Dos gorditas se pusieron a dieta. Durante seis semanas seguirían un régimen saludable sin probar su acostumbrada ‘comida chatarra’.
Al terminar el plazo, una decidió aprovechar que ya se estaba acostumbrando a comer ‘sano’ y decidió no volver a sus malos hábitos anteriores; a la otra en cambio tarde se le hizo para darse un atracón de los antojos que no había podido comer.
Sobra decir que la primera no sólo logró su objetivo de bajar de peso, sino que pudo conservarlo, en tanto la otra no sólo recuperó el peso que había perdido sino acumuló muchísimo más.
Y si alguien se pregunta a qué viene esta historia que más bien parece de revista femenina, cabe aclarar que sirve para hacer una comparación con lo que pasa en la vida espiritual.
Hace apenas dos semanas terminó la Cuaresma, tiempo en el que solemos hacer buenos propósitos para dejar atrás malos hábitos (egoísmos, faltas de caridad, alejamiento de las cosas de Dios), y nos esforzamos por contrarrestarlos siguiendo un ‘régimen’ espiritual que probablemente incluyó confesión y comunión frecuente, obras de misericordia, dejar de ‘comer prójimo’; ayunos y abstinencias para crecer en dominio propio y compartir lo nuestro con otros. Pero llegó la Pascua y ¿qué sucedió?, ¿cómo reaccionamos? ¿Regresamos a nuestros viejas maneras de ser?, ¿nos desquitamos haciendo aquello de lo que nos privamos durante la Cuaresma? (¡ya puedo contar todos los chismes que me callé; ya puedo acostarme a ver tele todo el día; ya puedo dejar de rezar el Rosario; ya puedo no confesarme hasta el otro año!).
¿Por qué interrumpimos en Pascua nuestros propósitos de Cuaresma?
Vivimos cuarenta días con la mentalidad de ‘bueno, como quiera puedo aguantar una temporadita sin hacer esto, al fin que pasa pronto y luego regreso a lo de siempre’, en lugar de pensar: ‘voy a aprovechar esta cuarentena como entrenamiento para habituarme a dejar atrás lo malo y permitir que vaya arraigando en mí una nueva manera de ser’.
En este tercer Domingo de Pascua preguntémonos si consideramos la Cuaresma un latoso paréntesis en nuestra vida de siempre, y por eso Cuaresmas van y Cuaresmas vienen y seguimos en las mismas, antes y después, o si nos abrimos a la auténtica conversión a la que se nos exhortó y a la que nos comprometimos el Miércoles de Ceniza.
Estamos a tiempo para atrevernos a hacer de nuestros buenos propósitos de Cuaresma, buenos propósitos de Pascua...