Lecturas del Martes Santo, Semana Santa, Ciclo B

Date: 
Mar, 2012-04-03

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de Isaías 49, 1-6

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza-: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»

Sal 70. 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15 y 17 R. Mi boca contará tu salvación, Señor.

A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame. R. Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú. Dios mío, líbrame de la mano perversa. R. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías. R. Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: - «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.» Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: - «Señor, ¿quién es?» Le contestó Jesús: - «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado.» Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: - «Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.» Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: - «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: "Donde yo voy, vosotros no podéis ir"» Simón Pedro le dijo: - «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: - «Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.» Pedro replicó: - «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.» Jesús le contestó: - «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.»

II. Oramos con la Palabra

CRISTO JESÚS: con qué estupor escucharían los otros once aquel “Uno de vosotros me va a entregar”. Pedro reacciona como quisiera haberlo hecho yo: Daré por ti mi vida. Aunque luego caerá en la debilidad de negarte, como tantas veces yo. No permitas que se endurezca mi corazón como el de Judas, que siguió con su proyecto deicida. Yo también soy débil. Pero tu Espíritu me anima a levantarme y a seguirte hasta, si quieres y me lo concedes, dar mi vida por ti.

Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 publicado por EDIBESA.

III. Compartimos la Palabra

“ Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”

Continuamos con la lectura del 2º Isaías, habla del Siervo de Yahveh. En la Sagrada Escritura se da el nombre de Siervo de Yahveh a aquellos a quienes Dios, destina para colaborar en sus designios con alguna misión especial para el pueblo escogido. Son elegidos del Señor para comunicar su mensaje. Podemos observar como llama siervo de Dios a Moisés, mediador de la Alianza, a David, a los Padres Abraham, Isaac, Jacob, a los profetas, todos ellos actúan como “siervos de Yahveh” son servidores de Dios para realizar la misión que les ha sido encomendada.

Hoy contemplamos un Siervo de Yahveh excepcional, elegido desde antes de nacer, desde su formación en el seno materno, que viene con una misión especial, no sólo para el pueblo de Israel. Yahveh lo hace luz para todas las Naciones, para que la salvación alcance hasta el confín de la tierra.

En el Nuevo Testamento son muchas las alusiones a este “Siervo de Yahveh” por excelencia. Sin duda es su propio Hijo, Jesucristo, enviado por el Padre, como dice el cántico del anciano Simeón, “para alumbrar a todas las naciones y para ser gloria de su pueblo, Israel”. Cristo, verdadero Siervo de Yahveh, Mediador ante el Padre, glorificado por su muerte y resurrección, único salvador.

En esta Semana Santa, acerquémonos a Él para ser justificados de nuestros pecados, muriendo al pecado para resucitar con El, así seremos portadores de la luz que irradia con su resurrección, a fin de que todos los pueblos lo reconozcan como único Salvador.

“Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en El”

Mientras Jesús, como verdadero Siervo de Yahveh, habla de su donación total, uno de los suyos, se dispone a entregarlo por 30 monedas de plata.

Es increíble que, habiendo vivido con Jesús tanto tiempo, viéndole curar enfermos y acercarse a los pecadores, buscar el bien para todos, en este momento, no sólo lo abandona, sino además lo traiciona por un puñado de monedas.

En la historia de la humanidad muchas veces se repiten estas traiciones. Aun en las comunidades cristianas que parecen más perfectas, aparecen los egoísmos, la soberbia, la avaricia, la traición a nuestros buenos principios. Aprendamos de Jesús: mientras un miembro de su comunidad se aleja para venderlo, Jesús se entrega totalmente: “Tomad y comed… esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre que será derramada por vosotros y por todos”. Perdón total, donación sin límites.

Ante situaciones difíciles, ¿cómo reaccionamos?, ¿nos sentimos ofendidos sin pensar en lo que ofendemos a los demás? Seguir a Cristo exige entrega, servicio. Acerquémonos a El para que nos limpie de nuestros egoísmos, del orgullo, de todo aquello que no sea donación por El. Así, el Padre seguirá siendo glorificado por su Hijo en nosotros.

Hna. María Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario