I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Miqueas 2,1-5
¡Ay de los que meditan maldades, traman iniquidades en sus camas; al amanecer las cumplen, porque tienen el poder! Codician los campos y los roban, las casas, y se apoderan de ellas; oprimen al hombre y a su casa, al varón y a sus posesiones. Por eso, dice el Señor: «Mirad, yo medito una desgracia contra esa familia. No lograréis apartar el cuello de ella, no podréis caminar erguidos, porque será un tiempo calamitoso. Aquel día entonarán contra vosotros una sátira, cantarán una elegía: "Han acabado con nosotros, venden la heredad de mi pueblo; nadie lo impedía, reparten a extraños nuestra tierra." Nadie os sortea los lotes en la asamblea del Señor.»
Salmo 9: R. No te olvides de los humildes, Señor.
¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado. R.
El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
«No hay Dios que me pida cuentas.» R.
Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho
para matar a escondidas al inocente. R.
Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 14-21
En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi alnado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.»
II. Compartimos la Palabra
¡Ay de los que proyectan iniquidades y traman el mal durante la noche!
Miqueas se enfrenta con los poderosos de su época y denuncia con valentía sus despropósitos: las maldades que meditan en la noche en las horas de las tinieblas y al amanecer las cumplen, porque tienen el poder y abusan de él. No sólo en el tiempo de Miqueas, sino también en nuestro tiempo actual, sigue habiendo estas maldades porque sigue habiendo poder. Todo poder llama a la codicia, a las iniquidades, roban siempre que pueden, oprimen a los demás, sólo piensan en sí mismos.
Pues en nuestro mundo continúan los atropellos contra los débiles, las injusticias flagrantes, los abusos cínicos por parte de los poderosos. Estos abusos de los poderosos son las causas de las crisis que pasan muchos países mientras los poderosos viven a lo ancho. Podemos recitar las palabras de nuestro querido beato Juan Pablo II en la encíclica de «Sollicitudo rei socialis», de 1987. O las voces proféticas de tantos misioneros, cristianos o simplemente personas honradas, en muchas partes del mundo.
Pero Dios nos dice por medio del profeta que nada queda sin castigo y que nadie escapa de su mano. Aunque los poderosos digan, como el salmo 35, “El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado: «No tengo miedo a Dios, ni en su presencia. Porque se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta y aborrecida». Dios es bueno a las buenas, pero cuando atentan contra la vida del pobre y desvalido. Dios sale en su defensa, y quizás no veamos ahora su castigo, pero a todo llega su hora y su tiempo. «Dios está con nosotros ¿Quién contra nosotros?».
Anunciará la justicia a las naciones
Las respuestas de Jesús sobre el sábado, que leíamos ayer, no les gustó nada a los fariseos, que «planearon el modo de acabar con él». Jesús, aunque intentaba no provocarles innecesariamente, siguió con su libertad y entereza.
Pocas citas del Antiguo Testamento aduce Mateo tan detalladamente. Con esta cita se nos ofrece una llave para comprender al Mesías. Al retirarse Jesús obligado por los demás, se traduce en él la imagen del siervo de Yahveh que se encuentra en Isaías. Dios no anula nada de lo que ha dotado a su siervo desde el principio. Jesús es su «Hijo amado», en quien el alma de Dios se complace, cuando se revela en el bautismo del Jordán. El profeta dice que las palabras del Mesías tienen validez para todas las naciones, por tanto no sólo a Israel. Por eso Mateo afirma que lo que dice Isaías sobre el siervo de Yahveh, se cumple a la perfección en Jesús: anuncia el derecho, pero no grita ni vocea por las calles. Tiene un modo de actuar lleno de misericordia: la caña cascada no la quiebra, el pábilo vacilante no lo apaga. Ayer decía aquello de «misericordia quiero y no sacrificios». Él es el que mejor lo cumple con su manera de tratar a las personas.
Los que seguimos a Jesús tenemos aquí un espejo donde mirarnos, si hemos aprendido o no las principales lecciones de nuestro Maestro:
- Tenemos que anunciar el derecho, es decir, hacer llegar el mensaje de Cristo a las personas.
- Pero no debemos imponer, sino proponer no vocear y gritar, coaccionando, sino anunciar motivando, respetando la situación de cada persona.
- Cuando vemos una caña cascada o un pábilo vacilante o sea, una persona que está pasando momentos difíciles por sus dudas o problemas, la enseñanza de Jesús es que le ayudemos a no quebrarse del todo, a no apagarse; que le echemos una mano, no para humillarla más, sino para levantarla y darle una nueva oportunidad.
Es lo que continuamente hacía Jesús con los pecadores y los débiles y los que sufrían. Es lo que tendríamos que hacer nosotros si somos buenos seguidores suyos.
Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas
Bormujos (Sevilla)