A vueltas con la laicidad

Escrito por  Secretaría de Relaciones Públicas e Institucionales CEM

El caso del conflicto de la Nueva Jerusalén en Michoacán nos trae de nueva cuenta un tema de gran actualidad, aunque no suficiente debatido y entendido como es el tema de la laicidad. Algunos círculos académicos e intelectuales parecen no haber entendido suficientemente este tema y sus implicaciones para la ciudanía.

Foros, talleres, cursos, mesas redondas, literatura a montones y un sinfín de comentarios, no hacen más que confundirnos y lo que es peor, se convierten en una batería de ataques a la Iglesia católica porque muchos de estos actores la ven como enemiga del estado laico. Los que así piensan no han comprendido lo que significa laicidad en lo más profundo de su esencia. Sus argumentos son “simplistas” cuando atacan a la Iglesia en este y otros rubros.

Decir que la Iglesia, en caso de aprobarse el 24 Constitucional en los Estados, significaría inmiscuirse en el tema de educación, es una falacia. ¿Cuántas comunidades religiosas dirigen colegios y no por ello se mancilla la educación laica? Decir que la Iglesia está en contra de la mujer porque no apoya el aborto, raya el ridículo. No quieren o no tienen interés en saber todo lo que la Iglesia hace en bien de la mujer; de las jóvenes, sobre todo aquellas que tienen problemas y han sido dejadas al arbitrio de adultos que abusan de ellas o las explotan en todo sentido.

Queremos hacer mención del caso francés como estado laico por antonomasia, siendo conscientes de las distancias y los diferentes contextos; así mismo, presentaremos posteriormente los casos de Estados Unidos y España, haciendo consideraciones correspondientes a cada uno de estos modelos.

Según Henri Peña-Ruiz, uno de los grandes defensores de la laicidad francesa, la laicidad “consiste en liberar el conjunto de la esfera pública de toda iniciativa ejercida en nombre de la religión o de una ideología particular”.

La laicidad francesa fue una solución original a las grandes tensiones que tuvieron lugar en aquel país en el momento de romper el monopolio y de dar nacimiento al pluralismo religioso y a la emancipación del Estado respecto de la religión. La Revolución Francesa inició un camino que fue objeto de nuevas tensiones durante el siglo XIX entre dos visiones: la Francia “hija mayor de la Iglesia” y la Francia “hija de la Revolución”. En este contexto sumamente conflictivo y con un propósito de pacificación, se aprobó, después de más de un siglo de tensiones, la  ley de 1905, que estableció la completa separación entre las Iglesias y el Estado. Sin embargo, hasta la Constitución de 1946 no se determinó explícitamente  que Francia es una república laica.

La laicidad francesa se puede resumir en ocho afirmaciones o conceptos:

1.     El punto de partida es la igualdad en libertad de ciudadanos, y establece que la libertad de conciencia, de pensamiento, de ideología y de culto de todos los ciudadanos forma parte de las libertades públicas, con el único límite del orden público. Todas las creencias, convicciones, ideas y opiniones (religiosas o no) se equiparan y están sometidas al derecho común. Se pasa, pues, de la simple libertad religiosa a la libertad ideológica o de pensamiento.

2.     La completa separación entre Iglesia y Estado. “El Estado no reconoce, ni paga salarios, ni subvenciona ningún culto” (Art. 2 de la Ley de 1905). Las Iglesias ya no son de derecho público, sino sólo de derecho privado. Pueden funcionar internamente como una institución, pero socialmente ha de tomar una forma análoga a una asociación privada de derecho común.

3.     Las religiones dentro de la sociedad con sus enseñanzas morales no son impuestas, ni combatidas por los poderes públicos. Otras instancias, como la escuela, las sustituirán como instancia de socialización.

4.     Esta separación ha de entenderse como neutralidad del Estado en materia religiosa. Se considera que la neutralidad es una condición necesaria para garantizar la igualdad de todos los ciudadanos en el ejercicio en el ejercicio de la libertad de conciencia y a la autonomía de las confesiones respecto del Estado. Este se ausenta de todo lo que sea religioso para dejar libertad a todo y a todos.

5.     El espacio público. Es público aquello que concierne a todas las personas de una nación o comunidad política; es privado aquello que concierne a una persona o a varias, libremente asociadas. La laicidad supone un espacio público neutro, libre de toda creencia religiosa o ideológica, en el cual los ciudadanos evolucionen sometidos a un mismo trato, comparten los mismos derechos y deberes comunes y un mismo bien común, que los coloca más allá de las diferencias que discriminan. La laicidad pretende un orden político al servicio de los ciudadanos considerados como tales y no en función de su identidad nacionalista, étnica, de clase o religiosa.

6.     La laicidad no implica un vacío ético. Al contrario, el estado laico tiene una ética cívica o de mínimos compartidos, como son la dignidad de la persona humana y su libertad, los derechos humanos y las normas de convivencia democrática.

7.     En este marco, se propone una escuela pública laica, considerada como “santuario de la laicidad”. En la sociedad civil debe imperar la tolerancia dentro de los límites de las leyes. Los poderes públicos han de garantizar la tolerancia civil y por lo tanto deben ejercer esa tolerancia.

8.     Como consecuencia lógica, sólo la escuela pública y laica puede recibir dinero público, porque es la que asegura la dimensión libre y universal de lo que enseña. La enseñanza religiosa confesional debería impartirse siempre fuera de la escuela, porque trata de una forma concreta de enfocar el hecho religioso.

Los partidarios de la laicidad insisten en que no se trata de combatir la religión, sino de ir más allá de las diferencias religiosas estableciendo un espacio común para hombres y mujeres. La República laica no reconoce a ningún otro sujeto de derecho más que a la persona individual a la que hay que favorecer en su libertad.

Lo que sí queda claro es la total libertad para ejercer y practicar en público o en privado el credo que la persona profese. Laicidad no significa control de las conciencias o imposición de ideologías; significa respeto a lo que la persona piensa y hace, entendido todo ello, dentro de los límites de la ley.

Miremos adelante y no quedemos atrapados en prejuicios de un pasado que nos limita en nuestras libertades y nos impide trabajar juntos por un México más próspero.

Noticia: 
Nacional