Arzobispo de esa ciudad (1216-1225); nació en Berg, alrededor de 1185; murió cerca de Schwelm, el 7 de Noviembre de 1225. Su padre fue Engelberto, Conde de Berg, su madre fue Margarita, hija del Conde de Gelderland. Estudió en el colegio catedral de Colonia y siendo aún un niño fue, según una mala costumbre de esa época, nombrado rector de las iglesias de San Jorge y San Severino en Colonia, y de la de Santa María en Aachen.
En 1199 fue elegido rector de la catedral de Colonia. Él llevaba una vida mundana y en el conflicto entre los Arzobispos Adolfo y Bruno, apoyó a su primo Adolfo, e hizo la guerra por él. En consecuencia, fue excomulgado por el Papa junto con su primo y depuesto en 1206. Luego de someterse, fue repuesto en 1208 y, como expiación por su pecado, se unió a la cruzada contra los Albigenses en 1212. El 29 de Febrero de 1216, el capítulo de la catedral lo eligió Arzobispo por votación unánime. Físicamente, él era alto y de buena presencia. Poseía una mente penetrante y un agudo discernimiento, siendo amable y condescendiente y amante de la justicia y la paz, pero también ambicioso y obstinado. Su sede arzobispal había soportado luchas severas, y tenido grandes sufrimientos, y él trabajó esforzadamente para reparar los daños y restaurar el orden. Asumió el cuidado de sus posesiones e ingresos y por ello se vio obligado a recurrir a las armas. Derrotó al Duque de Limburg y al Conde de Cleves, contra quienes defendió también al condado de Berg, que él había heredado en 1218, a la muerte de su hermano. Él refrenó a los impetuosos ciudadanos de Colonia, hizo ceder la terquedad de la nobleza, y levantó fortalezas para defender sus territorios. Ni siquiera defendía a las personas relacionadas con él, cuando eran culpables.
Así fue como se ganó la veneración universal de su gente e incrementó la cantidad de sus súbditos de año en año. Aunque exteriormente más tenía apariencia de rey que de obispo, por lo cual personas piadosas lo culpaban, él no descuidaba sus deberes con la iglesia, y más bien se esforzaba por mejorar la vida religiosa de su pueblo. Las órdenes mendicantes que habían sido fundadas poco antes de que él accediera a su función, se afincaron en Colonia durante su período, los Franciscanos en 1219, los Dominicos en 1221. Él tenía buena disposición hacia los monasterios e insistía que tuvieran una estricta observancia religiosa. Los asuntos eclesiásticos se regulaban en sínodos provinciales. Sin culpa en su propia vida, él era amigo del clero y un apoyo para los pobres.
En los asuntos del imperio, Engelberto ejerció una fuerte influencia. El Emperador Federico II, quien había tomado como residencia permanente a Sicilia, entregó Alemania a su hijo, Enrique VII, quien todavía era menor de edad, y en 1221 designó a Engelberto como tutor del rey y administrador del imperio. Cuando el joven rey cumplió doce años, fue coronado en Aachen, el 8 de Mayo de 122, por Engelberto, quien lo amaba como si fuera su propio hijo y le rendía honores como su soberano. Tomó a su cargo la educación del rey y gobernó el imperio en nombre de él, cuidando sobre todo de asegurar la paz dentro y fuera del reino. En la Dieta de Nordhausen (24 de Setiembre de 1223), firmó un importante tratado con Dinamarca; en la ruptura entre Inglaterra y Francia, tomó partido por Inglaterra y rompió relaciones con Francia. El poeta Walther von der Vogelweide lo alabó como “el Señor de los Soberanos”, y “Verdadero guardián del rey, vuestras grandiosas cualidades honran a nuestro emperador; canciller como nunca hubo otro”.
La devoción de Engelberto a su deber, y su obediencia al Papa y al emperador fueron eventualmente la causa de su ruina. Muchos nobles le temían y no le amaban, y él se vio obligado a rodearse de guardaespaldas. El mayor peligro provenía de sus parientes. Su primo, el conde Federico de Isenberg, el administrador secular de las monjas de Essen, había oprimido terriblemente a la abadía. Honorio III y el emperador instaron a Engelberto a proteger los derechos de las monjas. Federico quería anular al Arzobispo, y su esposa lo motivaba para asesinarlo. Inclusive se sospechaba que sus dos hermanos, los Obispos de Münster y Osnabrück, estaban involucrados en ese asunto. Engelberto recibió la advertencia, se encomendó a la Divina Providencia y, entre lágrimas, confesó toda su vida al Obispo de Minden. El 7 de Noviembre de 1225, mientras viajaba de Soest a Schwelm para consagrar una iglesia, fue atacado en una noche oscura por Federico y sus cómplices en un estrecho desfiladero, herido en el muslo, derribado de su caballo y asesinado.
Su cuerpo quedó cubierto por cuarenta y siete heridas. Fue colocado sobre un carro estercolero y traído a Colonia al cuarto día. El Rey Enrique lloró amargamente sobre los restos, put the murderer under the ban of the empire, and saw him broken on the wheel un año después en Colonia. Él murió contrito, habiendo reconocido y confesado su culpabilidad. Sus cómplices murieron también miserablemente poco tiempo después. Además, el crimen fue desastroso para el Imperio Germano, porque el joven rey había perdido a su mejor consejero y pronto halló un triste destino, para mal de su casa y su país.
Engelberto, con su martirio, compensó sus debilidades humanas. Su cuerpo fue colocado en la antigua catedral de Colonia, el 24 de Febrero de 1226, por el Cardenal Conrad von Urach, quien también lo declaró mártir; aunque no hubo una canonización formal. En 1618, el Arzobispo Ferdinand ordenó celebrar su fiesta el 7 de Noviembre y solemnemente elevó sus restos en 1622. En el martirologio se conmemora a Engelberto el 7 de Noviembre. En el lugar de su muerte se erigió un convento para monjas. Por disposición del sucesor de Engelberto, Enrique I, Cæsarius de Heisterbach, quien poseía información confiable y facilidad para escribir, escribió en 1226 la vida del santo en dos libros, agregando un tercero con sus milagros (Ver Surius, "Vitæ Sanctorum", 7 Nov.)
BÖHMER, Fontes rerum Germanicarum (Stuttgart, 1854), II, en el que se omite el tercer libro de la Vitæ; FICKER, Engelberto d. hl. Erzbischof (Colonia, 1853); WINKELMANN, Kaiser Friedr. II. In Jahrbücher d. deutsch. Gesch. (Leipzig, 1889), I.
GABRIEL MEIER
Transcrito por Theodore Rego
Traducido al español por Manuel Guevara