"Yo soy el pan vivo bajado del cielo".
Tema general: el banquete de la Sabiduría y el banquete eucarístico que ofrece Jesús.
Primera lectura: Proverbios 9,1-6.
Marco: El c. 9 pertenece a una amplia colección de proverbios que constituyen el prólogo. El fragmento que proclamamos hoy podría titularse o la Sabiduría prepara su banquete que ofrece a los hombres o la Sabiduría se presenta como hospitalaria para los hombres.
Reflexiones:
1ª: ¡La Sabiduría se presenta como una anfitriona que prepara un banquete!
La Sabiduría ha preparado el banquete... mezclado el vino y puesto la mesa. Es frecuente en la Escritura presentar literariamente a la Sabiduría en términos domésticos y familiares. Preparar el vino es la prima preocupación y tarea de un buen anfitrión. Si ahora ocurre algo parecido, en el medio ambiente hebreo el vino es un elemento fundamental para celebrar cualquier acontecimiento familiar o nacional. De ahí que se entienda por qué en la cena pascual judía sea obligatorio beber, aunque sólo fuera un poco, de cuatro diferentes copas rituales que expresan la solemnidad de la celebración. La Sabiduría prepara el vino quiere decir que invita a los hombres a acercarse a ella como a una fiesta para ser felices, para conseguir el bienestar y la comunión entre los comensales. En la misma línea habría que entender la frase “prepara la mesa”. Anteriormente nos ha dicho el autor que la Sabiduría “se ha construido una casa”. Todo respira ambiente de comunión, de intimidad, de bienestar. Sería conveniente insistir en toda esta simbología que rodea la presentación y actividad de la Sabiduría.
Segunda lectura: Efesios 5,15-20.
Marco: Seguimos la proclamación del capítulo 5, como en el domingo anterior, de tal manera que el fragmento que proclamamos hoy pertenece también a la exhortación con el tema de la vida nueva en Cristo. El autor de esta carta desciende a la vida concreta del creyente en medio del mundo.
Reflexiones:
1ª: ¡Observar e interpretar los signos de los tiempos!
Fijaos bien cómo andáis... Sabed comprar la ocasión, porque vienen días malos. En todos los momentos de la historia ha sido necesario estar capacitados para la comprensión y la interpretación de lo que acontece alrededor. Pero el autor de esta carta piensa en la situación de la comunidad y de los creyentes en general. La situación es preocupante tanto mirando a la comunidad en sí misma como mirándola frente al exterior. En sí misma porque se han infiltrado maestros que discuten la primacía de Cristo. Y la consecuencia inmediata es el riesgo de la unidad y de la comunión entre los hermanos, de la que ha hablado en el capítulo anterior. La unidad es un valor imprescindible para vivir el evangelio y para anunciarlo con unas garantías mínimas de que va a ser aceptado. Desde el exterior, la comunidad cristiana es, sociológicamente hablando, todavía una realidad minúscula en medio de la gran ciudad. Es necesario todo tacto y toda prudencia en el comportamiento. La Iglesia de hoy debe estar atenta también a los signos de los tiempos para realizar su misión en medio de este mundo en el que está inmersa y para el que es sacramento de salvación. Es necesario que el Evangelio sea presentado de una manera inteligible para los hombres de nuestro tiempo. Los creyentes poseen la clave interpretativa de los acontecimientos que suceden en la historia recurriendo a la Escritura meditada y saboreada constantemente. Y pueden ofrecer a sus hermanos los hombres otras perspectivas que sólo aparecen implícitamente en los hechos. Y estos hechos con frecuencia abruman a nuestros hermanos los hombres y a nosotros mismos. Ofrecer la clave en que nos apoyamos para entenderlos es una obligación y una excelente prueba de solidaridad verdadera y genuina. Y también hoy la comunión y la unidad son imprescindibles para una adecuada evangelización.
Evangelio: Juan 6,51-59.
Marco: seguimos en el capítulo 6 del evangelio según san Juan. El fragmento que proclamamos hoy está centrado plenamente en Jesús ofrecido al mundo como Pan-Eucaristía.
Reflexiones:
1ª: ¿Pide Jesús lo irracional?
Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Hemos recordado repetidamente que en la presentación del evangelio de Jesús Juan utiliza dos elementos fundamentales, pero el uno supeditado al otro, como son los signos realizados por Jesús y los discursos que tienen lugar a continuación del signo. Pues bien, el lector no puede perder de vista que en el capítulo 6 de Juan se narran dos signos: la multiplicación de los panes y Jesús caminando sobre las aguas venciendo las leyes de la gravedad. Este signo está presentado por Juan para que se pueda comprender lo que aparentemente es irracional. Esa es su dinámica y solo teniéndola en cuenta en su globalidad podemos entender su mensaje. Si Jesús puede caminar sobre las aguas sin hundirse (signo) prepara para la afirmación de que es necesario comer su carne y beber su sangre. De nuevo aparece el malentendido entre sus oyentes. Bien es cierto que nosotros leemos un texto redactado a finales del s. I de nuestra era. ¿Cómo se planteó este asunto directamente con sus primeros oyentes? Es un asunto difícil de determinar. En todo caso, lo que nos interesa es que Jesús tiene previsto un modo de que ello sea posible. Todo menos que Jesús invite a la antropofagia. El es la Sabiduría que prepara la mesa, que ofrece un espléndido banquete. Él hace realidad lo que la primera lectura ofrecía como anuncio preparatorio. Sabemos que ha querido ocultarse en el pan y el vino que son alimentos básicos para la humanidad y que expresan fuertemente la comunión y solidaridad entre los hebreos.
2ª: ¡La participación en la carne y en la sangre necesaria para disfrutar de la presencia de Jesús en el hombre y entre los hombres!
El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. Estas afirmaciones de Jesús se entenderán un poco mejor si recordamos lo que significa para los hebreos comer del mismo pan o beber de la misma copa. Entre ellos, más que entre nosotros, el comer un bocado del mismo pan establece una corriente vital muy intensamente experimentada. El proceso es relativamente sencillo: el pan se convierte en el cuerpo del que lo come en sangre; han comido del mismo pan, por tanto esa sangre es idéntica entre los dos que comieron el mismo pan. Y como la sangre es la expresión de la vida, comparten profunda y realmente la misma vida. Entendidas así las expresiones de Jesús tienen otro sentido más comprensible. La solidaridad entre los hebreos es muy fuerte por el sentido familiar y tribal que tienen. Las palabras de Jesús son, de este modo, elocuentes. Me atrevo a recordar una anécdota entre los árabes. Ellos significan, en cierto modo, también la continuidad de esta mentalidad. Y tienen muy fuerte el sentido de clan y tribu y la venganza ante algún agravio a un miembro de la propia tribu. Pues bien, si alguien comete un agravio grave contra algún miembro de un determinado clan o familia que merece la muerte como reivindicación pero logra entrar en una tienda perteneciente al mismo clan y probar bocado o sólo un poco de sal con ellos, ya no lo ejecutarán la reivindicación sometiéndolo a la muerte reparadora. Ese bocado les ha hermanado a todos y a un hermano no se le mata como reivindicación del agravio cometido. Sólo es posible la comunión con los demás si se realiza esta comunión interpersonal con Jesús a través del Sacramento. Es necesario recuperar entre nosotros algunos aspectos de este modo de ver las cosas para revitalizar, en nuestra Iglesia, el sentido profundo de auténtica comunión y sincera y comprometida solidaridad.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)