constantes injusticias en todas partes? La respuesta ha de partir de la aceptación franca de los hechos y el recurso a la Escritura. Porque sabemos que el cielo y la tierra pasarán pero las palabras de Jesús no pasarán (Lc 21,33). No lo tiene nada fácil el creyente en este momento de la historia que le ha tocado vivir. Por eso necesita realizar el camino de la esperanza con los otros, en comunión permanente.

Evangelio: (Mateo 11,2-11).

Marco: Juan el Bautista está en la cárcel. Su misión fue la de anunciar la próxima aparición del Mesías en el mundo y en la historia de los hombres. Pero ahora se interroga seriamente en el silencio de la cárcel: ¿Es realmente Jesús, del que oigo tantas maravillas, el verdadero Mesías? ¿el modo de comportarse encaja realmente con la imagen del Mesías? Y otras muchas preguntas que debieron asaltar su espíritu estando recluido en la cárcel. Y decide enviar mensajeros a interrogar directamente a Jesús.

Reflexiones

1ª) ¡Juan desea tener una información más completa sobre Jesús!

Juan que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? A Juan, en la cárcel, han llegado informaciones de las actuaciones y palabras de Jesús. También le han informado de cómo Jesús es realmente una bandera discutida, un signo de contradicción. Ciertamente Jesús ha suscitado las más opuestas reacciones. El pueblo tiene su imagen del Mesías ya bien formada. Jesús se presenta anunciando el reinado de Dios como inminente, signo de la era mesiánica. Pero, por otra parte, su actividad no lleva el marchamo de la rebelión contra nadie para conseguir la total liberación. La actitud de Jesús desconcierta a todos. Tampoco se produce el terrible juicio que el propio Juan había anunciado. ¿Quién es Jesús y cuál es su misión? Y Juan quiere tener una información adecuada. La pregunta de Juan sigue planteada por muchos creyentes y discípulos suyos en este mundo nuestro. Jesús sigue siendo objeto de búsqueda incansable. En el fondo sigue inquietando al mundo moderno. Sigue desconcertando al hombre de hoy. Los creyentes somos llamados a ofrecer la imagen adecuada de Jesús. Esta es nuestra tarea, nuestra misión en lo cotidiano de cada uno. Porque el hombre necesita del encuentro con Jesús, porque sólo él es el verdadero Mesías que responde a las necesidades más profundas de los hombres.

2ª) ¡Jesús satisface el deseo de Juan, su Precursor y su testigo encarcelado!

Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia". Lucas añade algo importante: En aquel momento, Jesús curó a muchos de sus enfermedades, dolencias y malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos. después les respondió: Id y contad a Juan... (Lc 7,21-22). El conjunto pende de la frase: los pobres son ya evangelizados. Este texto es una combinación -libre- de citas tomadas de Is 35,5s y 29,18s (descripciones del tiempo de la salvación) con Is 61,1s (buenas noticias para los pobres). Las imágenes que utilizan son todas ellas expresiones antiquísimas en Oriente para designar el tiempo de la redención, en el que no habrá ya sufrimiento, ni lamentos, ni dolor. Por consiguiendo, en Lc 7,22 y Mt 11,5 tenemos a la vista un jubiloso clamor escatológico de Jesús. Para sintonizar mejor nuestro oído con su contenido, escuchemos esta lista que se encuentra entre los rabinos del tiempo de Jesús y fijémonos en el contraste: cuatro pueden compararse con un muerto: el paralítico, el ciego, el leproso y el que no tiene hijos. A la situación de tales personas, y según el pensamiento de aquella época, no se le puede llamar ya vida. Están, prácticamente, muertos. Pero ahora se presta ayuda a los que, sin perspectiva alguna, estaban desesperados. Ahora, los que se parecían a los muertos, son suscitados a la vida. Fluye el agua de la vida, se ha terminado el tiempo de maldición. La consumación el mundo está comenzando ya ahora. Estrechamente asociado con este clamor de júbilo está Lc 4, 16-21: el discurso-programa de Nazaret que se abre con una cita expresa de Is 61,1s. Toda la predicación se compendia en esta frase: ¡Hoy se ha cumplido esta palabra!

3ª) ¡Dichosos los que no se escandalizan de Jesús!

Dichoso el que no se sienta defraudado por mí. Los signos ofrecidos por Juan responden al proyecto más genuino de Dios para la época mesiánica como lo atestiguan los profetas. Pero la historia se había encargado de deformar aquella imagen auténtica. La esperanza en el salvador se había deslizado hacia otros intereses. Jesús quiere llevar a Juan la verdad. Pero es desconcertante. Juan podía haberse visto defraudado. Jesús le advierte que este es el camino y la verdad. Y le proclama feliz si es capaz de superar el escándalo, el tropiezo, la decepción. Jesús le conduce hacia el campo de las bienaventuranzas entendidas como congratulaciones de Jesús a pesar de las resistencias y las dificultades. Hoy sigue Jesús proclamado esta congratulación para sus discípulos, para los creyentes que viven en este mundo nuestro tan poco dispuesto a seguir a un maestro que parece no llenar las aspiraciones de los hombres. Con frecuencia decimos y nos decimos que hay que estar en la realidad; que el Evangelio parece no acabar de responder. Y, sin embargo, Jesús nos invita a entrar en la verdadera realidad: Él mismo y su mensaje. El ofrece realmente la respuesta más acabada que necesita el hombre. Pero es necesario proclamarlo con la vida y las palabras. Y esta es nuestra tarea.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)