La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

13 Abril

AUDIO

San Martín, I Papa.

Hechos 8, 1-8: “Al pasar de un lugar a otro, iban difundiendo el Evangelio”

Salmo 65: “Las obras del Señor son admirables. Aleluya”

San Juan 6, 35-40: “La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna”

Cuando nos acercamos a Jesús y escuchamos atentamente sus palabras no podemos quedarnos tranquilos en nuestro ambiente de injusticia e indiferencia. Las palabras de Jesús son muy claras: “Me han visto y no creen” Es cierto que con frecuencia hemos utilizado sus palabras referidas a la Eucaristía que nos afirman: “el que viene a mí no tendrá hambre, el que cree en mí nunca tendrá sed”. Y las asumimos como muy nuestras y hacemos las comuniones necesarias, pero por desgracia a veces se quedan sólo en la intimidad y no generan el dinamismo que nos lleve a continuar la misma misión de Jesús: “Para que tengan vida eterna”. Nos hemos conformado con comulgar nosotros y no hemos sentido la comunión con los que padecen hambre. Es una acción muy concreta que exige la Eucaristía ante una sociedad que se conforma con alimentarse a sí misma y no es capaz de sentir el hambre de los hermanos. El discurso Eucarístico está muy relacionado con la multiplicación de los panes, como la Eucaristía está muy relacionada con el compromiso social de los cristianos. Y no se trata solamente de dar unas migajas o una limosna a quien sale a nuestro paso, se trata de cambiar las estructuras que nos están llevando a vivir en esferas individualistas de confort personal, mientras se quedan fuera de ellas, millones de hermanos que no comparten la vida, que mueren de hambre y de necesidad.

Creer en Jesús no es una profesión o una confesión vocal. Creer en Jesús implica poner cuerpo y alma en su proyecto de vida para “todos los que el Padre me ha dado”. Y la voluntad del Padre es que no se pierda ni uno solo. Así que incluye a todos los hombres y mujeres invitados a participar de la mesa de la vida, de la educación y de los derechos. Una mesa que se cierra en torno a unos cuantos, desdice la verdadera fe de quienes nos decimos cristianos. ¿Cómo asumimos este mandato de Jesús? ¿Qué estamos haciendo para abrir nuestras puertas, para ampliar nuestra mesa, para recibir a todos?