Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB
Etimológicamente significa “señorial. Viene del griego.
Hay santos o santas como Santa Isabel de la Trinidad que, después de pasar tan sólo cinco años en el Carmelo de Dijón, escaló la cima de la santidad.
Ciro era un joven del siglo IV. Cuenta la leyenda que había en Tarso, Turquía, un juez llamado Alejandro cuya felicidad mayor consistía en condenar a los cristianos a la pena de muerte.
Ciro, que tenía sólo cinco años, se le metió en la cabeza que quería ser mártir. El ejemplo arrastra más que las palabras.
Un día que había audiencia pública, se presentó ante el tribunal. Se deslizó por la escalera y llegó justo al lado de Alejandro. Le gritaba a los oídos: "Soy cristiano".
Echando imaginación al hecho, hay que suponer al juez y a su lado un niño que le dice que era cristiano. Se llenaría de extrañeza y los mismos verdugos de espanto.
En seguida pusieron orden, callaron al niño porque estaba blasfemando contra los dioses del imperio.
Pero el niño no se callaba. Es más, cuanto más le decían que se callara, más gritaba.
Era ágil como un gato. Corría, se escondía en los muebles o detrás de las estatuas.
Y cada vez gritaba más fuerte: "Soy cristiano". El juez, harto de escucharle, mandó que lo atrapasen. Ya en su presencia, lo cogió como si fuera un gato, y lo estrelló contra los muros.
No se dice nada si Alejandro se volvió loco o se suicidó por tamaña afrenta. Más tarde, Ciro se hizo muy célebre entre todos los cristianos por haber despreciado a uno de los tiranos más grandes de aquel tiempo.
Sus reliquias se llevaron de una parte para otra. A Francia llegaron bastantes. Y de aquí le viene el nombre a muchas localidades.