2012-05-31 L’Osservatore Romano
Milán, 30. Una contribución apasionada de civilización y de esperanza para la construcción de la sociedad del futuro. Esto pretende ser el séptimo Encuentro mundial de las familias inaugurado esta mañana en la capital lombarda. Para cortar de manera perfecta la cinta de este gran evento eclesial, que a partir del viernes tendrá su culmen con la visita de Benedicto XVI, estuvieron el cardenal arzobispo de Milán, Angelo Scola, y el cardenal presidente del Consejo Pontificio para la familia, Ennio Antonelli. Una reunión, obviamente, marcada por el dolor —«una nube de tristeza» dijo el cardenal Antonelli— por el muy reciente terremoto que ha golpeado duramente Emilia Romaña.
Los dos purpurados han dado el banderazo al Congreso internacional teológico pastoral, en el cual están previstas intervenciones de más de cien relatores —prelados, agentes pastorales, académicos, expertos— que ofrecerán una reflexión de 360 grados sobre la realidad de la familia de hoy. Entre los primeros en intervenir también estará el cardenal presidente del Consejo pontificio para la Cultura, Gianfranco Ravasi, que en el informe introductorio propuso la sugestiva metáfora de la «casa» como clave de interpretación para comprender el papel de la familia «entre obra de la creación y fiesta de la salvación».
El motivo general para la reflexión lo da el tema del encuentro, «La familia: el trabajo y la fiesta». Una elección que se ha revelado una «feliz intuición», corroboró el cardenal Scola, pues en él se resumen «los aspectos principales de la vida cotidiana de cada uno de nosotros, de todas las personas, que están siempre en relación, en relación con las demás». La familia, de hecho, «permite la comprensión y el desarrollo de las dos diferencias constitutivas del hombre: la diferencia sexual entre el hombre y la mujer, y la de las diferentes generaciones de hijos, padres, abuelos. Custodiando estas dos diferencias en la unidad, la familia es la escuela primera e insustituible de comunión». El trabajo «es el ámbito en que todo hombre y toda mujer se expresan a sí mismos y colaboran con sus propias habilidades, también con su esfuerzo, en la acción creadora del padre y en la redentora de Jesús».
En la relación entre familia y trabajo, por último, se inserta el descanso, «que favorece el equilibrio, da un ritmo a los afectos y al trabajo, porque es el espacio de la re-generación, de la re-creación y alcanza su plenitud cuando se convierte en fiesta, es decir, en reposo, descanso gratuito, comunitario y lleno de alegría».