Lecturas del Jueves, Cuarta Semana de Pascua, Ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Jue, 2012-05-03

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 1-8

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe.
Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí.

Sal 18, 2-3. 4-5 R. A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R.

Sin que hablen,
sin que pronuncien, s
in que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón,
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 6-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:
-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
-«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
-«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mi ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre" ? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. »

II. Oramos con la Palabra

JESUCRISTO: tú eres la imagen del Padre. Por tu palabra y tu vida puedo conocer el amor y la misericordia infinitos del Padre tuyo y Padre mío, porque tú me has hecho partícipe de la filiación divina. Con la confianza que me das, sigo tu consejo y le pido al Padre que vuestro Espíritu vaya configurándome a tu imagen: se lo pido con fe y en tu nombre, no me lo negará.

Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 publicado por EDIBESA.

III. Compartimos la Palabra

“Jesús es…”

Con frecuencia, los seres humanos cuando queremos a alguien o por concesión política, al hablar de él le exaltamos, “le ponemos por las nubes”, todo son elogios. Bien sabemos que no decimos toda la realidad de esa persona. Nos callamos sus límites, sus defectos… que también los tiene.

Los cristianos del primer siglo, los de los siglos siguientes, incluido el siglo XXI, cuando hablamos de Jesús hasta parece que nos faltan palabras para expresar quién es y lo que es para nosotros. Rebuscamos en el Nuevo Testamento y con sinceridad, sin exagerar, le colmamos de elogios: Él es para nosotros, el Camino, la Verdad, la Vida… ¿se puede decir más? Nuestro corazón y nuestra mente y nuestra experiencia encuentran más palabras: Él es para nosotros el Redentor, el Libertador, el gran Perdonador, el Salvador… ¿se puede decir más? A nuestro corazón le brotan más palabras: Él es para nosotros nuestro Gran Amor, el Amor Primero, nuestro Mejor Amigo, nuestro Maestro, nuestro Alimento más nutritivo y la Bebida más reconfortante… el que dio su vida por nosotros, el mejor hombre que ha existido, como lo demuestra su vida, muerte y resurrección…

El mismo Jesús es el que nos ha convencido como a Santiago, a Felipe, a Tomás y a tantos millones de seguidores que “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Por eso nuestro corazón, dando un gran salto, le confiesa también como nuestro Dios y Señor. “Señor mío y Dios mío”.

Para Santiago, Felipe… éstas no fueron sólo palabras, palabras, palabras… Vivieron estas palabras. Por eso, lograron vivir, morir y resucitar como Jesús. Eso mismo queremos hacer nosotros. “Te seguiré donde quiera que vayas”.

Fray Manuel Santos Sánchez
La Virgen del Camino