Etimológicamente significa “aquél a quien Dios sonríe”. Viene de la lengua hebrea.
Jesús dice: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
He aquí a unos mártires del siglo XVII.
El grupo de santos festejados hoy constituyen una novedad en el calendario de la Iglesia.
Representa, por primera vez, un continente entero. Se trata de los mártires del Canadá.
Isaac Jogues y sus amigos eran sacerdotes jesuitas pertenecientes a la segunda generación de misioneros en las inexploradas tierras americanas.
Estaban en las fronteras entre el Canadá y los Estados Unidos dentro de unas inmensas selvas.
Su martirio tuvo lugar entre los años 1649 y 1642. Eran años inquietos y turbulentos en lo religioso y político en esas naciones.
Los indios habían iniciado su conversión al cristianismo, sobre todo la tribu de los Hurones.
Los misioneros, en una gran tarea de inculturación, supieron adaptarse a sus costumbres y mentalidad comprendiendo su debilidad y sus supersticiones.
Pero después de 1640, los Hurones fueron atacados duramente por los Hirochesis, más guerreros y más valientes.
Empezó una guerra de exterminio entre ambas tribus. Durante esta guerra fueron llevados a la muerte los ocho jesuitas franceses.
Les arrancaron el corazón por admiración más que por malas intenciones.