EXPERIENCIA DE FRATERNIDAD ENTRE LOS PUEBLOS

2012-07-23 L’Osservatore Romano
El maligno intenta siempre arruinar la obra de Dios, sembrando división en el corazón humano y también en las relaciones interpersonales, sociales, internacionales. Por tanto es necesario aprovechar la ocasión que representan los ya próximos Juegos olímpicos en Londres y vivirlos como «una experiencia de fraternidad entre los pueblos de la Tierra». Por eso Benedicto XVI —dirigiéndose a los numerosos peregrinos que acudieron ayer, domingo 22 de julio, a Castelgandolfo para la cita de la oración mariana — pidió rezar, demostrando cómo la Iglesia católica contempla este acontecimiento de relevancia mundial y de «fuerte valor simbólico», con «particular simpatía y atención».

Inspirándose en la liturgia dominical, el Papa había recordado que «el maligno siembra guerra» mientras que «Dios crea paz». Para responder a este reto y realizar aquella obra de reconciliación radical de la que el mundo tiene una necesidad urgente, es necesario recorrer los pasos de Jesús y hacerse «Cordero». El Pontífice puso el acento particularmente en la gran oportunidad que precisamente los Juegos olímpicos representan y volvió a subrayar el concepto poco antes expresado, también en el saludo dirigido a algunos grupos de fieles de lengua inglesa presentes en el patio del Palacio apostólico de Castelgandolfo. Asimismo evocó a propósito el antiguo «espíritu de la tregua olímpica», invocado en los albores de la manifestación en la antigua Grecia, para pedir una tregua entre los beligerantes de manera que garantice a los atletas que llegaban a Olimpia el paso seguro en territorios enemigos. Igualmente en las palabras dirigidas a los fieles provenientes de diversos países del mundo, el Pontífice ha revelado haber «quedado profundamente conmocionado por la insensata violencia desencadenada en Aurora», ciudad estadounidense de Denver, y «entristecido por la pérdida de vidas humanas» en el desastre del barco naufragado frente a la costa de Zanzíbar, en Tanzania. Aseguró la participación y cercanía a las familias de las víctimas y de los heridos, «especialmente de los niños».