2012-04-14 Radio Vaticana
(RV).- A propósito del inminente cumpleaños del Santo Padre, nuestro director general, el P. Federico Lombardi, dedica su editorial para el semanario “Octava Dies” del Centro Televisivo Vaticano, a los diversos aniversarios que hemos vivido con Benedicto XVI.
Ochenta y cinco años de edad y siete de pontificado. Cuando el Cardenal Joseph Ratzinger fue elegido Papa, en edad ya avanzada, muchos se preguntaron si tras los años marcados por la enfermedad de su gran Predecesor, el pontificado que comenzaba habría sido intenso y duradero como se deseaba, y si un teólogo que había guiado durante mucho tiempo un dicasterio específicamente doctrinal habría sabido asumir la tarea tan diversa del gobierno pastoral de la Iglesia universal.
En estos siete años hemos tenido ya veintitrés viajes internacionales a veintitrés países, y veintiséis viajes por Italia; hemos asistido a cuatro Sínodos de los Obispos y a tres Jornadas Mundiales de la Juventud; hemos leído tres Encíclicas y recibido innumerables alocuciones y actos magisteriales; hemos participado de un Año paulino y de Año sacerdotal; hemos visto al Papa afrontar con valor, humildad y determinación –es decir con límpido espíritu evangélico– situaciones difíciles, como la crisis que siguió a los abusos sexuales.
Hemos leído –hecho nuevo y original– su obra sobre Jesús de Nazaret y su libro-entrevista “Luz del mundo”. Sobre todo, hemos aprendido de la coherencia y constancia de su enseñanza, que la prioridad de su servicio a la Iglesia y a la humanidad es orientar la vida hacia Dios, el Dios que nos ha dado a conocer Jesucristo; que la fe y la razón se ayudan recíprocamente en el buscar la verdad y responder a las expectativas y a las preguntas de cada uno de nosotros y de la humanidad en su conjunto; y que el olvido de Dios y el relativismo son riesgos gravísimos de nuestro tiempo. Por todo esto nos sentimos inmensamente agradecidos.
Y estamos aún en camino con él: hacia el Encuentro Mundial de las Familias y hacia Oriente Medio, hacia el Sínodo de la Nueva Evangelización y hacia el Año de la Fe. En las manos de Dios, al servicio de Dios y de su Iglesia.
(Traducción de María Fernanda Bernasconi – RV).