La Virgen María un día le dijo a san José: ‒¿Sabes, José? Anoche tuve un sueño‒. San José se la quedó mirando sin decirle nada.
‒Soñé que la gente se alegraba y se felicitaba por la llegada próxima de mi Hijo, pero luego me di cuenta que en realidad se felicitaban por los aguinaldos, por el fin del año, pero que muy pocos celebraban el nacimiento del Salvador. Soñé que todo mundo compraba y se obsequiaba regalos muy bonitos, envueltos todos ellos con papel de colores, pero por más que busqué entre ellos cuál era para mi Hijo, no encontré su nombre escrito entre las etiquetas. En el sueño contemplaba ciudades iluminadas con miles de luces y noche buenas en parques, avenidas, tiendas comerciales; las personas paseaban felices y contentas, se respiraba un ambiente de felicidad, pero era una alegría más comercial que pascual. Llegadas las vacaciones todas las familias hacían planes de descanso, de diversión y de entretenimiento, pero pocas eran como los pastores cuya mayor ilusión fue ponerse en marcha para llevarle algún presente a mi Hijo que iba a nacer. Por un momento, me sentí triste y me dieron muchas ganas de llorar. Menos mal que sólo fue un sueño.
En esta navidad que no falte, entre nuestros regalos, el del niño Jesús que quiere nacer en nuestro hogar.