Lecturas del Miercoles, Vigésima Segunda Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mié, 2012-09-05

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 3, 1 9

Hermanos:
No pude hablaros como a hombres de espíritu,
sino como a gente débil,
como a cristianos todavía en la infancia.
Por eso os alimenté con leche,
no con comida,
porque no estabais para más.
Por supuesto, tampoco ahora,
que seguís los bajos instintos.
Mientras haya entre vosotros envidias y contiendas,
es que os guían los bajos instintos
y que procedéis como gente cualquiera.
Cuando uno dice «yo estoy por Pablo»
y otro, «yo por Apolo»,
¿no sois como cualquiera?
En fin de cuentas,
¿qué es Apolo y qué es Pablo?
Agentes de Dios que os llevaron a la fe,
cada uno como le encargó el Señor.
Yo planté, Apolo regó,
pero fue Dios quien hizo crecer;
por tanto,
el que planta no significa nada
ni el que riega tampoco;
cuenta el que hace crecer,
o sea, Dios.
El que planta y el que riega
son una misma cosa;
si bien cada uno recibirá el salario
según lo que haya trabajado.
Nosotros somos colaboradores de Dios
y vosotros, campo de Dios.
Sois también edificio de Dios.

Sal 32, 12 13. 14 15. 20 21 R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.
Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón
y comprende todas sus acciones. R.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 4, 38 44

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. El, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban:
–Tú eres el Hijo de Dios.
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió a un lugar solitario.
La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo:
–También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.
Y predicaba en las sinagogas de Judea.

II. Compartimos la Palabra

“El que planta no significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios”

En la primera lectura encontramos a Pablo haciendo una lectura de lo que está pasando en la vida de la comunidad de Corintio. Los cristianos que componen aquella comunidad están pasando malos momentos: una serie de contiendas movidas por la envidia. Para Pablo, más allá de los hechos materiales, de los problemas, la envidia se encuentra como trasfondo de los problemas. Por eso, Pablo levanta la voz arremetiendo contra la envidia y los bandos que se han formado dentro de la comunidad: el bando de “yo soy de Pablo” y el de “Yo soy de Apolo”. Ni de Pablo ni de Apolo, sino de Dios, es la respuesta rotunda de Pablo. Pablo es consciente de su miseria, de sus debilidades… y por ello, sabe que la comunión, es decir la unidad de la comunidad, sólo se puede restaurar mirando a Dios. Frente a la envidia del ojo humano que sólo provoca discordia, Pablo propone la fuerza del trabajo común, del colaborar en común: Nosotros somos colaboradores de Dios.

"Tú eres el Hijo de Dios"

En el evangelio de este miércoles encontramos la curación de la suegra de Pedro y la curación de enfermos de todo tipo, incluso de personas poseídas por un “demonio”. Nos encontramos con un evangelio donde Jesús es presentado en "acción”, actuando, más que hablando, como sanador y liberador de las enfermedades y de los males de las personas que se acercan a él. Lucas nos presenta las dos facetas de la vida humana: la vida humana es salud y enfermedad. Todos tenemos esta experiencia que nos intenta transmitir Lucas: a veces nos encontramos bien y a veces nos encontramos mal. Esta es nuestra realidad. Jesús es mirado en este evangelio como sanador de enfermedades, como aquel que restaura el orden, la vida. La Palabra de Jesús es una palabra capaz de poner en orden la vida de cualquier ser humano. Sólo hay un requisito para la puesta en marcha del orden en nuestra vida: la fe, la certeza de que Jesús es el Salvador: "Tú eres el Hijo de Dios"

Tanto Pablo como Lucas nos piden en las lecturas de este miércoles que miremos a Jesús, a Dios, como sanador de nuestra vidas. Nuestras vidas están llenas de fragilidades, de remiendos, de fracturas… Si las miramos sólo con ojos humanos, duelen más todavía; si las miramos con los ojos de Dios se sanan: lo que era frágil resulta que se convierte en fuerza y poderío. Es el misterio de la fe.

Fray José Rafael Reyes González
Convento de San Clemente - Roma