Adviento es abrirse a la Palabra de Dios

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

11 Diciembre

San Dámaso I, papa

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Isaías 48,17-19: “Ojalá hubieras obedecido mis mandamientos”, Salmo 1: “Dichoso el hombre que confía en el Señor”, San Mateo 11,16-19: “No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre”

Cuando el corazón del hombre se cierra, siempre encuentra justificaciones para continuar en su iniquidad. Es la historia de todos los profetas y es la historia de Juan y Jesús: no son aceptados por sus contemporáneos arguyendo razones que van directamente contrapuestas las unas a las otras.

Lo importante no es ya el mensaje ni quien es el que lo ofrece, lo importante y la dificultad es el corazón. Todos lo hemos experimentado en la vida diaria, cuando no aceptamos a una persona o bien alguien no nos acepta, lo menos importante son las causas para negarnos a recibirlo, y todo se vuelve pretexto y motivo de enojo. A los profetas los desterraron, los acusaron de idólatras, de perturbadores del orden, de muchas otras cosas, con tal de no escuchar su palabra.

A Juan y a Jesús los acusan a uno de endemoniado por su forma austera de vivir y a otro también de endemoniado y pecador, por compartir con los hombres que más lo necesitaban, como lo manifiesta el mismo Jesús en la comparación con el juego de los niños. En nuestros días también podemos encontrar muchos pretextos para cerrarnos a la Palabra de Dios: si los escándalos de la Iglesia, si los conflictos de nuestros días, si la falta de tiempo… y tantos otros motivos para cerrarnos a la palabra. El Señor en el libro de Isaías de la primera lectura de este día afirma con nostalgia: “¡Ojalá hubieras obedecido mis mandatos!”.

La Palabra de Dios y sus mandamientos siempre nos darán vida. Y es verdadera sabiduría que rige los caminos del hombre. Adviento es abrirse a la Palabra de Dios. Dejemos a un lado los pretextos, la desidia y la indiferencia. Hoy el Señor tiene algo que decirte ¿Podrás escucharlo?