Lecturas del Jueves, Vigésima Tercera Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Jue, 2012-09-13

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 8, lb-7. 11-13

Hermanos:
El conocimiento engríe, lo constructivo es el amor. Quien se figura haber terminado de conocer algo, aún no ha empezado a conocer como es debido. En cambio, al que ama a Dios, Dios lo reconoce. Vengamos a eso de comer de lo sacrificado. Sabemos que en el mundo real un ídolo no es nada, y que Dios no hay más que uno; pues, aunque hay los llamados dioses en el cielo y en la tierra -y son numerosos los dioses y numerosos los señores-, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede el universo y a quien estamos destinados nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe el universo y por quien existimos nosotros. Sin embargo, no todos tienen ese conocimiento: algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace poco, comen pensando que la carne está consagrada al !dolo y, como su conciencia está insegura, se mancha. Así, tu conocimiento llevará al desastre al inseguro, a un hermano por quien Cristo murió. Al pecar de esa manera contra los hermanos, turbando su conciencia insegura, pecáis contra Cristo. Por eso, si por cuestión de alimento peligra un hermano mío, nunca volveré a comer carne, para no ponerlo en peligro.

Sal 138 R. Guíame, Señor, por el camino eterno.

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R.
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras. R.
Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 27-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados;dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

II. Compartimos la Palabra

Aunque el ídolo no sea nadie…

Para San Pablo, como buen seguidor de Jesús, lo primero y principal es el amor. El amor debe ser el motor de toda nuestra actividad y la meta hacia donde deben tender todas nuestras acciones. No es que la inteligencia y el conocimiento sean contarios al amor, sino que todo, también la inteligencia y el conocimiento, deben de estar al servicio del amor, a ayudarnos a amar más a Dios y a nuestros hermanos. Sentado este principio, lo aplica a un caso que se daba en la iglesia primitiva, donde había conversos cristianos que venían de la idolatría y seguían pensando que comer carne sacrificada a los ídolos era pecado… aunque para una conciencia cristiana bien formada no es pecado porque los ídolos “son nada”. Por la debilidad de esos cristianos, apelando al amor, “si por cuestión de alimento peligra un hermano mío, nunca volveré a comer carne, para no ponerlo en peligro”. Lo dicho, el amor debe regir toda nuestra vida.

“Amad a vuestros enemigos”

Ahora, en el evangelio, es el mismo Jesús el que siguiendo su principio del “amor lo primero” lo aplica a la relación de un seguidor suyo con los enemigos, y a otras situaciones límites. ¿Qué hacer ante un enemigo, es decir, ante alguien que busca nuestro mal? También aquí debe prevalecer el amor. “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian”. Hay dos razones para ello. La que explicita Jesús en este pasaje es que ese es el comportamiento de Dios, que es “bueno con los malvados y desagradecidos” y compasivo con todos sus hijos, incluso con “sus enemigos”. Y debemos tener el mismo comportamiento de Dios, como hijos suyos que somos. La otra razón, diseminada por todo el evangelio, es la ya dicha: nada, nunca, ni un agravio fuerte, ni una traición, ni una venganza, ni… nada nos debe apartar del amor. Hemos de responder con amor ante el mal, el odio… porque quien devuelve mal por mal, y deja que el mal en sus diversas vertientes anide en su corazón, está perdido. No pude ser feliz, no puede habitar en él la alegría, porque nuestro corazón está hecho para amar y… por supuesto, no se porta como un hijo de Dios.

San Juan Crisóstomo (349-407), obispo de Constantinopla. Gran predicador por lo que mereció el apelativo de Crisóstomo, es decir, “boca de oro”. He aquí un pasaje de una de sus vigorosas homilías: “Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una telaraña… éste es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro”.

Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)