Emergencia educativa: cambio de época y globalización

Escrito por Mons. Enrique Sánchez Martínez

Los obispos de México hemos publicado unas reflexiones y orientaciones sobre la educación en México “Educar para una nueva sociedad”. Es una invitación “a todos a participar con la mayor seriedad y prontitud en la respuesta a este gran desafío que a nivel mundial se reconoce como una emergencia educativa” (Cfr. p. 9).

Ya en otras ocasiones hemos hablado sobre la “emergencia educativa”. La Iglesia, “describe el tema de la emergencia educativa y las consecuencias de transmitir la fe y los valores a las nuevas generaciones; transmisión que en sociedades tradicionales como la nuestra, se daba por un hecho y que no se está produciendo: …ya no somos capaces de ofrecer a los jóvenes, a las nuevas generaciones, lo que es nuestro deber transmitirles. Nosotros estamos en deuda en relación a ellos también en lo que respecta a aquellos verdaderos valores que dan fundamento a la vida. Así termina descuidado y olvidado el objetivo esencial de la educación, que es la formación de la persona, para hacerla capaz de vivir en plenitud y de dar contribución al bien de la comunidad. Por ello crece… la demanda de una educación auténtica y el redescubrimiento de la necesidad de educadores que sean verdaderamente tales” (Cfr. p. 10).

México padece esta emergencia educativa. Los signos que describen esta realidad en México nos invitan a involucrarnos a todos. La tarea educativa es responsabilidad de todos.

Vivimos una realidad social compleja en la que hay signos positivos de esperanza y signos negativos. Al contemplar esta realidad como creyentes, la observamos con la mirada que nos da Jesucristo. Él nos lleva a “…leer los acontecimientos, por más dolorosos que sean, como signos de los tiempos; es decir, hechos significativos y esperanzadores que nos interpelan para vencer el mal con el bien. La presencia del resucitado en su Iglesia es garantía de triunfo sobre el mal, el pecado y la muerte” (Cfr. P. 19).

Vivimos un cambio de época y tiene un impacto a nivel global en todos los órdenes: tecnológicos, sociales, políticos, éticos, científicos, religiosos, ideológicos económicos, culturales, educativos, y modifica valores y comportamientos en todo el planeta, impactando en las tradiciones y en la identidad de los pueblos. Se dilata de manera exponencial a través del desarrollo de las tecnologías y los medios de comunicación, como es el internet. Si tomáramos altura los árboles no nos ocultarían el bosque y nos daríamos cuenta de que lo que estamos viviendo no es una suma de cambios sino un auténtico cambio de época, cambio de cultura, de especie. Una transformación mayúscula que, tarde o temprano, va afectando al conjunto de sociedades del planeta, porque ninguna puede ya vivir de espaldas al conjunto. Aunque cada una lo asuma desde su propia particularidad y reaccione y construya desde ella. Sin olvidar, tampoco, que en un mismo territorio pueden estar conviviendo, de forma entrelazada, realidades culturales bien distintas.

El nivel más profundo del cambio de época es el cultural. La cultura, por naturaleza se comunica, se crea y se recrea a través de la educación. Hoy debemos preguntarnos acerca de estos cambios culturales profundos que vive México. Vivimos un período acelerado de cambios.

El cambio de época lleva consigo una fuerza transformadora que impacta en las más profundas dimensiones de la vida cotidiana de las personas y de las comunidades. “La novedad de estos cambios, a diferencia de los ocurridos en otras épocas, es que tienen un alcance global que, son diferencias y matices, afectan al mundo entero. Habitualmente, se los caracteriza como el fenómeno de la globalización” (Cfr. Aparecida 34). La historia se ha acelerado y los cambios se vuelven vertiginosos, puesto que comunican con gran velocidad a todos los rincones del planeta.

“Esta nueva escala mundial del fenómeno humano trae consecuencias en todos los ámbitos de la vida social, impactando la cultura, la economía, la política, las ciencias, la educación, el deporte, las artes y también, naturalmente, la religión. Como pastores de la Iglesia, nos interesa cómo este fenómeno afecta la vida de nuestros pueblos y el sentido religioso y ético de nuestros hermanos que buscan infatigablemente el rostro de Dios” (Aparecida 35).

Durango, Dgo., 23 de Septiembre del 2012

+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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