Escrito por Mons. Enrique Díaz Díaz
Daniel 7, 13-14: “Su poder es eterno”
Salmo 92: “Señor, tú eres nuestro rey”
Apocalipsis 1, 5-8: “El soberano de los reyes de la tierra ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre”
San Juan 18, 33-37: “Tú lo has dicho. Soy rey”
En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de lo judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí.”
Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. (Jn 18, 33-37).
Luchas de poder
Han pasado las elecciones, sin embargo Chiapas sigue hecho un polvorín por los problemas postelectorales: las tomas de presidencias, los bloqueos de caminos y carreteras, las revanchas partidistas, las zancadillas y las venganzas, no permiten una sana convivencia ni un ejercicio recto del poder. “Cuando la ambición por el poder invade el corazón, ciega nuestros ojos y no permite tomar las mejores decisiones. Todo fue un cochinero: la elección de los candidatos, las descalificaciones de personas, las amenazas, los condicionamientos de votos…” Son los comentarios que escuchamos con más frecuencia y en algunos municipios se siente el vacío de autoridad. Me comentan: “Cada quien hace lo que le viene en gana y cada grupo, se autoproclame vencedor o despojado, busca los mecanismos para ejercer presiones y alcanzar sus objetivos. No se busca el bien de los pueblos, sino demostrar la fuerza y conseguir sus caprichos. No se busca el puesto para servir, sino para aprovecharse y servirse con la cuchara grande”
Fiesta de Cristo Rey
En este ambiente de tomas de posesión, de nuevas autoridades, de inseguridad y conflictos, de bandas criminales que luchan por el control de las regiones, llegamos al final del año litúrgico que precisamente este domingo concluye. Curiosamente se concluye con una fiesta, la fiesta de “Cristo Rey”, como para poner el contraste fuerte en lo que es un “verdadero rey” y la caricaturas de autoridades y reyes que pretenden con fuerza gobernar mirando primeramente sus beneficios. Esta fiesta quisiera colocar a Jesucristo en lo más alto de nuestras vidas, como el más importante, no porque queramos “entronizarlo” con poder y esplendor, sino porque para nosotros es el referente de persona que lucha por la justicia, la reconciliación y la paz. Así es “nuestro Jesús”, y en eso es el rey. Jesús es Rey porque predica e inaugura el reino de Dios, porque se Jesús se hace igual a cada hombre, porque sirve y se entrega sin condiciones. Jesús es rey porque sana a los enfermos y da vida a los muertos. Jesús es rey porque ha venido a traer vida y vida en abundancia. Jesús reina desde la cruz, desde la pobreza, desde el despojo, desde el no-poder, desde la identificación con los pobres, los niños y los esclavos. Jesús es rey porque proclama e inaugura el reino de Dios, pero un reino que no se identifica ni con la monarquía, ni con el templo, ni con la ley, sino con la vida del pueblo pobre. El poder de Jesús Rey es un poder liberador de los pobres y oprimidos. Jesús reina con el poder de su Palabra y con el poder del Espíritu.
Un rey, testigo de la verdad
En contraposición de “los reyes del mundo” las lecturas de este día nos dibujan otra imagen de rey. Ya el profeta Daniel tiene que luchar con las imágenes poderosas de los reyes que sometían con injusticias y opresiones a las naciones vecinas y al pueblo israelita, y nos presenta una imagen de Hijo de hombre que Jesús muchas veces asumirá como propia. Un Hijo de hombre que es investido de poder, de gloria y cuyo reino nunca pasará. Nosotros, los cristianos, siempre hemos querido ver a Jesús de Nazaret como encarnación de este “hijo del hombre”. Creemos y queremos que Cristo reine en este sentido, que libre a este mundo nuestro de tantos enemigos que se empeñan en destruir la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor y la paz. Queremos que todos los pueblos y naciones respeten la verdad, esa verdad de la que Cristo se declara rey y testigo. Los cristianos debemos ser seguidores de Cristo, continuadores de su mensaje, por eso debemos defender la verdad por encima de todas las conveniencias y mentiras, de las apariencias y las medias verdades. No queremos una verdad chapucera y acomodaticia, hecha a la medida de nuestros intereses políticos y económicos; queremos la verdad de Cristo, la verdad que Cristo predicó en su evangelio, la verdad del amor y del servicio, de la vida, de la justicia y de la paz.
Mi reino no es de este mundo
¿Cristo aceptó que se le llamara rey? Lo encontramos en varios pasajes escabulléndose de las multitudes que querían proclamarlo rey, critica fuertemente a los poderosos que gobiernan y explotan a sus súbditos e invita a sus discípulos a la verdadera grandeza: “el que quiera ser grande que se convierta en servidor de todos como el Hijo del hombre que no ha venido a ser servido sino a servir”. Y es curioso que ahora frente a Pilato Jesús acepte este título: cuando aparece coronado de espinas, cuando es abofeteado, cuando ha recibido insultos, es cuando ha aceptado este título. Pero con una precisión: “Soy rey. Mi reino no es de este mundo… Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad”. Ni opresión, ni avasallamiento, ni despotismo, ni mentira, caben en el reino de Jesús. Nos cambia todas las imágenes de reyes que conocemos. Quizás también nosotros deberíamos cambiar nuestra forma de vivir su reinado. Para nosotros, proclamar a Cristo como Rey deberá ser vivir diariamente los valores de su reinado. Él quiere ser proclamado con la humildad de nuestro servicio a la vida, con la efectividad de nuestro compromiso con los más pobres, con la confesión de nuestro testimonio personal y comunitario en los ambientes donde se desarrolla nuestra vida diaria, en nuestras familias, en nuestros trabajos, entre nuestros amigos, en la política. ¿Fuera de este mundo? Jesús proclama que su reinado no es de este mundo, no en el sentido que sea un reinado solamente espiritual, sino que no asume los valores y principios mundanos como insistentemente nos machaca San Juan en todo su evangelio. Su reino debe hacerse presente en este mundo pero no con los valores mundanos que tanto destruyen la dignidad de las personas y la convivencia de las comunidades. Su reino debe hacerse presente y concreto en medio de nosotros.
¿Constructores del Reino?
Quizás quienes nos decimos sus discípulos en este día mientras aclamamos y proclamamos: “Viva, Cristo Rey” tendremos que mirar a nuestro interior si estamos buscando los valores del reino y vivimos en coherencia con lo que proclama y vive Jesús. No podremos decirnos sus seguidores mientras campean en medio de nosotros las desigualdades, la mentira, la corrupción, el servilismo y la prepotencia. La miseria, el hambre, las desigualdades, las discriminaciones, contradicen el Reino de Jesús. El verdadero discípulo, al igual que Jesús, dejará enternecer su corazón, se unirá al que vive en el dolor y se comprometerá en serio en la construcción de un “reino mejor”. La oración, la mirada atenta a las necesidades y el servicio fraternal, serán las señales de un discípulo de este Rey que quiere construir su reinado de justicia y de paz. ¿Qué estamos haciendo? ¿A qué nos compromete nuestro seguimiento de Cristo Rey?
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del universo, haz que toda creatura, liberada de la esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Amén.
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de las Casas