“ Sin mí no podéis hacer nada ”
Iª Lectura: Hechos de los Apóstoles (9,26-31): El perseguidor es perseguido
I.1. La primera lectura nos presenta a Pablo que, después de su conversión, vuelve a Jerusalén. Sabemos, por el mismo Pablo en Gál 1,16-24, que tuvo lugar a los "tres años", tras una estancia en Arabia (donde se retira a repensar su vida) y su ministerio en Damasco donde había tenido lugar su conversión. Pero Lucas tiene mucho interés en poner pronto en comunicación a Pablo con los Apóstoles (poniendo como anfitrión a su compañero Bernabé) para mostrar la comunión de todos en la predicación del evangelio. Lucas está preparando las cosas para dejar poco a poco a Pablo como protagonista de los Hechos, como aquél que ha de llevar el evangelio hasta los confines de la tierra. El relato de Hechos deja muchos cabos sueltos desde el punto de vista histórico. Pablo -que vino a Jerusalén para "ver" a Pedro según nos confiesa él mismo en el texto de Gálatas-, tiene ocasión de experimentar que los judeo-cristianos no se fían de él. Los judíos helenistas, como sucedió con Esteban, provocaron un altercado que podía haberle costado la vida. Por eso lo encaminaron hacia Tarso (Pablo dice que estaría catorce años en Siria y Cilicia), hasta que vuelve a Jerusalén para la asamblea apostólica (Hch 15). Lucas insiste mucho, quizás demasiado, en la comunión de Pablo con los de Jerusalén.
I.2. En el texto de hoy es importante poner de manifiesto que Pablo, el perseguidor, ha tenido en el "camino" una experiencia del Señor resucitado, como la han tenido los apóstoles y otros y está en disposición de anunciar la Resurrección, incluso en la misma sinagoga que fue responsable de la acusación de Esteban. Esto es lo que a Lucas le interesa sobremanera: si Esteban ha sido quitado de en medio por los intereses "religiosos" de los responsables, Dios llama a otro (nada menos que al enemigo anterior del evangelio), a Saulo, para anunciar la resurrección y llevar el mensaje a todos los hombres. La Iglesia, los discípulos -todavía no han recibido el nombre de cristianos, como sucederá en Antioquia-, se fortalecerá en la persecución y el sufrimiento. Pero el mensaje de la vida, como corazón del anuncio de la resurrección, ha de transformar el mundo.
IIª Lectura: 10 de Juan (3,18-24): El amor a los hermanos criterio de conciencia
II.1. La segunda lectura nos habla de la praxis del amor y de la verdad. La vida cristiana no se puede resolver en la ideología que se mantiene en la cabeza, sino en lo que uno vive de corazón. Para la Biblia, el corazón es la sede de todas las cosas, del pensar y del obrar, y es el corazón el que nos juzga, el que dice si nuestro cristianismo es verdadero o pura ideología. Es la sede de la conciencia y no podemos engañarnos. La religión verdadera comienza siendo una cuestión de fe, pero se muestra en la praxis de una vida donde lo que se cree se ha de llevar a efecto; de lo contrario no habría fiabilidad.
II.2. Lo principal de esta praxis es que la fe en Jesucristo implica necesariamente el amor a los hermanos como El nos ha pedido, como ha exigido a los suyos en el discurso de la última cena: el mandamiento nuevo. Así es como podremos saber que estamos con Dios y que tenemos su Espíritu. El amor a los hermanos, que en la teología joánica es como el amor a Dios, garantiza la verdad de la vida cristiana. El amor a los hermanos es el criterio de conciencia verdadera.
Evangelio: Juan (15,1-8): Cristo, vid donde está la vida
III.1. El evangelio de Juan nos ofrece uno de esos discursos llamados de “revelación”, porque en ellos éste evangelista nos muestra quién es El Señor. Se enumera entre los famosos "yo soy" del evangelio de Juan (el Mesías 4,26: el pan de vida 6,35.41.48.51; la luz del mundo 8,12; 9,5; la puerta de las ovejas 10,7.9; el buen pastor 10,11.14; el Hijo de Dios 10,36; la resurrección 11,25; el Señor y el Maestro 13,13; el camino 14,6; la verdad 14,6;la vida 11,25;14:6; el rey de los judíos 19,21. Esto ha planteado, de alguna manera, una “cristología” y un discipulado de exclusividad. Aquí, en este discurso, Jesús se presenta con una imagen que era tradicional en la Biblia, la de la viña. Conocemos un canto de la viña en el profeta Isaías (c.5) que tiene unas constantes muy peculiares: la viña era el pueblo de Dios. Sabemos que la viña está compuesta de muchas cepas, pero la viña no ha dado fruto bueno, es un fracaso, se debe arrancar. Ese es el canto de Isaías. )Lo arrancará Dios? Debemos decir que desde la teología joánica, la respuesta a ese canto es distinta; no es necesario que Dios la arranque: ahora Jesús se va a presentar como la clave curativa para que la viña produzca buenos frutos. Él se presenta como la vid, y todos los hombres como los sarmientos para que sea posible dar buen fruto.
III.2. Pero escuchando su “palabra”, los sarmientos tendrán savia nueva, vida nueva, y entonces llevarán a cabo las obras del amor. Porque fuera de El, de su palabra, de sus mandamientos, no podemos permanecer. Se respira, pues, una gran seguridad frente al acecho de cortar y arrasar: Jesús está convencido que permanecer en El es una garantía para dar frutos. El *permanecer+ con El, el vivir de su palabra, de sus mandamientos, de su luz, de su vida, hará que la viña, el pueblo de Dios, vuelva de nuevo a ser el pueblo de la verdadera alianza. Con esto se complementa la enseñanza de la epístola en la que se propone a los discípulos permanecer en Dios. El camino para ello es permanecer en Jesús y en su evangelio.
III.3. La fórmula "permaneced en mí y yo en vosotros", muy típica de este evangelista, define la relación del discípulo con Jesús como una reciprocidad personal. Esa relación personal con Jesús es la condición indispensable para dar fruto. La transformación teológica que se opera desde la imagen de la viña de Israel a esta propuesta simbólica del evangelio de Juan es muy peculiar. Una viña está compuesta de muchas cepas que, una a una, tienen su vida propia y que no tienen comunicación entre si. En el caso de la simbología de la viña de Juan la cepa, que es Jesús, hace que los pámpanos estén unidos a la cepa, a Jesús. Como Jesús es la vida, y la luz, y el Hijo, entonces estar unido a El es tener vida.
III.4. Se trata de un discipulado o de una comunidad intimista como algunos han señalado? No podemos negar que el evangelio de Juan es de este tenor. El "seguimiento" de Jesús no se expresa de la misma manera, v.g. que en Lucas, que es seguirle “por el camino”. Los discursos y las fórmulas de revelación del "yo soy" de esta teología joánica no dejan otra opción. Bien es verdad que eso no significa que la "exclusividad" de Jesús, el Hijo de Dios, no permita que esa luz de Jesús y esa vida que El ha traído precisamente, se convierta en un círculo de discípulos elitistas o excluyentes. Esa luz de Jesús y esa vida tienen muchas formas de manifestarse y de hacerse presente. Pero no es cuestión de exclusivismo, sino de confianza; la confianza de que en Jesús y con Jesús, el Señor, encontraremos la vida verdadera.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura