Al encuentro de nuestra Madre

de Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán

Como es tradición, los que formamos la Diócesis de Tehuacán nos preparamos para ir al encuentro de nuestra Madre María de Guadalupe.

La cita es el domingo 7 de febrero. Desde luego que, como cada año, previamente, al anochecer del sábado, celebramos la vigilia con la Adoración Nocturna.

Vamos como peregrinos, llenos de fe y esperanza. Nos servirá de preparación para recibir una semana después al Papa Francisco, quien precisamente nos acaba de decir lo siguiente, que cito textualmente:

''Lo que más me mueve a mí es: ¿qué voy a buscar a México? Yo voy a México no como un Rey Mago cargado de cosas para llevar, mensajes, ideas, soluciones a problemas,... Yo voy a México como un peregrino, voy a buscar en el pueblo mexicano, que me den algo... voy a buscar la riqueza de fe que tienen ustedes, voy a buscar contagiarme de esa riqueza de fe... Ustedes tienen una idiosincrasia, una manera de ser que es fruto de un camino muy largo, de una historia que se fue forjando lentamente, con dolores, con éxitos, con fracasos, con búsquedas, pero hay como un hilo conductor. Ustedes tienen mucha riqueza en el corazón y, sobre todo, ustedes no son un pueblo huérfano porque se glorían de tener Madre, y cuando un hombre, o una mujer, o un pueblo no se olvida de su Madre, te da una riqueza que vos no la podés describir, la recibís, la transmitís. Bueno, yo voy a buscar un poco todo eso en ustedes. Un pueblo que no se olvida de su Madre, esa madre mestiza, esa madre que lo forjó en la esperanza''.

De modo que el Papa viene a México no para dar sino para pedir, buscando la riqueza de nuestra fe en nuestra Madre María de Guadalupe, esa madre mestiza que nos forjó en la esperanza.

Con la intención de pedir, ya el Papa nos está dando el reconocimiento de nuestra identidad guadalupana, de la que nos han hablado también los últimos Papas, por ejemplo el beato Pablo VI, san Juan Pablo II, Benedicto XVI.

Hermanos todos, peregrinos de Tehuacán, vayamos a encontrarnos con nuestra Madre bendita, ante ella y con ella renovemos nuestra vida, dejando de pelear como enemigos para tratarnos amablemente como hermanos; dejando la flojera, la apatía y los vicios para retomar los mejores propósitos de ejercicio de las virtudes, como la rectitud, la honestidad, la solidaridad.

Vayamos como peregrinos y pidamos por el Papa, por nuestras familias, nuestra Diócesis, nuestra Patria.