San Servasio de Tongres

Date: 
Jueves, Mayo 13, 2021
Clase: 
Santo

San Servacio había nacido probablemente en Armenia, hacia el año 300 de nuestra era cristiana. Durante el destierro de san Atanasio, le ofreció hospedaje a éste y defendió la causa del gran patriarca en el Concilio de Sárdica[1]. Después del asesinato de Constante, el usurpador Majencio envió a san Servacio y a otro obispo a Alejandría para defender su causa ante el emperador Constancio. La embajada no tuvo éxito, pero san Servacio tuvo ocasión de volver a ver en Egipto a san Atanasio. El año 359, san Servacio asistió al Concilio de Rímini[2], donde se opuso valientemente a la mayoría arriana, junto con san Febadio, obispo de Agen; sin embargo, ambos santos se dejaron engañar por la fórmula que se firmó ahí, hasta que los ilustró san Hilario de Poitiers.

San Gregorio de Tours cuenta que san Servacio predijo la invasión de los hunos a las Galias y que, con el ayuno, la oración y una peregrinación a Roma, trató de evitar esa catástrofe. El santo emprendió la peregrinación a Roma en espíritu de penitencia para encomendar su grey a los dos grandes Apóstoles. Casi inmediatamente después de su regreso a Tongres, contrajo la peste y murió. Algunos autores sostienen que murió en Maastricht, Bélgica, probablemente hacia el año 384. En ese mismo año, la ciudad de Tongres fue saqueada; pero la profecía de san Servacio se cumplió plenamente setenta años más tarde, cuando Atila y los hunos invadieron y asolaron toda la región.

En los Países Bajos se profesaba gran devoción a san Servacio en la Edad Media, y las leyendas sobre él se multiplicaron. Las reliquias del santo se conservan en Maastricht, en un hermoso relicario antiguo; también se conservan su báculo, la copa en que acostumbraba beber, y su llave de plata.

Según la tradición, el mismo san Pedro le dio esa llave en Roma, durante una visión; pero en realidad se trata de una de las Claves Confessionis S. Petri [«llave de la confesión de San Pedro»] que los Papas solían regalar a algunos personajes distinguidos, fundidas con un poco del acero de las cadenas de San Pedro. Otra tradición cuenta que la copa había sido regalada a san Servacio por un ángel y que tenía la propiedad de curar la fiebre.

San Servacio, nuestro Santo Patrono, debió haber llegado a la antigua Zací, con los primeros evangelizadores franciscanos, donde los pobladores de aquel entonces, mayas y españoles, sentaban los primeros cimientos de la heroica Valladolid.

Sin duda alguna, el ejemplo de piedad, oración y el celo infatigable por la fe, de San Servacio, les sirvió a los primeros evangelizadores como y guía y acompañamiento para inculcar la fe que hoy profesamos y encomendarnos bajo su protección e intercesión delante de nuestro Padre que está en los cielos.