Lecturas del Miercoles, Decimoctava Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mié, 2012-08-08

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de Jeremías 30,1-2.12-15.18-22:

Palabra que Jeremías recibió del Señor: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "Escribe en un libro todas las palabras que he dicho. Porque así dice el Señor: "Tu fractura es incurable, tu herida está enconada; no hay remedio para tu llaga, no hay medicinas que te cierren la herida. Tus amigos te olvidaron, ya no te buscan, porque te alcanzó el golpe enemigo, un cruel escarmiento, por el número de tus crímenes, por la muchedumbre de tus pecados. ¿Por qué gritas por tu herida? Tu llaga es incurable; por el número de tus crímenes, por la muchedumbre de tus pecados, te he tratado así." Así dice el Señor: "Yo cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob, me compadeceré de sus moradas; sobre sus ruinas será reconstruida la ciudad, su palacio se asentará en su puesto. De ella saldrán alabanzas y gritos de alegría. Los multiplicaré, y no disminuirán; los honraré, y no serán despreciados. Serán sus hijos como en otro tiempo, la asamblea será estable en mi presencia. Castigaré a sus opresores. Saldrá de ella un príncipe, su señor saldrá de en medio de ella; me lo acercaré y se llegará a mí, pues, ¿quién, si no, se atrevería a acercarse a mí? –oráculo del Señor–. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios."»

Sal 101,16-18.19-21.29 y 22-23 R/. El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria

Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión,
y aparezca su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones. R/.
Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte. R/.
Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia,
para anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén,
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes para dar culto al Señor. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14,22-36:

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.» En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.» Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaron quedaron curados.

II. Compartimos la Palabra

“Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios”

En este capítulo 30 comienza el así llamado “Libro de la consolación”. Jeremías comunica al pueblo el oráculo de Yahveh. Dios no puede abandonar a su pueblo, él siempre perdona: “soy Dios y no hombre” dirá Yahveh en el libro de Oseas.

Primero recuerda al pueblo la situación en la que ha caído por haber abandonado a su Dios. Israel tiene una llaga incurable; los que se decían amigos suyos lo han olvidado. Todo a causa de la muchedumbre de los pecados del pueblo, por su ingratitud e infidelidad, pero el Dios “siempre fiel” sale a su encuentro, no para castigarlo sino para anunciar que Él cambiará la suerte de los hijos de Jacob. El Dios compasivo ayudará a reconstruir sus ciudades y sus palacios, se asentará entre su pueblo, ya no tendrán reyes extranjeros, el trono lo ocupará un príncipe de su mismo pueblo. Israel volverá a ser la gloria y la alabanza de Yahveh, saltará y gritará de alegría. Volverán a ser sus hijos como en los tiempos pasados: ¡Oráculo de Yahveh!: Israel volverá a ser su pueblo: “Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios”.

También nosotros estamos llamados a ser la gloria de Dios, contamos con una ayuda que nunca falla, Cristo, que sólo nos pide que le sigamos fielmente.

“¡Hombre de poca fe! ¿por qué has dudado?”

Ante las dificultades de la vida, muchas veces acudimos a la oración pidiendo ayuda, pero surge la duda, el miedo, la falta de fe. También Jesús puede decirnos, como a Pedro, ¡Hombre de poca fe! ¿por qué has dudado?

Sólo el encuentro íntimo, personal, con Jesús, puede aumentar nuestra fe en Él; esa fe que puede trasladar montañas.

Contemplamos a Jesús después de la multiplicación de los panes, despidiendo a la gente. De allí se va al monte, a orar. Jesús sirve a los hermanos, pero busca la soledad y el encuentro con el Padre. Aprendamos de Jesús a vivir esa intimidad con Dios que robustece nuestra fe.

Fe que nos da la fuerza para caminar entre las tempestades de la vida. Pero muchas veces nos pasa lo mismo que a Pedro: dudamos, pedimos con fe y estamos dispuestos avanzar pero, ante las dificultades, surge la duda y comenzamos a hundirnos. Gritemos como Pedro: “¡Señor!, ¡sálvame!”, su mano amiga y poderosa nos salvará. Al final, al salir a flote, podremos confesar con el apóstol: “Realmente eres el Hijo de Dios,” nuestro único salvador.

Hna. María Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario