CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE LA IMPORTANCIA DEL PRÓJIMO (LC. 1, 57-66. 80).
En este trozo del Evangelio nuestro Padre Dios crea maravillosamente al precursor de su Hijo, Juan el Bautista, animado profundamente por el Espíritu Santo. Lo cual nos mueve a mostrar nuestra profunda gratitud a Dios por haberlo preparado y creado de esta manera.
Ya que el sentido y razón de toda su existencia, y de su ministerio fue preparar: la venida, el inicio del ministerio público de Jesús en favor nuestro; pues lo anuncia ya cercano, motiva a sus seguidores a una verdadera conversión, a fin de que todos le ofrezcan un digno recibimiento; a él le toca señalar claramente su presencia entre nosotros: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1,29). Su existencia y su misión se consumen en ser testimonio viviente del Hijo de Dios. Ha vivido únicamente para decirles y para decirnos a todos, que Jesús es el único al cual dirigir la mirada, él único del que podemos esperar la resolución, seguramente positiva, de nuestros problemas.
En Juan encontramos un hombre de gran humildad y realista, pues en el momento oportuno aleja la atención de la gente de sí mismo para concentrarla en Jesús. El está totalmente atraído por “aquel que está por venir”. Sabe y pone en práctica que entre él y el mesías hay una distancia abismal; no se siente ni siquiera digno de: “desatarle las correas de sus sandalias” a él únicamente le interesa que Jesús se reafirme y que la gente lo busque. Claramente nos enseña que toda preocupación y servicio a nuestros hermanos es más importante que el buscar nuestro propio beneficio, pues de esta manera, saldremos con nuestro testimonio, ambos dignamente beneficiados; del otro modo, únicamente nosotros buscaremos nuestro bien. Actitud que Juan y sobre todo Cristo no recomiendan, ni aceptan.
El mensaje que Juan el Bautista encarna y nos presenta es de gran actualidad, pues desafortunadamente movidos, en gran parte por nuestro egoísmo, olvidamos que el servir, el amar y el darle importancia a nuestro prójimo es el camino, es la manera más eficaz de darle sentido y la justa importancia a nuestra existencia; pues olvidamos que la humildad y el compartir lo mejor de nosotros a los demás, es la regla de oro que hoy Juan el Bautista y Cristo encarnan y la hacen vida, aunque tengan que desaparecer, a fin de que nosotros aparezcamos y cumplamos la gran misión que Dios nos da a realizar: hacer que los demás vivan y lleven su existencia de acuerdo a la voluntad de Dios.
Obispo de la Diócesis de Ciudad Obregón