San Francisco De Borja

Date: 
Domingo, Octubre 3, 2021
Clase: 
Santo

De gran duque a gran santo

Francisco de Borja (1510-1572) , hombre noble, sabio y santo, fue duque de Gandía, y perteneció a la descendencia de los Borja, familia a la que pertenecieron también los papas Calixto III y Alejandro VI. Y, además, fue insigne jesuita.

Antes de consagrarse a Dios en la vida religiosa ejerció como grande y querido cortesano ante Carlos V y la emperatriz Isabel, persona de su confianza.

Muerta la emperatriz, ejerció como virrey de Cataluña.

Al morir la emperatriz Isabel, a la que servía con devoción y afecto, el dedo de Dios le llamó a profunda reflexión sobre el valor de la vida; y al morir su propia esposa, Leonor de Castro, en plena juventud, ese mismo dedo de Dios le presionó tan fuertemente que optó por abandonar la vida del mundo con sus vanidades y dedicarse sólo a Dios en la Compañía de Jesús.

Incorporado en cuerpo y alma a la obra de san Ignacio de Loyola, fue tan bien acogido y estimado, que ocupó muy acertadamente el cargo de Superior General de la ‘Compañía de Jesús’ durante siete años.

¡He ahí un hombre realmente noble! Como persona, aristócrata, gobernante, consejero, asceta, siervo e hijo de Dios. Si él fue santo, ¿No podríamos serlo también nosotros?

ORACIÓN:

Señor y Dios nuestro; tú nos mandas valorar los bienes de este mundo apreciándolos según tu ley y voluntad; al celebrar la fiesta de san Francisco de Borja, enseñanos a comprender, como él lo hizo, que nada hay en el mundo comparable al gozo de gastar la vida en tu servicio y en el de los hermanos. Amén.

Voz de Dios en la palabra

Lectura de la carta de san Pablo a los filipenses 3, 7-14:

“Hermanos: lo que para mí era ganancia, por Cristo lo he estimado como pérdida. Más todavía: todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.

Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía –la de la ley- sino con la que viene de la fe en Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe...

No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo... Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome a lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba me llama en Cristo Jesús”.

Subrayemos en este texto, elegido intencionadamente para este día, la medida que emplea Pablo para valorar las cosas de este mundo, comparándolas con los dones de Dios y con el feliz cumplimiento de nuestra esperanza. Vale la pena dejarlo todo para vivir en Cristo.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14:

“En aquel tiempo dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos, y despreciaban a los demás: dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro publicano.

El fariseo, erguido, oraba así: ¡oh Dios!, te doy gracias porque yo no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros...

El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡oh Dios!, ten compasión de este pecador.

Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se ensalza será humillado y todo el que se humilla será enaltecido”.

El hombre noble, según el espíritu, da signos de serlo cuando trabaja, ora, sirve, estudia, sufre, ama... Y como una parte del hombre noble es el reconocimiento de sus debilidades y miserias ineludibles, el arrepentimiento y la súplica de perdón-amor son portal de entrada en la intimidad de Dios Padre.

Momento de reflexión

Por Cristo lo dejé todo y todo lo estimo basura.

Las lecturas bíblicas han sido seleccionadas intencionadamente en este día, porque a través de ellas uno puede acercarse a la realidad de una vida ejemplar: la de san Francisco de Borja.

A imitación de Pablo, y dejándose cautivar por Cristo, quien poseía mucho en este mundo lo dejó todo para adquirir y mantener el tesoro del amor indivisible.

Valoremos lo que significa en el caso de san Francisco de Borja dejarlo todo:

Aureolado de nobleza, elige hacerse humanamente humilde y servidor. Adoctrinado por los desengaños de una vida fascinante, que pronto fue afeada por la muerte, prefiere el resplandor de la gracia de Dios y de la caridad que nunca es afeada ni por la muerte. Pero ¿cuánto es en verdad todo eso? Eso no se mide por cantidades sino cualidades del espíritu. Tanto es su valor.

¡Qué maravilla es para el hombre encontrarse de verdad con Cristo y tomar su cruz!

El que se humilla será enaltecido.

Francisco de Borja no se parecía en su vida de noble cortesano o de virrey al fariseo del Evangelio. No valdría ponerlos en paralelo.

Si algo tenía dentro de sí, era el espíritu que se goza humildemente en el tesoro hallado, Cristo.

Atengámonos, pues, a las últimas líneas del texto: la justificación, la santificación, la amistad con Dios se alcanzan por vías de sencillez y de humildad.

Con independencia del traje o servicio social, político o eclesial que se lleva a cabo, es en la intimidad más profunda de cada uno; en el silencio y sencillez del publicano que hay siempre dentro del hombre noble; en el encuentro sincero con Dios, donde está siempre nuestra ofrenda de gratitud a Dios por habernos llamado a gozar como hijos en familia de elegidos, amados, bienaventurados.

www.mercaba.org