José Rafael Kalinowski, capitán del Estado Mayor del ejército del zar, ingeniero, arquitecto, ministro de guerra en la insurrección polaca contra el gobierno ruso en 1.863. Fue exiliado condenado a trabajos forzados en Siberia, donde permaneció durante diez años.
Rafael Kalinowski nació en Vilna (Lituania) y muere en Wadowice el 15 de noviembre de 1.907. Fue canonizado el 17 de noviembre de 1.991.
La figura de este Santo es de una densidad riquísima. Rafael Kalinowski es todo un hombre y un carácter emergido del drama de un espacio y un tiempo, tallado por el sufrimiento puro. Es un modelo para multitud de grupos y situaciones humanas, debido a las facetas de su personalidad.
Intelectual, políglota, conocedor de letras y ciencias, patriota con sentido cristiano. Profesor de la Academia de Ingenieros, técnico agrónomo, autor de proyectos de grandes obras públicas y militares.
Amigo fiel y sincero, pedagogo, contemplativo, religioso, sacerdote, restaurador de una provincia religiosa, fundador de conventos, investigador y escritor historiador y biógrafo consumado, maestro de espíritus.
Rafael fue hecho prisionero el 24 de marzo de 1.864 y deportado a Siberia. En esta situación Kalinowski se yergue con una grandeza moral impresionante. En Siberia lee, medita, ora, enseña, ayuda, consuela, sufre con todos y por todos. Ya para el año de 1.868 se le modera y suaviza el exilio. Y todo lo vivido cristaliza en una vocación sacerdotal y religiosa, en la que ya había pensado antes de su arresto.
Entra al Carmelo en 1.877 teniendo ya 42 años y adopta el nombre de religión de Rafael de San José. Su vida religiosa está plenamente abierta a los demás, en una caridad sacerdotal heroica. Su pasión por la Iglesia se manifiesta en su ser ecuménico.
La palabra clave en su vida: María, en el estilo de su vida interior y concepción de la vida religiosa a imitación de María, contemplativa y apóstol de la Palabra.
Influyó con su vida y sus actividades, de modo importante en el renacimiento de la vida cristiana en Polonia. Para Kalinowski, el verdadero amor está en obrar según la voluntad de Dios. Y esto asumido desde su lema de vida: “María siempre en todo”.
Su mensaje, desde un adentrarse a la realidad, es asumir con fuerza y disposición de ánimo lo que se nos presenta, con la certeza de que Dios, nos da y nos dará sus dones para enfrentarlo.