BENEDICTO XVI INVOCA EL AMPARO DE MARÍA Y LE ENCOMIENDA LA IGLESIA

2012-09-08 Radio Vaticana
(RV).- El día en que los creyentes del mundo rezan con ternura y devoción ante la cuna de la Madre de Dios, recordando su Natividad, el Papa recibió a unos 350 participantes en el XXIII Congreso Mariológico Mariano Internacional y señaló la importancia del tema elegido para sus trabajos: "La mariología a partir del Concilio Vaticano II. Recepción, balance y perspectivas", ya que nos preparamos para recordar y celebrar el 50 aniversario del comienzo de la gran cumbre, que se inauguró el 11 de octubre de 1962.

Fecha elegida por el Beato Juan XXIII por ser – el 11 de octubre – el día en que el Concilio de Éfeso proclamó a María «Theotokos», Madre de Dios, hizo hincapié Benedicto XVI, subrayando el evento especial que él mismo ha convocado:

«Como saben, el próximo 11 de octubre, para conmemorar ese acontecimiento extraordinario, se abrirá solemnemente el Año de la fe, que he querido proclamar con el Motu Proprio Porta fidei, en el que, presentando a María como modelo ejemplar de fe, invoco Su protección especial y su intercesión sobre el camino de la Iglesia, encomendando a Ella, dichosa porque ha creído, este tiempo de gracia. También hoy, queridos hermanos y hermanas, la Iglesia se alegra en la celebración litúrgica de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, la Toda Santa, aurora de nuestra salvación.

Evocando una homilía de San Andrés de Creta - que vivió en los siglos VII y VIII – el Papa puso de relieve el significado de la fiesta de la Natividad de María, tesela preciosa del extraordinario mosaico que es el plan divino de la salvación de la humanidad:

«El misterio de Dios que se hace hombre y la deificación del hombre, asumido por el Verbo, representan la suma de los bienes que Cristo nos ha donado, la revelación del plan divino y la derrota de toda presuntuosa autosuficiencia humana. La venida de Dios entre los hombres, como una luz brillante y la realidad divina claramente visible, es el don de la salvación tan grande y maravilloso que nos fue dado. La celebración de hoy honra la Natividad de la Madre de Dios, pero su verdadero significado es el objetivo de este evento, que es la encarnación del Verbo. En efecto, María nació, y creció para ser la Madre del Rey de los siglos, de Dios» (Sermón I: PG 97, 806-807).

Este testimonio, importante y antiguo, nos lleva al corazón de las reflexiones y que el Concilio Vaticano II quiso destacar en el título del Capítulo VIII de la Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium: «La Santísima Virgen María Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia». Éste es el "nexo Mysteriorum," la íntima conexión entre los misterios de la fe cristiana, que el Concilio identificó como horizonte para entender los elementos individuales y las diversas afirmaciones del patrimonio de la fe católica, dijo también el Papa, contando luego su vivencia personal:

En el Concilio, en el que participé como joven teólogo en calidad de experto, tuve la oportunidad de ver las diferentes maneras de tratar las cuestiones acerca de la figura y el papel de la Santísima Virgen María en la historia de la salvación.

Tras alentar a perseverar en el magisterio conciliar, afianzados en la Madre de Dios, en la figura de María a la luz de la Palabra, de los textos de la tradición patrística y litúrgica, así como de la más amplia reflexión teológica y espiritual, en el camino de la verdad, de la pulcritud y del amor de la Virgen, con su fe cristalina e inquebrantable, Benedicto XVI recordó que «María, cuya fe se ha subrayado anteriormente, se incluye en el misterio de amor y de comunión de la Santísima Trinidad, y que su cooperación en el plan divino de la salvación y en la única mediación de Cristo se expresa claramente y se coloca en la perspectiva adecuada, por lo que es un modelo y un punto de referencia para la Iglesia, que en Ella se reconoce a sí misma, su vocación y su misión»:

«Por esta razón, en la Exhortación Apostólica Verbum Domini, he dirigido una invitación a proseguir por la senda dictada por el Concilio, invitación que dirijo cordialmente a ustedes, queridos amigos y estudiosos. Ofrezcan su contribución competente de reflexión y propuesta pastoral, para asegurar que el inminente Año de la Fe pueda ser para todos los creyentes en Cristo, un verdadero momento de gracia, en el que la fe de María nos preceda y acompañe como faro luminoso y como modelo de plenitud y de madurez cristiana, a quien mirar con confianza y de la cual poder tomar el entusiasmo y la alegría, para vivir con un compromiso cada vez mayor y con coherencia nuestra vocación de hijos de Dios, hermanos en Cristo, miembros vivos de su Cuerpo que es la Iglesia. Encomiendo a todos ustedes y su trabajo de investigación a la protección maternal de María, y les imparto una especial bendición apostólica.
(CdM – RV)