Ecos de los Juegos Olímpicos

Escrito por  Mons. Rodrigo Aguilar Martínez

Recojo algunos ecos de los recién concluidos Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Desde luego tenemos la excelente organización en la preparación y ejecución de los eventos por la Ciudad y el País anfitrión. Diversos comentaristas mencionaban la atmósfera familiar que se vivía en las calles y lugares de los encuentros deportivos; también la disposición cálida y amigable de los voluntarios y, en general, de los londinenses, para ayudar a los extranjeros. Se vivía el espíritu olímpico simbolizado en los cinco aros entrelazados: el encuentro y el diálogo entre los países de los cinco continentes, superando barreras de lengua, raza, cultura y religión.

También sorprende cómo los deportistas, en diversas disciplinas, imponían nuevos records olímpicos y mundiales, signo del perfeccionamiento de la condición humana en la integración de sus facultades: lo físico unido a lo mental, a lo anímico, a la fuerza de voluntad. No me detengo en ponderar las excelentes capacidades de algunos atletas o equipos extranjeros; me concentro en felicitar a los mexicanos que han obtenido medallas; pero no sólo, sino también a quienes han participado en esta Justa Olímpica, pues han tenido su mérito al aprobar los requisitos previos. Desde luego que felicito a los entrenadores y personal que ha hecho posible haber participado en los Juegos mencionados.

Sin dejar de reconocer que éstos han sido los Juegos Olímpicos en que más ha destacado México en el extranjero –o sea sin contar los Juegos Olímpicos celebrados en México 1968, en que obtuvimos 9 medallas-,  nuestro País, por diferentes aspectos –número de población, recursos físicos, atléticos, económicos, por mencionar algunos- puede rendir más en número de medallas. Hay algunas disciplinas en las que en otras épocas se ha destacado más, por ejemplo el box, la marcha o el maratón; hay, en cambio, disciplinas que se están consolidando, como el tiro con arco, el taekwondo, los clavados, y ahora tenemos el regocijo de la medalla de oro en futbol… aunque no podemos dejar de relacionar esta medalla de oro con la llamada selección mayor y que acaba de perder en juego amistoso con Estados Unidos y en el mismísimo Estadio Azteca. Ahí queda para muchas reflexiones: ¿es un frentazo para poner los pies en la tierra en cuanto a futbol se refiere? ¿o son dos situaciones diferentes en el mismo deporte mexicano?... Mejor vuelvo a los ecos de los Juegos Olímpicos.

Sin la pretensión de alimentar el delirio de las medallas por las medallas mismas y para imponerse a otros países, sino de competir en espíritu de hermandad, que eso significan los cinco aros entrelazados, no deja de ser una enseñanza motivadora lo que se ha conseguido en el futbol y en otras disciplinas. No podemos concluir que haya sido suerte, pues cada paso se ha ganado a pulso. Se fue mejorando paulatinamente en el sentido de consistencia personal y de trabajo en equipo, se creció en autoestima y en estima de los demás. En síntesis, hay una nueva mentalidad. Esto es valioso que lo traslademos a tantas otras facetas no sólo del deporte, sino de la vida diaria, educativa, laboral.

Es pertinente comentar que está por terminar el período de vacaciones escolares y regresar a clases. Maestros, alumnos y todos nos podemos involucrar en el espíritu olímpico aplicado a los proyectos personales, familiares y sociales. Un nuevo año escolar es propicio para formular y disponerse a ejecutar programas de aprendizaje y superación integral.

Como Obispo, en mi condición de pastor espiritual no puedo dejar de invitar a un salto de calidad. Tomo en cuenta el mensaje de san Pablo: “¿No saben que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corran de manera que lo consigan! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado.” (1Cor 9,24-27). En dicho texto, san Pablo se refiere a los Juegos Ístmicos, que se celebraban en Corinto, ciudad griega, semejantes a los Juegos Olímpicos; hace referencia a la corona de laurel que recibía el triunfador. El centro del mensaje es el énfasis que hace san Pablo en cómo los atletas se privan de todo por una corona corruptible; con mayor razón nosotros estemos dispuestos a sacrificarnos por la corona incorruptible de la vida eterna, que se va alcanzando con la forma de asumir y llevar la vida terrena. Pero no debo pensar sólo en motivar a los demás, sino saber dar ejemplo, no sea que yo mismo resulte descalificado. La entrega, la disciplina, la vida sacrificada, toda la motivación del atleta en lo deportivo, yo lo debo y quiero asumir en la perspectiva del Reino de Dios, de modo que pueda predicar más con el ejemplo que con las palabras; de esta manera espero no resultar descalificado e incluso entusiasmar a otros para que también se conviertan en estímulo para los demás.

+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
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Nacional