Entre las seguidoras de Santa Catalina de Siena surgidas dentro de la Tercera Orden de la Penitencia de Santo Domingo durante el comienzo de la modernidad merece ser destacada la Beata Columba de Rieti, quien supo adherir al modelo de la espiritualidad Cateriniana con lúcida conciencia, interpretándola y dándole un aire propio al intento de apostolado de moralización y pacificación de la sociedad civil y eclesiástica del momento que le tocó vivir.
Nacimiento e infancia:
Angiolella (Angelita) Guadagnoli nace en Rieti (Italia) el 2 de febrero de 1467, día de la Purificación de María. Actualmente este día la Iglesia celebra el día de la Vida consagrada.
Una extrordinaria aparición, durante su bautismo induce a los presentes a, desde entonces, llamarla “Colomba”.
Angiolella fue hija de una acomodada familia de comerciantes de paños que se había propuesto mejorar económicamente y ascender políticamente dentro de la administración pública.
Su padre, Angelo Antonio, ya maduro y viudo con un hijo de su primer matrimonio, se había casado con Vanna (madre de Colomba) cuando ella tenía 15 años.
Su madre (Vanna Guadagnoli) le dio una esmerada educación humana y religiosa. Angelita estaba dotada de una elevada espiritualidad que se manifestaba en la práctica de la contemplación. Los dones del Espíritu brillaban en ella.
La niña, en los juegos infantiles con su hermanito, se imponía pequeñas prácticas de penitencia que dejaban entrever su espontánea adhesión a la imitación de Cristo en la mortificación de la carne y en la aceptación del sufrimiento como medio para expiar los pecados.
En su casa, la pequeña, aprende junto a las actividades propias del gobierno de la casa, hilar y tejer, que son la base de la economía familiar, las primeras prácticas devotas, y tras haber aprendido el Ave María, eligió a la Santísima Virgen como su abogada predilecta. [1]
La tercera Orden de la Penitencia en Rieti:
Junto con su madre, asistía regularmente a los oficios religiosos en la vecina Iglesia de los dominicos. Particularmente intenso fue su trato con la comunidad de la Santa Casa de la Tercera Orden de la Penitencia, de la que era priora Francisca Cervasi, una seglar de fuerte personalidad que junto con su hija tendría un papel determinante en el crecimiento interior de la niña, la cual aprendió a leer a su lado, utilizando como texto la Leyenda de Santa Catalina de Siena, escrita por Raimundo de Capua e impresa precisamente en el último cuarto del siglo XV.
Las Terciarias dominicas de Rieti la animan al cultivo de las letras y de su innata vocación religiosa. Colomba colabora con ellas en las actividades caritatrivas que promueven.
En su adolescencia, vivía con amor ardiente el misterio de la Pasión del Señor. Tenía una particular devoción al crucifijo. Una imagen de Cristo Crucificado en la Iglesia de los dominicos inspiraba en la joven gran fervor. Ante él, se experimenta transportada al Monte Calvario, como si estuviese presente en la crucifixión de Jesús. Estos momentos de tan intensa oración, alimentan la comunión con Cristo doliente, que será el sentido profundo de toda su vida; y se manifestará en la imitación de su Esposo con el cual quiere compartir el sufrimiento y en la inmensa piedad hacia el prójimo, en especial cuando es pobre y sufre.
Era el mayor deseo de la niña “Angiolella” recibir el hábito de las hermanas de la penitencia, y rogaba humildemente para poder conseguirlo.
Colomba elige estado de vida:
Su familia sin embargo, tenía otras aspiraciones. Intentaron que emparentara con una antigua familia de la aristocracia de Rieti y facilitar así el acceso de su estirpe a la de los dirigentes de la ciudad.
Columba, con sólo doce años, encontró fuerzas para oponerse a ese proyecto de vida que no compartía: según la Leyenda popular, escrita por uno de sus confesores, el docto dominico de Perusa, Sebastiano Angeli, imitando el ejemplo de Santa Catalina, la niña cortó su cabellera y recusó públicamente su noviazgo.
Cuando Columba rechazó la boda, tuvo que afrontar la dura prueba de la hostilidad familiar. A su acto de desobediencia siguió un largo período de aislamiento, dentro de su propia casa.
Durante seis años los familiares intentaron imponer su voluntad, negándole el consentimiento para su ingreso a la vida religiosa. Vanna en realidad se preocupaba por el futuro de su hija. Su hermanastro le manifestó violenta hostilidad con su decisión.
Columba continúa ocupándose de la actvidad productiva de la familia, hilando y tejiendo con gran habilidad. Cristo la consolaba desde el fondo de su corazón llenándola de gracias que la confirmaban en la difícil opción que realizaba.
Muchos eventos místicos extraordinarios se verificaron en esta época de su vida contribuyendo a difundir en torno a la figura de Colomba un áurea de santidad cada día más indiscutida.
Al fin su Padre Angelo Antonio se conmueve y Colomba, a sus 19 años, pudo vestir solemnemente el hábito blanco y el velo negro de la Tercera Orden de la Penitencia de Santo Domingo en la iglesia reatina anexa al convento de los Padres Predicadores. Emitió sus votos en la primavera del año 1485, un Domingo de Ramos. La joven continuó viviendo en su casa natal; le estaba permitido por las Reglas establecidas por fray Munio de Zamora para las terciarias, que suponían una forma de vida a medio camino entre la experiencia comunitaria prescrita para las monjas de clausura y la condición de seglar.
Colomba descubre su misión:
En 1487, un año antes de dejar para siempre su casa y ciudad natales, Colomba de Rieti emprendió una peregrinación al santuario dominicano de Santa María de la Quercia en compañía de doce personas, amigos y parientes que compartieron con ella las fatigas y las dificultades del viaje. La comitiva se encaminó a pie desde Rieti hasta la ciudad de Viterbo (la Virgen de la Quercia es la patrona de la Diócesis de Viterbo).
A las fatigas e incomodidades se añadieron las asechanzas de los hombres, pero la atenta guía de la joven terciaria en aquella ruta protegió al piadoso grupo de peregrinos, del ataque de algunos salteadores desperdigados por aquel territorio.
Alcanzado finalmente el santuario, la Paloma de Rieti llevó a cabo el primer acto que confirmará sus carismas, al hacer un exorcismo. Fue su primer milagro. El texto de la Leyenda popular describe detalladamente el encuentro de la joven religiosa con una pobre poseída, endemoniada desde hacía muchos años.
Entonces, mientras la concurrencia vitoreaba el milagro, Columba reunió a sus doce compañeros y se sustrajo del entusiasmo de los presentes alejándose rápidamente del santuario.
Esta primera manifestación de sus dones extraordinarios se realizó en el territorio de Viterbo, en el mismo momento y lugar en los que Lucía de Narni, también ella religiosa de la Tercera Orden de la Penitencia de Santo Domingo, recibió de Dios el don de los estigmas.
Perusa (Perugia) será su tierra de misión:
En 1488 Colomba, dejó la familia, la casa y la patria para vivir lo que por inspiración divina entendió que era su apostolado. Santo Domingo y Santa Catalina se le aparecen en la catedral de Rieti animándola a partir. Se dirigía hacia Siena.
Tras un viaje lleno de fatigas y no falto de asechanzas, le fue revelado que su campo de acción sería la ciudad de Perusa. Allí se dirigió. La reciben con grandes honores aclamándola como la “santa viva” que viene. Desde entonces hasta 1501, su admirable vida se desarrolló en esa ciudad, donde se entregó a la mística y al servicio de los pobres y necesitados.
A sus veintiún años, descalza, vestida con el hábito dominicano Columba entra en la capital umbra. Ni bien entrar cae en éxtasis frente a la majestuosa mole de la Iglesia de Santo Domingo. Reconoceen ella, la más grande basílica de Umbría, el templo al cual en apariciones, Santo Domingo y Santa Catalina la habían destinado. Se acoje, inicialmente, a la hospitalidad de las terciarias que viven en una pequeña casa.
A la luz de su vida santa un continuo afluir de enfermos, pobres y afligidos acuden pidiendo ayuda. Para todos tiene Colomba una palabra dulce, una ayuda eficaz.
Vida Comunitaria:
Se le van sumando hermanas que se ven llamadas a seguir sus pasos. Estaba establecido que para poder ser admitidas a las comunidades de Terciarias, debían ser viudas mayores con clara y explícita intención de no volver a contraer matrimonio o mujeres que querían expiar ,con la penitencia, una vida anterior de pecado a imitación de María Magdalena. Pero se fue acercando un buen grupo de mujeres de todas las edades y condiciones sociales para formar parte de la Orden seglar. Asi es que con cincuenta compañeras da origen a una comunidad de hermanas de vida regular. La novedad se da principalmente en tres elementos substanciales:
· La profesión de tres votos públicos
· La vida mixta (dedicando mucho tiempo a la contemplación alternándolo con obras de misericordia y trabajo)
·La adopción de la mendicidad sin clausura (años más tarde esto último no lo permitirán las leyes de la Iglesia)
Con el beneplácito y el apoyo económico de las autoridades de Perugia edifica el Monasterio de Santa Catalina llamado popularmente “la casa de las palomas”. Pero el elemento de total innovación para lo habitual en las terciarias es que allí se tenía noviciado y formadoras. Se recibían jóvenes novicias. Colomba persigue la intención de dedicarse a la formación de las jóvenes.
Se convirtió protagonista de la reforma de la vida religiosa femenina, sabiendo encarnar el espíritu que enardeció el ánimo de su hermano de hábito, fray Jerónimo Savonarola, del que se hizo intérprete, dulce y valiente a la vez.
Eligen a una priora, que Colomba desea que sea anciana y dotada de experiencia reservándosé, para sí misma la celda más humilde, un tugurio, húmeda, maloliente, colocada junto a las letrinas.
El primero de enero de 1490 hace su profesión religiosa delante del altar mayor en la Iglesia de Santo Domingo, siendo prior Fray Stéfano de Gaeta.
Con ella pronunciaron la fórmula de la obediencia a la regla muchas otras mujeres, entre ellas numerosas jóvenes.
Columba es una de las jóvenes mujeres santas que preceden y alimentan la reforma católica.
Ángel de la paz:
El pueblo manifestaba veneración por Colomba. Ella escuchaba, curaba, reconciliaba, animaba. Acudían de lejos y todos se volvían consolados.
Fue considerada ángel tutelar y pacificador de la Ciudad de Perusa, entonces dividida en irreconciliables facciones. Su tarea fue la de una verdadera “Paloma (Colomba- Columba) de la paz”. Invitaba a la concordia y al perdón.
Supo involucrarse activamente en la pacificación de una sociedad civil traspasada por las ásperas contiendas que enfrentaban a Oddi y Baglioni en su lucha por conseguir el señorío de la ciudad, y trabajó sin desmayo en la moralización de la Iglesia, conducida entonces por el Papa Borgia, Alejandro VI.
En 1494 se encuentra con el Papa y ese mismo año asiste con gran abnegación a los enfermos y moribundos, víctimas de la peste que azota Perugia secundando las iniciativas de los frailes del convento de Santo Domingo. El pueblo pide la intercesión de Colomba para conseguir vencer la enfermedad. Ella indica algunas medidas sanitarias y también realizar oraciones a Santo Domingo y Santa Catalina con un palio en procesión, para librar la ciudad. Haciendo oblación de su vida en la oración es escuchada y contrae la peste que curan milagrosamente los santos dominicos.
Fue mediadora entre las instituciones de la época en que vivió y se convirtió en una interlocutora llena de autoridad para los protagonistas de aquella vida política, a los que indicó cual era el camino de la paz y la justicia social.
Antes de morir llamó a los magistrados para recordarles: “Cuantos no aman a sus hermanos no son dignos del Padre de todos; el odio provoca la cólera divina y las lágrimas de los oprimidos son la condena de los poderosos”.
Guía espiritual:
En los últimos años en Peruigia recibió dirección espìritual del docto Fray Sebastiano Angeli de Bontempi. Éste conoce a Sor columba de Rieti en Perusa. Al principio él actúa con desconfianza. La Bondad y verdad de Colomba van quedando en evidencia a sus ojos. Se da, entre ellos, una verdadera comunión de dos almas dotadas de intensa espiritualidad, capaces de íntima comprensión y de auténtica ayuda en la existencia terrena, en el arduo camino de la perfección. A Colomba se le muestra con claridad en una de sus visiones la misión de esta afinidad espiritual.
Los roles se entremezclan y se da entre ellos una reciprocidad de filiaciones espirituales en las que se ve como se corresponden, se compenetran y complementan la sagrada doctrina de Fray Sebastián y el fuego espiritual de Sor Colomba.
Cuando Colomba muere, Fray Sebastián escribe su “Legenda”.
En 1496 la madre de Colomba Vanna (Juana) queda viuda y se reúne con su hija en Perusa. Ingresa en el Monasterio de Santa Catalina, o de las Palomas, vistiendo a su vez el hábito de Terciaria y haciendo votos. Se encarga, como Maestra de novicias de la formación de las jóvenes. A la muerte de su hija será priora del Monasterio.
Muerte de una santa:
Extenuada por la práctica de la penitencia y del ayuno, Columba murió en olor de santidad el 20 de mayo de 1501, en Perugia, a los 35 años, era el día de la Ascensión del Señor a los cielos.
Dos hermanos de la Beata Colomba, Brígida y Felice también entraron en la Orden de Predicadores. Brígida vistió el hábito en Perugia en 1501, tomó el nombre de Sor Magdalena; Felice asumió el nombre de Fray Giovanni, fue subpior en Bologna, prior en Rieti y Tívoli, confesor en Florencia en el Convento de San Domenico y murió joven, víctima de una epidemia de peste en 1526.
Hoy, en Rieti, sobre lo que fue su casa natal, está el Monasterio de dominicas contemplativas de Santa Inés.
Los restos mortales de Colomba se conservaron en el Monasterio Dominicano de Perusa hasta que fueron trasladadas a Rieti, donde son custodiados por las Monjas Dominicas del Monasterio de Santa Inés.
Urbano VIII confirmó su culto el 25 de febrero de 1627.
Rieti es una ciudad de honda tradición dominicana. Su Basílica de San Domenico, es una de las Iglesias más bellas de la ciudad. En Rieti fue canonizado Santo Domingo.