San José de Arimatea

Date: 
Miércoles, Marzo 17, 2021

Para distinguirlo de otros muchos homónimos contemporáneos, se le apellidó con el nombre de su ciudad de origen, que no ha de identificarse con Ramlah, sino con Rentis, la antigua ha-Rámátáyim, patria de Samuel (1 Sam 1,1), 14 Km. al nordeste de Lydda.

Era hombre rico (Mt 27,57), miembro distinguido del sanedrín (Me 15,43; Le 23,50; v.), que había tenido el valor de no dar su consentimiento al acuerdo y a la actuáción de los sanedritas contra Jesús (Le 23,51). Bueno y justo, esperaba también el Reino de Dios (Me 15,43; Le 23,51), aunque no se había atrevido a declararse públicamente discípulo de Jesús por miedo a los judíos (lo 19,38).

Con estos antecedentes, fue el suyo un gesto de valentía y de audacia, al presentarse a Pilato (v.) para pedirle el Cuerpo de Jesús al poco tiempo de haberlo visto morir sobre el patíbulo de la cruz (Me 15,43; Mt 27,57-58; Le 23,52). El gobernador se extrañó de que Jesús hubiera muerto ya, pues los crucificados solían prolongar dos o más días su agonía sobre la cruz, quedando sus cuerpos a merced de las aves y de las fieras. Tampoco parece enterado de la gestión de los judíos para que a los ajusticiados les fueran quebradas las piernas a fin de rematarlos y poderlos retirar (lo 19,31-34), para que no contaminaran la tierra santa (Dt 21,23), y no fuera además profanada con semejante espectáculo la santidad del sábado. Pilato, cerciorado de que Jesús había muerto efectivamente por el centurión, que había mandado sin duda el piquete de soldados encargado de rematar con el crurifragium a los ajusticiados y presenciado o realizado él mismo la prueba de la lanzada (lo 19,34), accedió a la petición que se le hacía y «dio el cadáver a José» (Me 15,44-45).

Provisto de una sábana, comprada tal vez aquel mismo día, no obstante ser la fiesta de los Ácimos en la que estaba prohibida la compraventa (Me 15,46), procedió junto con Nicodemo (lo 19,39; v.) a descolgar el cadáver, envolviéndolo en la sábana limpia (Mt 27,59) y atándolo «con lienzos empapados en perfumes, como es costumbre de sepultar entre los judíos» (lo 19,40). Luego «lo colocó en el sepulcro nuevo que se había tallado en la roca; hizo después rodar una gran piedra hacia la entrada del sepulcro, y se fue» (Mt 27,60; Me 15,46). S. Juan puntualiza que en el sitio donde Jesús fue crucificado había un huerto o jardín, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que no se había puesto a nadie todavía, y que en atención a la Parasceve de los judíos, o sea, a la preparación de la Pascua, pusieron allí a Jesús «porque estaba cerca el sepulcro» (lo 19,41-42). De esta suerte, eJ panteón familiar sin estrenar, que pudiera aparecer mancillado por la proximidad del Calvario, se convirtió en el sepulcro glorioso, escenario de la Resurrección de Cristo. Los restos de la roca en la que J. de Arimatea hiciera excavar su tumba, recuerdan bajo la cúpula de la basílica del Santo Sepulcro la generosidad y el valor con que el noble sanedrita supo reparar su primea cobardía, dejando asociado su nombre al último episodio de la Pasión del Señor.

El recuerdo de J. de Arimatea va vinculado a una de las reliquias más veneradas de la Pasión: la Santa Sábana de Turín. La Iglesia romana celebra su fiesta el 17 de marzo y la griega el 31 de julio. Una leyenda tardía lo supone enviado por S. Felipe desde las Galias a Inglaterra con 11 discípulos el a. 63 d. C., obteniendo del rey inglés una isleta en Somersetshire (más tarde el sitio de Glastonbury). «Probablemente algún otro José, que fundó Glastonbury, ha sido confundido con José de Arimatea» (H. Cowan). Su nombre no figura en el Martirologio romano hasta después de 1585. En un escrito muy en boga durante la Edad Media: Declaración de José de Arimatea, se le hace decir que estaba encadenado y oprimido por los judíos por haber pedido el cuerpo del Señor Jesús para sepultarlo (I,1; II,1). La iconografía destaca su figura en la escena del desenclave, del descendimiento, de la deposición y de la sepultura del Señor.

V. t.: ARIMATEA.

BIBL,: DB 111,2,1674-1675; HEIDET, Arimathie, en DB (Suppl.) 1,613-619; H. COWAN, Dictionary of the Bible, dir. HASTINGS, II, 777-778; P. SAvio, Richerche Storiche sulla Santa Sindone, Turín 1957; A. DE SANTOS OTERO, Evangelios apócrifos, Madrid 1956, 533-544; G. D. GORDINI - M. C. CELLETTI, Giuseppe d'Arimatea, en Bibl. Sanct., 6,1292-1299.
**AU
J. PRADO GONZÁLEZ.

**BIO
JOSÉ BENITO COTTOLENGO, SAN

Primogénito de una familia numerosa. N. en Bra, Piamonte, el 3 mayo 1786.- En 1805 entra en el seminario de Asti. Ordenado sacerdote en Turín el 8 jun. 1811, ejerció el sagrado ministerio durante algún tiempo en su ciudad natal, yendo después de vicepárroco a Corneliano d'Alba. Deseoso de completar su formación, volvió a Turín, donde en 1816 consiguió la licenciatura en Teología. Después de una breve estancia en Bra, retornó a Turín, a finales de 1818, al ser nombrado canónigo en la iglesia del Corpus Domini, donde desarrolló durante nueve años su actividad pastoral, sobre todo en favor de los pobres de la parroquia, que le llamaban «el canónigo bueno».

En 1827 el episodio piadoso de una pobre mujer de Lyon, cierta Juana M. Gonnet, abandonada por todos y asistida por él en su muerte, le descubrió su verdadera vocación; la infeliz, llegada a Turín enferma, había sido rechazada en el hospital de la ciudad porque estaba en estado de gravidez y del hospicio de maternidad porque era tuberculosa. Inspirado por la Virgen, concibió entonces la idea de abrir un refugio para los pobres y enfermos de todas clases, de cualquier religión o raza, rechazados por todos; dos aposentos con unas pocas camas en una casa llamada «de la bóveda roja», frente a su iglesia del Corpus Domini, significaron, a principios de 1828, el arranque de lo que un día habría de ser «la ciudadela del milagro». Lo angustioso del lugar, dado el continuo afluir de enfermos, le obligó bien pronto a trasladar su institución a una casita alquilada en el popular barrio turinés de Valdocco, donde el 27 abr. 1832 se inauguró la Pequeña Casa de la Divina Providencia, puesta por su fundador bajo los auspicios de S. Vicente de Paúl, y en concomitancia con la cual surgió también, con la colaboración de la joven y piadosa viuda Mariana Nasi Pullini, la Congregación de las Hermanas Vicentinas de María Inmaculada, llamadas en seguida «Hermanas del Cottolengo».

En 1833 fundó la Congregación de Hermanos de S. Vicente, hoy Hermanos de José B. Cottolengo (Congregatio Fratrum a S. Joseph Benedicto Cottolengo), cuyo fin es la «asistencia y cuidado de los asilados en la Pequeña casa de la Divina Providencia y sucursales».

El florecimiento de la Pequeña Casa, abierta a todas las miserias y a todos los sufrimientos humanos, y para cuyo sostenimiento su fundador confió siempre en la Divina Providencia, invocada siempre con constante e intensa plegaria y con continuos sacrificios, se confundió con la última parte de la vida de J. B., el cual, acabado por la penitencia y por las incesantes tareas de cada día, previendo próximo su fin se hizo trasladar a Chieri, donde m. el día 30 abr. 1842; fue sepultado en Turín bajo el altar de la Virgen en la iglesia principal de la Pequeña Casa.

J. B. C., benemérito precursor en el campo de la asistencia social y hospitalario, fue beatificado por Benedicto XV el 29 abr. 1917 y canonizado el 19 mar. 1933 por Pío XI, que gustó definirlo «un genio del bien»; se celebra su fiesta el 30 de abril.

Erigida entidad moral por el rey Carlos Alberto desde 1833, la Pequeña Casa de la Divina Providencia, constituye (1968) un imponente complejo de edificios que hospeda alrededor de 7.000 asilados, asistidos por más de 50 médicos voluntarios, que conceden gratuitamente su trabajo, y por religiosos de ambos sexos, divididos en varias «familias», cada una de las cuales tiene su propia función: cura de los enfermos más repugnantes, asistencia de los infelices de toda laya, adoración continua y ofrecimiento del sacrificio propio, etc. En 1971 los Hermanos de S. José B. C. son 45, con 5 casas y las Hermanas Vicentinas 139, con 18 casas (Ann. Pont. 1972).

BIBL.: C. JOERGENSEN, L'uomo che credeva nella Divina Provvidenza, Pinerolo 1934; S. BALLARIO, L'Apostolo della Carita cristiana descritti nella vita di S. G. B. C., ib. 1959; V. DI MEO, La spiritualitá di S. G. B. C., :b. 1959; J. COTINO, Giuseppe Benedetto Cottolengo, en Bibl. Sanct., 6,1310-1317.

NICCOLÒ DEL RE.