"No piensen que he venido a abolir la ley y los profetas. No he venido a abolir, sino a perfeccionar… Han oído que se dijo no matarás y el que mate seré reo de juicio. Pero Yo les digo que el que se enoje con su hermano será reo de juicio... Han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Más Yo les digo que todo el que mire a una mujer con mal deseo ya cometió adulterio con ella en su corazón... También se dijo: Si alguno despide a su mujer que le dé libelo de repudio. Pero Yo les digo, que todo el que despide a su mujer excepto en caso de fornicación, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una divorciada, vive en adulterio... Han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero Yo les digo no resistan al mal… También se dijo: Amaras a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que sean hijos del Padre Celestial que hace salir el sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. Sean perfectos, como su Padre Celestial es perfecto. SI SU JUSTICIA (PERFECCIÓN MORAL CRISTIANA) NO SUPERA A LA DE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS, CIERTAMENTE NO ENTRARAN EN EL REINO DE LOS CIELOS".
Este fragmento evangélico, para reflexionar es tan interesante como importante. Jesús, es la última y definitiva PALABRA del Padre; tenía que fijar su actitud frente a la Ley Judía, que Dios había entregado a Moisés, guía y libertador del pueblo fugitivo. Esta ley dada en medio de truenos y relámpagos, era considerada como revelación soberana, divina, irrevocable y eterna. Pero en ella se subordinaba la felicidad del individuo al bienestar de la sociedad; se preocupaba más por la materialidad externa de la ley que por el espíritu y la disposición interna. Se conformaba más con los preceptos imperativos, quedando fuera de su perspectiva los consejos. La práctica farisaica de esta ley deformada por el legalismo judío, resultaba una verdadera farsa, porque los fariseos llegaron a ser idolatras de la letra del texto, pero sin poner e1 corazón, ni e1 alma en su práctica. "ESTE PUEBLO ME HONRA CON LOS LABIOS, PERO SU CORAZÓN ESTA LEJOS DE MI". Y esto, es lo que Cristo censura, y enseña cual ha de ser la "justicia" mesiánica: más que el rito, está el corazón, en el que debe ir envuelto el rito; más que la práctica, es el espíritu religioso y sumiso, el que ha de informarla. La justicia del reino mesiánico, es la justicia de la autenticidad. La reforma de los corazones es más importante que la de los ritos.
Jesús se nos ha manifestado, como expresión de la voluntad definitiva del Padre.
Y ha venido, no para anular preceptos, para abrogar su contenido originario y salvífico, Sino para redimirlos de su literalidad vacía y esclavizante, fruto de un legalismo materialista, en el que había degenerado la moral mosaica, tanto ética como cultual. Jesús por ser Dios, se apropia un dominio sobre las cosas de Dios y el derecho a perfeccionarlas interpretando el sentido auténtico y el espíritu de la ley frente a las tergiversaciones legalistas de los hombres.
Eleva el contenido real de la Ley divina al rango de vivencia normativa de caridad en todos y cada uno de los preceptos. En este pasaje evangélico, Jesús escoge cinco materias en las cuales la superioridad de la Nueva Ley brilla con evidencia y son: el homicidio, el adulterio, el perjurio, la venganza y la actitud respecto al prójimo. Sin subvenir el orden legal, inculca algo completamente diferente y que tiene la mayor y más decisiva importancia ante Dios. No solo es condenable el homicidio, sino el airarse contra el prójimo, odiarlo y si a esto, se agrega la burla y el insulto se agrava la ofensa y la pena. En cuanto al adulterio el evangelio es más delicado y superior. No solo condena el hecho exterior, sino que ataca lo más profundo del sentimiento para subsanar la raíz: El Corazón. Este, es el verdadero responsable ante la moral. Cristo quiere sanar la fuente de donde fluyen las aguas turbias. Por eso prohíbe el deseo desordenado y exige el orden, la vigilancia y la santificación de los más misteriosos impulsos interiores del corazón humane. Jesús no enjuicia a la adultera, pero condenó su pecado. Devolvió al matrimonio su santidad primitiva, proclamando la indisolubilidad del vínculo conyugal y proscribiendo el divorcio que el viejo legislador de los hebreos toleraba bajo ciertas garantías. Aunque 1a. ley prohibía el juramento falso, pero salvado este, la casuística rabínica era todo un prodigio de sutilezas y distinciones, que el juramente estaba al orden del día en Israel. Con tal de que respondiera a la verdad y se mantuviera, estaba permitido. Jesús condena ese relajamiento y exige el respeto a Dios y de todo lo divino. No prohíbe de una manera absoluta el juramente, que en algunos casos puede ser necesaria para un interés superior, sino el mezclar el nombre de Dios en conversaciones superficiales y corrientes. La famosa "ley del talión" que toma su nombre, por su incorporación a la ley romana, seguía siendo bárbara y cruel. Sin interferir en la justicia bíblica, ni quitar las penas legales que la autoridad ha de ejercer, para la paz y bienestar social, ni tomar la literalidad de presentar la mejilla contraria a la golpeada, de abandonar la capa, a quien nos ha robado 1a túnica, etc. Lo que Jesús nos pide es que sus discípulos deben tener frente al espíritu estrecho y exigente del egoísmo, la anchura y generosidad de la caridad cristiana. Hay que oponer la dulzura a la violencia; el desinterés a la codicia; la renuncia al derecho, ante injustas exigencias, cuando las circunstancias lo aconsejan. Y el colmo de la paradoja o de lo sublime está en que hay que amar a los enemigos y hacerles e1 bien a quienes nos aborrecen, y orar por los que nos persiguen y calumnian. Con estas exigencias llegaba a su cima el famoso y desorientador sermón de la montaña. Hay un abismo entre la ley que recibió Moisés en la cumbre del Sinaí y del ideal propuesto por Cristo en la montaña de las Bienaventuranzas. Una prohíbe el homicidio, la otra arranca hasta los sentimientos de ira y de rencor que llevan al asesinato. Mientras una castiga el adulterio, la otra prohíbe la mirada impura y el mal pensamiento, que preparan para el adulterio. Una autoriza la venganza, la otra aconseja hasta el heroísmo la paciencia y abnegación, etc. JESÚS CON TODO ESTO, NOS PRESENTA CADA VEZ MAS ESTRECHA LA PUERTA DE LA SALVACIÓN, PERO NOS ACONSEJA ENTRAR POR ELLA y nos exige una santidad evangélica, que supera en mucho el legalismo del fariseísmo mosaico, que lo observaban para apantallar y relucir; para que la gente los alabara. No para agradar al Divino Legislador. ¡Hipócritas, sepulcros blanqueados, que por dentro están llenos de podredumbre! Nosotros como fieles discípulos del Divino Maestro y Juez; vivamos sus enseñanzas, aunque sean la puerta angosta; Y como somos el nuevo Pueblo de Israel que caminan por el desierto del mundo temporal, pero guiados ahora por el “Nuevo Moisés” el Divino Maestro, llegaremos a la tierra prometida: el cielo. ¡Arriba y adelante! Confiados en sus enseñanzas que nos guían por el camino seguro.