Mensaje sobre el nacimiento de Jesús en Belén, entre nosotros

Escrito por: S.E. Don Felipe Padilla Cardona

Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de César Augusto, para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado Este fue el primer censo que se levantó cuando Cirenio era gobernador de Siria. Y todos se dirigían a inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. También José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para inscribirse junto con María, desposada con él, la cual estaba encinta.

Sucedió que mientras estaban ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito; le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. En la misma región había pastores que estaban en el campo, cuidando sus rebaños durante las vigilias de la noche. Un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Y esto os servirá de señal: hallaréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
De repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace.

Con las palabras del poeta Prudencio acerquémonos a Jesús-Niño que nace por nosotros, porque ninguna barrera, ni aún física, podrá impedir la explosión de la venida a la tierra de la verdad de Dios, de Jesús entre nosotros. Encontrémonos con él, llenos de alegría y adoración, porque trae bendiciones y beneficios maravillosos para cada uno de nosotros.

Ante el nacimiento de Jesús, contemplamos desde este acontecimiento, el origen de todas las más grandes fiestas de nuestra Iglesia: La Epifanía, La Pascua, La Ascensión y Pentecostés2.

¿Qué nos dice la Palabra de Dios ante este grandioso acontecimiento?: nace durante un censo histórico, donde Jesús le da su lugar a la autoridad civil, y así con su presencia en el mundo trae, construye una paz eterna3; Jesús de Nazaret nace en Belén, la ciudad de David. Belén significa “La Casa del Pan”4; Belén se convierte en el nuevo Edén, porque el paraíso ahora, con el Nacimiento de Jesús, se abre para todos5; Jesús nace en un pesebre. Lugar donde los animales se alimentan; ahora nace en el pesebre quién así mismo se ha llamado, el verdadero Pan del Cielo para nosotros6; el verdadero alimento que el hombre necesita para ser persona humana. Es el alimento que nos da la vida verdadera, la vida eterna. El pesebre se convierte de este modo en una referencia clara a la Mesa de Dios, a la Eucaristía, a la que estamos invitados siempre para recibir a Cristo mismo en la Celebración Eucarística.

Jesús es pues el Dios-Hombre, primogénito de María, primogénito de toda la humanidad, primogénito de la gracia y de la nueva vida7; el establo donde nace está lleno de estiércol, lo cual nos habla maravillosamente de su humildad al nacer8; el Señor de la creación no tuvo un lugar donde nacer, sino en un pesebre, en medio de bestias de carga9; no tuvo lugar en la posada a lo largo del camino, porque Jesús con su Encarnación se convierte en nuestro camino seguro, hacia la Casa del Padre10.

Los ángeles, como han catequizado a María y a José, para el más grande acontecimiento de la historia, ahora catequizan a los pastores11, pues ellos también tienen necesidad de la presencia de Cristo. El ángel, cuando anuncia que hoy ha nacido un Salvador, señala el alba de un nuevo día que disipará las tinieblas de nuestros pecados, por la presencia y el ministerio de Jesús. La Virgen María envuelve al Niño Jesús con pañales, que indican que toma sobre sí nuestros pecados; pañales que anuncian el sudario que envolverá su cuerpo muerto en la sepultura. Sudario que dejará al resucitar. Aquí vemos claramente unido el nacimiento, la muerte y resurrección de Jesús12, en este grande acontecimiento que estamos celebrando.

La gloria que envolvió a los pastores nos habla maravillosamente de los frutos perennes de paz y buena voluntad que nos trae el nacimiento de Jesús13. Frutos que son la manifestación de Dios y de los ángeles con toda su gloria en el cielo y en la tierra, como la realización de la paz y buena voluntad entre Dios y la humanidad, entre los ángeles y los hombres14. Jesús es el Hombre-Dios de la paz; en su nacimiento, muerte y resurrección, el cielo y la tierra están unidos en la paz15.

María que con gran cariño y amor conservó todo lo que vio, oyó e iluminó maravillosamente lo que se decía de su Hijo en el A.T. y que ahora lo está comprendiendo en plenitud, nos motive desde lo más profundo de nuestro corazón, como los pastores lo hicieron, a recibirlo llenos de alegría y nos comprometamos a anunciarlo con nuestras vidas; pues nuestra vocación es testimoniar la presencia maravillosa de Jesús entre nosotros; es vivir en paz y construirla en la familia, en la comunidad, en la sociedad, sintiéndonos orgullosos de ser parte importante y viva de nuestra Iglesia, que busca por medio de cada uno de nosotros predicar, vivir la verdad en la justicia, de tal manera, que brote naturalmente de nuestro corazón lo más grande que hay en nosotros: el amor a nuestros hermanos y a Dios.

† Felipe Padilla Cardona.

N O T A S :
1.- Libro de las Horas del día 7,51-55.
2.- San Juan Crisóstomo, sobre la incomprensibilidad de Dios, PG 48,752-753.
3.- San Beda Homilías sobre el Evangelio 1, 6.
4.- San Beda, explicación del Evangelio de Lucas I, 2, 6-7.
5.- Ikos de la Natividad del Señor.
6.- San Cirilo de Alejandría, comentario a Lucas, Homilía 1.
7.- San Beda, Homilías sobre el Evangelio 1, 6.
8.- San Ambrosio, exposición del Evangelio según Lucas 2, 41-42.
9.- San Jerónimo, homilías sobre el salmo 131, 6.
10.- San Beda, explicación del Evangelio de Lucas I, 2,7.
11.- San Ambrosio, Explicación del Evangelio según Lucas 2, 51.
12.- San Gregorio Nacianceno, oraciones 29, 19.
13.- San Cirilo de Alejandría, comentario a Lucas, Homilía 2.
14.- San Gregorio Magno, las 40 homilías sobre los Evangelios, I, VIII, 2.
15.- San Efrén Sirio, comentario al Diatessaron 2, 14-15.