I Domingo de Adviento

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE LA ORACION EN ADVIENTO (MC. 13, 33-37)

Esta enseñanza de Jesucristo en su contenido más importante, es preparada por Isaías (63,16- 17), donde se dirige a Dios Padre de la siguiente manera:”Tú, Señor, eres nuestro Padre y nuestro Redentor”, es decir, El está íntimamente relacionado con nosotros, como nuestro Padre; y con la familia, especialmente los más necesitados, como nuestro Redentor; San Pablo (1 Cor., 1, 3-9) hermosamente nos explica el motivo de nuestro más profundo agradecimiento a nuestro Padre Dios: “les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre , y de Cristo Jesús el Señor. Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que les ha concedido a ustedes por medio de Cristo Jesús”, pero de la misma manera, nos recuerda a vivir con una grande confianza en Dios, para pedir en nuestra oración su intervención maravillosa, a fin de que nos preparemos convenientemente para la ya próxima venida de su Hijo Jesucristo: “El los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento… pues Dios siempre es fiel”.

Jesucristo, enriqueciendo el contenido de esta oración nos pide con insistencia que vigilemos y estemos preparados para su próxima venida entre nosotros, pues no sabemos cuándo llegará el momento. Momento que ni el mismo Jesucristo revela, porque no entra en el plan salvífico de Dios (San Hilario de Poitiers, la Trinidad 9, 58- 63); por consiguiente, nos pide insistentemente una vigilancia que sea realmente la expresión más profunda de nuestra fe en su venida, porque la fe es tentada y puesta a la prueba cada día, por el temor de lo que se ignora, pero se espera cada día (Tertuliano, el alma 33, 10 - 11). Vigilancia responsable que nos pide una entrega generosa a nuestros compromisos que el Señor ha confiado a cada uno de nosotros: sería inútil todo lo que hemos realizado en el pasado en acciones y pensamientos si no perseveramos hasta el último día en el camino del bien (Constituciones apostólicas 7, 31).

Vigilancia dinámica que nos invita Jesucristo, a colaborar con su misión en medio de nuestra comunidad, proclamando la Buena Nueva en la espera definitiva de su segunda venida. Jesucristo al final del Evangelio, nos enseña que esta vigilancia no es únicamente individual sino comunitaria: “estén despiertos”. Subraya que al interno de nuestra comunidad de creyentes el “vigilar” no es una tarea que pueda ser requerida solamente a algunos, sino a todos sus miembros. En cuanto mejor nos preparemos para recibir a Jesús, más el Señor nos bendecirá y caminará mejor entre nosotros.

+ Felipe Padilla Cardona.