Hay que lanzar la red aunque entren los peces no deseados

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

30 Julio

AUDIO

Santa María de Jesús Sacramentado Venegas. San Pedro Crisólogo, Éxodo 40, 16-21. 34-38: “La nube cubrió la tienda de la reunión y la gloria del Señor llenó toda el santuario”, Salmo 83: “¡Qué agradable, Señor, es tu morada!”, San Mateo 13, 47-53: “Los pescadores ponen los pescados buenos en canastos y tiran los malos”

Hoy nos encontramos dos parábolas de Jesús muy breves, concisas, pero que pueden tener muy diferentes interpretaciones. Primeramente afirma que el Reino de los Cielos se parece a la red que arrojan los pescadores.

Escena cotidiana, rutinaria, pero de la que depende la economía y la vida de aquellos hombres. Es esencial para su sostenimiento. Trabajo continuo pero siempre renovado y siempre exigente. Así es el Reino de los Cielos: trabajo continuo, trabajo para dar vida, trabajo que siempre e insistentemente se ha de hacer. Pero no siempre se obtiene todo lo que se quiere y aún lo que se obtiene, no siempre será lo mejor.

Hay que lanzar la red aunque en ella entrarán también los peces no deseados, que implican trabajo y esfuerzo y que no reportan ganancias. Así es de universal, de propositivo y de esperanzador es el Reino de los cielos. También a esta parábola se le añade un tinte escatológico al afirmar que al final de los tiempos habrá una elección definitiva entre buenos y malos. Ahora no somos muy dados a imaginar esos últimos días y a veces hasta damos la impresión de que quisiéramos no tener que hablar de estas realidades.

Contrariamente las denominaciones evangélicas abusan de estos temas y los emplean para infundir miedos y angustias. Nunca debemos desentendernos de esta realidad: al final debemos presentar nuestras cuentas a Dios que es el único que podrá decirnos si hemos actuado bien o mal. Sólo a sus ojos es importante cada una de nuestras acciones y esto debería dar el justo sentido y valor a cada acción por más rutinaria y pequeña que parezca: ¿Cómo la está viendo Dios? ¿Qué fruto se saca de ella al final de los tiempos?

Junto a esta parábola también aparece la parábola del escriba que saca de su tesoro cosas nuevas y antiguas. Algunos atribuyen esta misma actitud a Mateo, autor de este evangelio. Sin dudarlo, también nos exige una postura positiva y de discernimiento: hay cosas nuevas y antiguas pero debemos escoger cuál es la mejor para este momento. Cada instante debe vivirse plenamente, sin despreciar el pasado, pero sin despreciar el presente. Cada instante es un momento de gracia que nos regala el Señor. Estos mismos instantes son un don precioso del Señor que nos regala su Palabra. Y así busquemos, igual que el escriba, valorar lo valioso de cada instante.