El mejor tratamiento: la cariñoterapia

de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

Reflexiones de un viajero

Hemos comenzado el Adviento, tiempo de preparación a la Navidad y de disponernos a recibir la vida plena y eternamente feliz para la que Dios nos ha creado, redimido y santificado, y que consiste en vivir amándolo a Él, a nosotros mismos y a los demás, con un amor creativo, concreto y activo que se refleje, por ejemplo, en nuestros hermanos discapacitados.

Una de las obras musicales que más disfruto –y quizá también usted– es la 5ª Sinfonía de Beethoven. Al escucharla, no puedo menos que agradecer a Dios la capacidad creativa que ha dado al ser humano. Y es todavía más impresionante saber que su autor la compuso cuando su sordera había ido en aumento. Beethoven no se resignó a dejar de componer a causa de su situación, sino que incrementó su creatividad: a las 54 obras que había compuesto para 1804, siguieron otras 151 más.

Otra valiente que no se subestimó fue Olga Bejano Domínguez, decoradora, fotógrafa profesional y escritora Medalla de Oro de La Rioja, que a los 23 años de edad contrajo una enfermedad neuromuscular. Así, por más de veinte años no pudo hablar ni ver, respiraba artificialmente y se alimentaba a través de una sonda. No obstante, se comunicaba con garabatos que hacía con gran dificultad, impulsando la mano con su rodilla.

De esta manera escribió y publicó tres exitosos libros, en los que da testimonio de cómo Dios la había ayudado en su enfermedad. “Muchos enfermos dependientes quieren vivir –escribió- En vez de hablar de muerte digna, se debieran ofrecer ayudas para facilitar la vida digna”. Ella, que a pesar de su situación daba ánimos a los demás, pedía para los enfermos algo mucho más barato e importante que costosos tratamientos: la cariñoterapia.

“Al hablar con Olga –comenta José Ignacio Díaz–, veías que tenía una vida muy… plena… Ha llevado a muchas personas a Dios… He sido testigo de cómo cambiaban, al conocerla, personas que no querían seguir viviendo porque no veían sentido a su vida”.

Al contemplar testimonios como este, no podemos menos que afirmar que el ser humano no deja de ser grande ni en su debilidad, como decía Juan Pablo II, que también vivió en carne propia la discapacidad. Si Usted es una persona discapacitada, o tiene algún familiar o amigo en esa situación, debe recordar siempre esta gran verdad. Y ojalá todos, tomando conciencia de la grandeza y la situación de las personas discapacitadas, hagamos algo concreto por ellas.

*Artículo publicado en La Razón