Hoy Jueves Santo, la Iglesia Católica fundada por Jesucristo celebra la Ultima Cena en la que Jesús, junto con sus discípulos llevó acabo la pascua hebrea, fiesta conmemorativa de la fuga de Egipto, evasión victoriosa de la abyección, guiada prodigiosamente por el poder divino. Era una comida improvisada y precipitada de los fugitivos; un corderito al fuego, pan sin levadura, ceñida la cintura, calzadas las sandalias, bastón en mano y de prisa, porque se está a punto de emprender la huida a la tierra de la-
promesa. Pero esta cena prescrita como recuerdo de gratitud, está a punto de caducar, porque Jesús en compañía de sus fieles seguidores la cambiará en algo incomparablemente, más significativo y universal; en algo imposible de igualar, algo inefable: El Gran Misterio Cristiano que es la Eucaristía. En ella, se inmola el verdadero Cordero Pascual Cristo. Así como Moisés fue el mediador de la Antigua Alianza, Cristo Jesús ratifica ahora la Nueva Alianza con su propia Sangre. En esa última Cena se fundamenta en forma legal la Nueva Alianza y hace realidad la promesa hecha en la Sinagoga de Cafarnaúm de dar su carne y su sangre como alimento de los hombres, no sólo mediante la fe, sino sacramentalmente en la Eucaristía.
Hay cuatro narraciones de la institución de 1a Eucaristía: Mt. 26, 26-30; Mc. XIV, 22-26; Lc. XXII, 15-20; 1ra. Cor. XI, 23-25, ofrecen variantes que no carecen de interés. Este Sacramento es fuente y cima de toda la vida cristiana, en él, está la síntesis del Misterio de nuestra salvación, expresa en términos particularmente llamativos y realiza en una medida suprema la economía salvífica con que Dios se manifiesta y obra en la historia. La Eucaristía contiene verdadera, real y sustancialmente el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Así pues, su presencia es real e integral. No es meramente un símbolo o figura que despierta nuestra fe y devoción. Está Cristo, realmente presente, y por esta presencia real difiere de los demás Sacramentos. No sólo da gracia como instrumento de Cristo Santificador, sino que contiene a1 que es fuente y autor de toda Santidad. Pone en acción, en 1a vida del cristiano que comulga, todas las dimensiones del evangelio. El comulgante debe intentar hacer suyas y vivir las grandes intenciones de Jesús de amor y servicio a los demás; formar una comunidad auténtica de fe y de fraternidad real. Las divisiones, los odios, las injusticias en el seno de la comunidad que celebra la Eucaristía, deben ser desterrados. Los que comparten el Pan bajado del cielo, deben compartir con los más insignificantes el pan que es fruto de la tierra y del trabajo del hombre. Debe haber por 1a celebración Eucarística una "verdadera transubstanciación existencial" es decir una conversión en el cristiano, para ser una "ofrenda permanente" de obediencia a la Voluntad de Dios, y de solidaridad con los hombres sus hermanos, llevándoles el mensaje de la Buena Nueva. La Eucaristía (Misa) es envío de los creyentes a1 mundo, como testigos y portadores de la presencia del reino anunciado por Jesús y como fermento que transforme al mundo.
La Eucaristía es la piedra de toque de la fe. Es el verdadero "Mysterium Fidei"; aquí se nos muestra que el "Misterio" antes que una verdad sobre la cual hay que indagar, es un acontecimiento salvífico, por el que hay que dejarse arrastrar, porque es el gesto de un Dios amigo, cuyo amor es tan grande que trastorna y supera los esquemas racionales del hombre. El Misterio de la Encarnación ya es bastante profundo en sí mismo; pero en él por lo menos era evidente la humanidad de Cristo, aunque la divinidad permaneciera oculta. Pero en la Eucaristía, tanto la humanidad como la divinidad están ocultas. Sin embargo, está todo Cristo, real e integralmente en cuanto a Persona, con un cuerpo "glorioso" y "Pneumático". No es posible entender la presencia de Cristo en la Eucaristía, partiendo de la realidad terrestre de la corporeidad y fijando criterios según las leyes de la naturaleza. La Eucaristía es realidad Sacramental de la Nueva Creación y sólo puede ser comprendida con criterios a ese nivel. Sólo puede conocerse por la fe, y sólo por la fe puede ser aceptado. Al margen de la fe, no hay un conocimiento, ni una ciencia más difícil que la de Dios, porque Dios trasciende todos los conceptos de la mente humana que es limitada, aunque deambule por los caminos científicos ya que Dios no es un fenómeno de los que se ocupa la ciencia. Reavive su fe y acérquese a comulgar porque Jesús nos lo exige: "Si no comen mi carne y no beben mi sangre, no tendrán vida en ustedes". Y hágalo con frecuencia, ya que le ayuda a su perfección espiritual, porque por medio de la comunión se acrecienta la unión con Cristo, le ayuda a apartarse del mal, borra los pecados veniales y le hace progresar en el camino de la santidad. "DICHOSOS LOS INVITADOS AL BANQUETE DEL SEÑOR".