I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4,1-8
Querido hermano: Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir. Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas. Tú estate siempre alerta; soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
Sal 70,8-9.14-15ab.16-17.22 R/. Mi boca contará tu salvación, Señor
Llena estaba mi boca de tu alabanza
y de tu gloria, todo el día.
No me rechaces ahora en la vejez,
me van faltando las fuerzas, no me abandones. R/.
Yo, en cambio, seguiré esperando,
redoblaré tus alabanzas;
mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación. R/.
Contaré tus proezas, Señor mío,
narraré tu victoria, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.
Y yo te daré gracias, Dios mío,
con el arpa, por tu lealtad;
tocaré para ti la cítara, Santo de Israel. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12,38-44
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.» Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
II. Compartimos la Palabra
He mantenido la fe
Esta lectura nos trae una buena carga de esperanza y alegría. Vemos a Pablo, ya anciano, volviendo sin dejar de hacer aquello a lo que ha dedicado su vida: Predicar el Evangelio. Todo su existir ha estado entregado a esta tarea y hoy nos comunica, nos comparte la alegría de haber encontrado a Cristo.
Pablo fue hombre responsable de la Palabra que le fue confiada, pues la hacía autentica. Conocemos muchas maneras de proclamar la Buena Noticia. Pablo lo hace con verdad, manteniéndose siempre firme y fiel ante la adversidad, ante la falsa doctrina y sus seducciones. Así se lo advierte Timoteo. Nos conmueven especialmente sus palabras de despedida e interpelan nuestro caminar, el camino que recorremos hacia Dios: “Combatir el combate y recorrer la carrera hacia la meta. He peleado la noble pelea, he terminado la carrera, he mantenido la fe”. El mensaje de Pablo en este día es, sin duda, que es por Dios por quien vale la pena seguir caminando, vivir haciendo el bien a los demás, predicado el Evangelio del Amor, fieles a aquel encuentro que tuvimos con Jesús. Fieles y firmes en la FE.
Dios hace grande lo pequeño
Las actitudes de los maestros de la Ley que le molestan a Jesús son, ante todo, la vanidad y la hipocresía. Son personas de corazón impuro, que no saben ni quieren entregarse a Dios aunque viven a su costa y a la del pueblo fiel. Su única preocupación es ser más que los otros y su amor está puesto en ellos mismos. Hasta podríamos decir que se sienten indispensables para la causa de Dios Nada más lejos de la realidad, les señalará Jesús a sus discípulos, al poner en medio a la pobre viuda. Persona de corazón puro que, con su gesto, concede a Dios toda la grandeza y soberanía que tiene ante el hombre. Ella, al contrario de los ricos del templo, manifiesta sin ser vista ni tomada en cuenta que ama a Dios y que le entrega su corazón, su vida entera expresado en todo lo material que tenía, en esas dos monedas.
De nuevo nos damos cuenta cómo Dios hace grande lo pequeño, enaltece al humilde fecunda lo estéril y es que Dios siente predilección por la nada, por lo que ni cuenta a los ojos vanidosos y orgullosos de los hombres. ¡Cuanta infelicidad! A Dios se le da lo que se necesita para que obre grandezas, se le da nuestra nada para que Él la convierta en Todo. “Recoger nuestra nada, presentarla ante Él, ofrecérsela con todo el corazón y dejar que descienda sobre ella su bendición y… multiplicación. La santidad se vuelve entonces cada vez más, como la nada del hombre repleta por completo de Dios.” A. Cecini.
MM. Dominicas Monasterio Sta. María la Real
Bormujos (Sevilla)