2012-07-07 Radio Vaticana
(RV).- A la memoria aún viva del Concilio Ecuménico Vaticano II, nuestro director general, el P. Federico Lombardi, dedica su editorial para el semanario Octava Dies del Centro Televisivo Vaticano.
(Audio) El próximo lunes 9 de julio el Papa hará una breve visita a la casa de los Verbitas en Nemi, no sólo para saludar a los Superiores y a los participantes en el Capítulo del famoso instituto religioso misionero, sino también porque en aquel lugar, en el año 1965 él –joven teólogo, perito conciliar- había participado en reuniones de profundización y reelaboración de textos, en el vivaz y fecundo clima de estudio, debate y oración que acompañaba y preparaba las plenarias de los Padres Conciliares en San Pedro.
En días pasados, en una bella entrevista, el Cardenal Tucci evocaba el trabajo análogo que se desarrolló en Ariccia para la preparación de la Constitución “Gaudium et spes” sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, con la participación activa del joven Obispo Wojtyla, cuyas intervenciones contribuían a la formulación de la famosa frase: “Sólo en el misterio del Verbo encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre” (n. 22), que, no es casual, ha sido la más frecuentemente citada por Juan Pablo II.
Parece que los participantes en el Concilio que aún viven son unos treinta, entre Padres Conciliares y expertos, y sus testimonios suscitan una ola de emoción en quien, como nosotros –aun no implicados directamente– recuerda bien aquel tiempo extraordinario de fervor, entusiasmo y esperanza.
Esperamos que el 50° aniversario que nos preparamos a celebrar en octubre sea ocasión para reconectarnos de modo vital a aquel clima de escucha del Espíritu, de modo que también la relectura actual de los textos se produzca en la línea de la “hermenéutica de la reforma, de la renovación en la continuidad del único sujeto-Iglesia que el Señor nos ha donado, que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del Pueblo de Dios en camino” (Discurso a la Curia romana, 22 de diciembre de 2005). Así nos exhorta sabiamente Joseph Ratzinger, testigo privilegiado y más que autorizado, entonces perito conciliar y hoy Papa.
(Traducción de María Fernanda Bernasconi – RV).