2012-07-16 L’Osservatore Romano
Los documentos del Concilio Vaticano II contienen una riqueza enorme para la formación de las nuevas generaciones cristianas. Benedicto XVI ―en Frascati ayer, domingo 15 de julio, durante su trigésima visita pastoral en Italia― ha vuelto a recalcar la importancia de ese fuerte período que la comunidad cristiana se prepara a vivir a partir del próximo octubre, cuando, a los cincuenta años de la asamblea ecuménica, inaugure el Año de la fe y el Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización.
Ha sido una homilía rica de contenidos la que pronunció el Papa en la misa celebrada en la ciudad tuscolana. Recordó la responsabilidad de quienes directamente llama Jesús a colaborar en su misión, los cuales jamás deberán apuntar a una acogida favorable o al dinero, y cuando sean rechazados deberán seguir "predicando lo que Dios dice y no lo que los hombres quieren oír decir". La Iglesia ―añadió― "no predica lo que quieren oír decir los poderosos"; no busca aplausos ni poder humano. Su único criterio "es la verdad y la justicia". La misión apostólica ―repitió― debe siempre comprender "la predicación de la Palabra de Dios y la manifestación de su bondad con gestos de caridad y de servicio". Por ello es muy importante la formación de los cristianos, en particular de los jóvenes. No por casualidad, Benedicto XVI, antes de dirigir la oración mariana del Ángelus en Castelgandolofo, relanzó la visión histórica de san Buenaventura de Bagnoregio y el estilo de vida de san Francisco de Asís, subrayando que la obra de Cristo y de la Iglesia progresa siempre.