2012-08-10 Radio Vaticana
(RV).- Esta mañana el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y arzobispo de Génova ha celebrado la Misa en la catedral dedicada a san Lorenzo, en ocasión de la Fiesta del santo Patrono. En su homilía el purpurado ha hablado de este santo que entregó su vida por Cristo durante la persecución del emperador Valeriano, en el siglo III, cuatro días después del martirio del Papa Sixto II y otros cuatro diáconos más. Murió abrasado a fuego lento en una parrilla.
Lorenzo, que se encargaba de administrar los bienes de la Iglesia de Roma, ha explicado el cardenal, ante la pretensión de entregarlos al emperador, toma una decisión sorprendente y altamente simbólica: los entrega a los pobres y los presenta a Valeriano. Con un solo gesto, significa dos cosas: que en la Iglesia todo bien es destinado a los pobres, y que los pobres son el verdadero tesoro de la Iglesia.
El gesto de Lorenzo y su martirio, ha afirmado el arzobispo de Génova, fueron motivo de discusión en el mundo pagano: ¿no hubiera sido más lógico salvar la vida y obtener honores cediendo ante el poderoso? ¿Por qué beneficiar a los miserables y morir de una manera tan cruel? La opción del diácono mártir fue: la fe en Jesús. Pero si Lorenzo no hubiera hablado, su martirio hubiera pasado a la historia como el acto de un loco. “No es suficiente, ha afirmado el cardenal, el testimonio cristiano, como a veces se piensa, es necesaria también la palabra clara y valiente que acompaña los actos e ilumina su significado. El solo testimonio puede resultar una rareza. La palabra en cambio ilumina”.
Su martirio anuncia una verdad que está más allá y por encima de la autoridad humana y el conformismo dominante. En el "non serviam" al emperador, ha señalado el presidente de los obispos italianos, indica que su modo de actuar es viejo y anticuado; dice que una nueva realidad ha aparecido y que, a pesar del abuso, el nuevo mundo ya ha ganado la partida, aunque ahora sucumba. Lorenzo no quería defender las riquezas de la Iglesia, sino la libertad de la Iglesia.
La Iglesia no quiere reivindicar primados o títulos, sino que con la ayuda de Dios cumple con su deber para dar voz a los pobres, a los jóvenes, los ancianos y los enfermos, la familia. También hoy escucha con ansia a los trabajadores que están preocupados por el empleo, a los jóvenes que no logran entrar en la sociedad que produce y les da voz, sin populismos. Al mismo tiempo, la Iglesia tiene la misión de anunciar el Evangelio
Y se ha preguntado el cardenal Bagnasco: ¿la voz del cristianismo y su obra pueden tener un impacto significativo? ¿O deberían resignarse a ser considerados una presencia socialmente útil? Creo que, sin dejar de mirar a nuestro santo, podemos responder lo siguiente: si es cierto que el mal influye en el modo de pensar y de actuar, es cierto que esto sucede también para el bien. Los cristianos, como es su deber, han sido y seguirán siendo un fermento en la sociedad con confianza y espíritu de servicio, concientes de haber recibido un yacimiento inagotable valores religiosos, humanos y culturales”. (ER – RV)