Nadie nos puede quitar ese amor

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

28 Abril

AUDIO

San Pedro Chanel

San Luis María Grignion de Montfort

Hechos 15, 7-21: “Juzgo que no se debe importunar a los paganos que se convierten a Dios”, Salmo 95: “Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya”, San Juan 15, 9-11: “Permanezcan en mi amor para que su alegría sea plena”

En unas pocas palabras parece Jesús querer resumir toda su vida y toda nuestra vida: amor, permanencia y alegría plena. ¿Podemos imaginarnos cuánto ama Dios Padre a Jesús? Seguramente nos perderemos en el infinito de nuestra imaginación buscando alguna imagen que nos permita acercarnos a este amor: desde la eternidad y para la eternidad, en total plenitud. Y Jesús siempre en presencia del amor de su Padre y siempre en participación y vivencia de ese amor.

Pues lo que hoy nos dice Jesús es que con ese mismo amor inmenso, incondicional, fiel y constante nos ama a nosotros. ¿Nos damos cuenta de ese amor que Jesús nos tiene? Hoy tendríamos que abrirnos a esa presencia amorosa que se hace realidad en cada uno de nosotros. Aceptarla. Más que hablar y decir que nosotros amamos mucho, tendríamos que callar, guardar silencio, estar atentos y a la escucha para experimentar ese amor. Es descubrir a Jesús que está en nosotros, que permanece con nosotros. Normalmente los amantes se dicen: te amo y te amo para siempre.

Hoy Jesús se nos muestra como ese amante delicado que a todas horas nos repite: te amo, te amo para siempre. Permanece en mi amor. Hoy le deberíamos decir a Jesús que él mora en nosotros como una fuente nos riega y fecunda; hoy podemos experimentarlo como una luz que ilumina nuestra vida, una luz que no hemos encendido nosotros pero que está muy dentro de nuestro ser; hoy sentimos su palabra que en un diálogo continuo nos susurra y nos repite que nos ama. Este día experimentemos ese gran amor que nos tiene Jesús, disfrutémoslo y llenémonos de felicidad. Nadie nos puede quitar ese amor. Ni las dificultades, ni los problemas, ni las adversidades de la vida.

Este amor está clavado en lo más profundo de nosotros y nadie lo puede sacar. Señor Jesús, gracias por este amor maravilloso y magnífico que me tienes sin yo hacer nada para merecerlo. Gracias por permanecer en mí y darme vida, gracias por llenarme de felicidad.