Escrito por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Aunque el diccionario Larousse reduce la palabra fundamentalismo a un “movimiento religioso musulmán que preconiza la vuelta a la estricta observancia de las leyes del Corán”, hay muchos otros fundamentalismos religiosos, políticos y sociales, tan perniciosos unos como otros.
En Michoacán, en la llamada Nueva Jerusalén, desde hace años existe un movimiento de esta naturaleza. Allí no valen la Constitución nacional, el Concilio Vaticano II y las leyes de la Iglesia Católica. Sus dirigentes actuales, falsos obispos y sacerdotes, imponen estrictas normas para todo, hasta para vestir; no aceptan escuelas ni libros de texto oficiales, pues todo esto lo consideran cosa del demonio; no permiten que entren las autoridades civiles y religiosas legítimamente constituidas; tienen un control absoluto de lo que cada persona hace o deja de hacer. Desde hace muchos años, se declaró que no son reconocidos como católicos.
Hay comunidades que rechazan cualquier cambio, cualquier análisis de sus prácticas religiosas, cualquier propuesta para adecuarse al tiempo actual. Alegan costumbres que para ellos son intocables y que convierten en normas absolutas, no por fidelidad a la Biblia, sino por conservar una tradición, o por otros intereses. Algunos ritos y normas tienen su origen en el culto católico, interpretado a su manera. No permiten la disidencia y expulsan a quienes no asumen plenamente ese estilo de vida. Allí no valen las leyes del país, ni de la diócesis, sino las propias. Esto ha generado violencia y sufrimiento para quienes desean vivir en forma distinta, con otra religión y otras costumbres. Por más que les insistimos que toda persona es libre de profesar la religión que prefiera y que no debe haber expulsiones, no vale lo que les decimos; lo que cuenta es la decisión de su asamblea.
También hay laicistas fundamentalistas; tienen posturas ideológicas con las que están casados, y no siquiera admiten comparar nuestras legislaciones en materia religiosa, con lo que se practica desde hace tiempo en otros países, mucho menos permiten iniciativas de ley para adecuar nuestras leyes a los tratados internacionales ya firmados y ratificados por nuestro país.
CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI, en su encuentro con los periodistas en el avión que le llevó a Líbano, dijo: “El fundamentalismo es siempre una falsificación de la religión y va contra el sentido de la religión, que, en cambio, invita a difundir la paz de Dios en el mundo. Por tanto, el compromiso de la Iglesia y de las religiones es una purificación de estas tentaciones, iluminar las conciencias y hacer que cada uno tenga una imagen clara de Dios. Debemos respetarnos unos a los otros. Cada uno es imagen de Dios y debemos respetarnos recíprocamente. El mensaje fundamental de la religión debe estar contra la violencia, que es una falsificación como el fundamentalismo; debe ser la educación, la iluminación y la purificación de las conciencias, para favorecer el diálogo, la reconciliación y la paz.
Es necesario interrumpir las violencias y favorecer la posibilidad de que permanezcan todos juntos en el futuro. Es importante … hacer visible el respeto de las religiones unas hacia las otras, el respeto del hombre como criatura de Dios, el amor del prójimo como elemento fundamental para todas las religiones. Debemos influir en la opinión pública. Debemos invitar a los políticos a comprometerse realmente con todas las fuerzas y con todas las posibilidades, a trabajar con creatividad por la paz y contra la violencia. Todos debemos contribuir en un cierto sentido en un trabajo de exhortación, de educación, de purificación, muy necesario de nuestra parte. Son necesarios gestos de solidaridad, días de oración. La oración tiene un efecto, si se hace con confianza y fe” (14-IX-2012).
PROPUESTAS
Sigámonos educando para respetarnos unos a otros. Aprendamos a convivir como hermanos, en paz y armonía, siendo de religiones distintas y de opciones políticas contrarias. No basta la tolerancia, impuesta por la fuerza pública; es necesario abrir el corazón a los demás.
Obispo de San Cristóbal de Las Casas