Con ocasión del día del -Niño- es una buena oportunidad para invitar a papá y mamá, a que reflexionen sobre esas flores del jardín familiar -los niños- de un valor precioso y valioso, dispuesto tanto para el mal como para el bien. Es necesario que papá y mamá, comprendan la clase de educación que se requiere en el tiempo que estamos viviendo, que es diferente a la del tiempo de: Sara García y Joaquín Pardavé. Reflexionen que la educación es una ciencia y un arte de los más delicados; porque abraza a la vida humana en todos sus aspectos: sensible, espiritual, intelectual y moral. Es necesaria una recta formación de valores éticos, para que vivan una conducta buena. Los niños son el verde esperanza de la humanidad. En ellos está la promesa de una nueva sociedad. Todos comprendemos, la importancia que representan las nuevas vidas, para cualquier nación. De ahí la necesidad de expresar algunas ideas sobre los niños y su educación. Todo matrimonio, normal y perfecto, anhela la presencia gozosa y comprometedora de los hijos. Los esposos normales sienten el deseo de ver florecer en el huerto del hogar las nuevas vidas que son prolongación de la de ellos. Los hijos son regalo de Dios y fruto de un auténtico amor matrimonial. Es cierto que la unión del matrimonio, no se reduce única y exclusivamente a la cuestión de la procreación, ya que la función normal no es únicamente instrumento de transmitir la vida, sino también es un medio específico y complementario, de llevar a plenitud el amor humano. El dinamismo sexual humano, no está encausado exclusivamente, en el bien de la especie, como los animales; sino que está destinado a servir a cosas más altas, ya que el fin del hombre, también trasciende los horizontes temporales. Pero tampoco se puede negar, que los hijos son el complemento de la unión íntima de los esposos: la transmisión de la vida; si no es un objetivo exclusivo del matrimonio, si es un deber fundamental. El matrimonio implica el don de la vida; y no sería feliz y completo sin la procreación de los hijos. Estos son la riqueza y la felicidad de la familia, por los que vale la pena el sacrificio hasta el heroísmo como las madres que han muerto, a causa de traer al mundo al hijo. Hogares sin hijos, son como jardines en donde no hay ni policromía ni perfume de flores. Un egoísmo y realismo exagerado hacen que los esposos, piensen con angustia sobre el aspecto negativo de los hijos y no el positivo. Los niños siempre causan alegría.
Pero también su presencia es comprometedora y exigente. Hay el deber de educarlos y he aquí el problema, que muchos no solucionan porque no lo entienden y piensan que con comprarles ropa y mandarlos a la escuela la misión está cumplida. Educar es un concepto muy amplio que abarca al niño en toda su integridad de parte material y espiritual. Educar, si nos atenemos a la etimología, sería una capacidad de comprensión de parte de los educadores aquí en el caso de los padres de familia, para ayudar a los hijos a que se desarrollen y desenvuelvan todas sus posibilidades, que viven en su alma y corazón; muchos piensan que son padres porque han engendrado, pero no les importa saber que cada hijo es un mundo, con su inteligencia, con su voluntad, con su carácter, con sus cualidades, con sus virtudes y con sus defectos, elementos todos ellos que entren en el desarrollo de su personalidad y que los padres como agricultores expertos deben cuidar, para hacer de su hijo todo un hombre, en el sentido exacto de la palabra. Si los padres de familia no logran esto, no merecen con plenitud el hermoso nombre de padres, y vivirán alejados de la realidad. Educar es todo un arte y una ciencia, que tiene sus diferentes etapas, según las diferentes edades: educación prenatal, infancia, adolescencia, juventud y madurez. Cada una de estas etapas tienen diferentes formas de ayudar al hijo a ser lo que debe ser. La presencia de los hijos es comprometedora, en cuanto que exige de los padres que sean guía y maestros. Pero un guía que no sabe el camino, de nada nos sirve; y un maestro que carece de conocimientos, será imposible que los pueda transmitir. Nadie da lo que no tiene. Se da de lo que se tiene. Si los padres de familia únicamente tienen preocupaciones por pagar alimentos y vestidos y se sienten satisfechos, por haber proporcionado a sus hijos una simple instrucción muy adelantada o en haberlos colocado en una situación muy brillante, su paternidad esta mutilada e incompleta. Ser padre también implica enseñar a sus hijos el gusto por las cosas de Dios, por los valores sobrenaturales.
EL ARTE DE SER PADRE Y MADRE DE FAMILIA. El genuino amor conyugal, tiene una necesaria vocación a la paternidad. Desde luego que ésta, es hija de la sexualidad, pero no se le puede reducir a un simple producto de la biología; pensar así, es de mentes estrechas y de corazones sin oxígeno. Es muy pobre el concepto de PATERNIDAD, reducido al acto de engendrar. Por eso se dice: “que es más padre el que educa y no el que únicamente engendra”. La paternidad humana, no se puede reducir a esa breve intervención del esposo dentro de la intimidad conyugal: Abarca mucho más que la simple unión sexual. La verdadera paternidad se da, cuando el papá haya hecho de su hijo un “perfecto” hombre, que actúe en forma racional y no por puros instintos. Esto es, una responsabilidad primaria, que nace desde el mismo momento de la concepción del hijo. Ser verdadero padre de familia, es saber extraer a los hijos del círculo de la vulgaridad, para introducirlos en la reducida esfera de los egregios. La paternidad que merece nuestra alabanza y gratitud, es la de aquellos papás, que no la han reducido a acto de engendrar y después al sostenimiento material, sino que también han realizado la tarea educadora en forma integral, es decir que abarque cuerpo y alma; y los han capacitado para un recto discernimiento de los valores y antivalores. De lo que humaniza y de lo que deshumaniza y ha sabido favorecer la madurez del hijo para que sepa hacer uso responsable de su libertad. No olviden los padres de familia que la educación verdadera, tiene siempre referencia a la respetuosa convivencia social, que siempre debe respetar los derechos de los demás. La educación verdadera ayuda al educando a tener carácter y personalidad, a ser responsable de sus actos, honrado y veraz. Como buen padre de familia oriente a su hijo, para qué tome el camino correcto en la vida; que es una grandiosa fortuna y lo importante no es tenerla, sino saberla vivir, realizarla. Vivir por puros instintos, es propio de los irracionales. El entretenimiento y la superficialidad, no dan el recto sentido de la vida y sin éste, viene el aburrimiento, la soledad, la angustia, la desesperación y el suicidio. Las realidades fugaces, siempre dejan desilusión y hastío. Ayude a su hijo a encontrar los verdaderos valores que dan sentido a la vida y la conducen hacia metas nobles.
¡Felicidades a todos los padres y madres de familia, que han sabido realizar el ARTE DE SU PATERNIDAD! ¡Ojalá que los hijos sepan apreciar, la labor de sus papás y que vean en ellos a representantes divinos y les den obediencia: sincera, reverente, alegre y generosa! Y como buenos hijos agradezcan las correcciones y castigos, que son parte de la buena educación. ¡Arriba y adelante! Cumpliendo con la misión encomendada, que es de gran dignidad, por colaborar con –El Divino Creador- en la transmisión y educación de la vida humana.