La primera encíclica del Papa Francisco no tardó en aparecer, y me alegra mucho que se complete la trilogía sobre las virtudes cardinales que comenzó el Papa Benedicto XVI. No exagero al decir que los tres textos son una auténtica joya para quien desee tener claridad sobre el contenido de nuestra fe cristiana.
La Lumen Fidei, en primer lugar, nos enseña a recuperar el carácter de luz propio de la fe, capaz de iluminar toda la existencia del hombre, de ayudarlo a distinguir el bien del mal, sobre todo en nuestra época moderna, en la que el creer se opone al buscar y la fe es vista como una ilusión, un salto al vacío que impide la libertad del hombre.
En segundo lugar, nos recuerda que la fe no es un presupuesto que hay que dar por descontado, sino un don de Dios que debe ser alimentado y fortalecido. "Quien cree ve", escribe el Papa, porque la luz de la fe viene de Dios y es capaz de iluminar toda la existencia del hombre y de abrirlo a vastos horizontes.
Esta encíclica es lectura y estudio obligatorio no sólo para los católicos, sino para todo hombre de buena voluntad, pues sabe hablar a la inteligencia e interpela las fibras más íntimas del corazón.