San Dositeo

Date: 
Martes, Febrero 23, 2021

DOSITEO se había educado en el paganismo y desconocía totalmnte la doctrina cristiana; pero habiendo oído hablar mucho de Jerusalén, decidió visitar esa ciudad. Recorrió los Santos Lugares y, en Getsemaní, le impresionó profundamente una pintura que representaba las torturas de los condenados en el infierno. Como no entendía lo que eso significaba, una anciana se lo explicó y le habló del juicio final, del infierno y del cielo. Muy conmovido, Dositeo le preguntó qué debía hacer para evitar tan terrible castigo y la anciana le recomendó la oración y el ayuno. Dositeo siguió su consejo; pero sus amigos se burlaron de él y le dijeron que más valía que se hiciese monje. Dositeo se dirigió, pues, al monasterio de Gaza y pidió al abad Seridos que le admitiese. El abad se resistió al principio, pues Dositeo era muy joven; pero al fin se dejó convencer por el entusiasmo de éste y, con la aprobación de San Barsanufio, le confió a la dirección de uno de sus monjes, llamado Doroteo. Este experimentado asceta, que sabía lo difícil que era pasar de un extremo al otro, no abusó de las fuerzas de Dositeo, sino que al principio le dejó que se guiara por sí mismo en materia de penitencia, enseñándole únicamente a refrenar su lengua y a adquirir el propio dominio. Para ello, le hizo comprender la necesidad de renunciar totalmente a la voluntad propia, en las cosas grandes y en las pequeñas. Más tarde, comenzó a reducirle diariamente la ración de pan, según las fuerzas de Dositeo, hasta que de las seis libras diarias originales sólo quedaron ocho onzas.

Algún tiempo después, se confió a Dositeo el cuidado de los enfermos. El santo desempeñó ese oficio en forma muy satisfactoria; era tan amable y alegre que se hacía querer por todos los enfermos. Algunas veces, cuando éstos se mostraban poco razonables, Dositeo perdía la paciencia y les reprendía ásperamente; pero después, Dositeo, lleno de remordimiento, se tendía en el suelo de su celda a llorar amargamente, hasta que Doroteo venía a consolarle y asegurarle que Dios le había perdonado. Al cabo de algún tiempo, Dositeo parece haber enfermado de tisis, pues sufría de constantes hemorragias pulmonares; sin embargo, hasta el último día de su vida, siguió negando su pffípia voluntad. Como ya no podía hacer más que orar, pedía constantemente consejos a su maestro y le seguía al pie de la letra. Si Doroteo le decía: "Insiste en la oración, no dejes de pedir", Dositeo replicaba: "Está bien, maestro; rogad por mí." Cuando se sintió ya muy débil, dijo a Doroteo: "Perdonadme, maestro, pero ya no tengo fuerzas para orar". Doroteo le respondió: "Deja de esforzarte, hijo mío, pero permanece unido a Dios, que está siempre a tu lado". Dositeo pidió a su maestro que rogase a Dios que le enviara pronto la muerte y éste le respondió: "Parte en paz,hijo mío,preséntate lleno de gozo a la Santísima Trinidad y pide por nosotros."

Algunos de los monjes murmuraron de Doroteo, porque había prometido el cielo a Dositeo y se había encomendado a la intercesión de un hombre que no había hecho grandes ayunos ni obrado ningún milagro. A esto replicó Doroteo: "Es cierto que Dositeo no ayunaba, pero había renunciado totalmente a su propia voluntad". Poco después de la muerte de Dositeo, llegó al monasterio un anciano de gran santidad, que deseaba ardientemente que Dios le mostrase los antiguos monjes del monasterio que se hallaban en el cielo. Su deseo fue escuchado y tuvo una visión de un coro de ancianos, entre los cuales había un monje muy joven. El siervo de Dios relató su visión a los monjes y les preguntó quién era el joven, al que describió tan exactamente, que nadie pudo dudar que se trataba de Dositeo. Se considera a nuestro santo como un prede- cesor de San Juan Berchmans y San Estanislao de Kostka.

Butler Alban - Vida de los Santos