Escrito por Mons. Fernando Mario Chávez Ruvalcaba
Homilía XXXIV Domingo, Solemnidad de Cristo Rey, Ciclo B
1.- INTRODUCCIÓN
Con este Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario Ciclo B, se cierra este Ciclo de nuestra Liturgia. En los tres Ciclos A, B y C, la Solemnidad de Cristo, Rey del Universo, hace culminar nuestras celebraciones eucarísticas dominicales, señalando así la importancia de la capitalidad de Cristo en la historia humana y del mundo con la apertura al dominio real que El tiene con su Reino que ciertamente no es de este mundo, aunque comience aquí para llegar a su esplendor en la vida eterna.
Hoy queremos reflexionar acerca de la realeza de Cristo al servicio de la verdad en su fase terrena, sí, pero camino abierto a la realeza de Jesús en el cielo, en donde reina para siempre en compañía de los que humildemente y con verdad se declaran súbitos para proclamar con palabras, pensamientos y obras la realeza evangélica de su Reino.
2.- JESUCRISTO ES REY AL SERVICIO DE LA VERDAD.
En el Evangelio de hoy tomado de San Juan, cuando Pilato pregunta a Jesús si es Rey, éste le contesta: “Tú lo has dicho. Soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
Los hombres se debaten entre el error y la verdad. Siempre ha sido así. El error y la mentira son fruto del egoísmo y las tinieblas del pecado. En oposición contradictoria está la verdad que brilla como el sol, al iluminar las conciencias y la inteligencia de los hombres, hechos a imagen y semejanza de Dios. La verdad hace libre a los hombres, los llena de paz y gozo. En cambio la mentira y el error, engendran malestar, inseguridad y angustias mortales. La verdad, según Cristo, nos hace libres y capaces de obrar el bien aunado a la justicia y a la fraternidad.
La verdad en nuestros juicios como actos de nuestras inteligencias, se describe como la conformidad de ellos con la realidad percibida. Los hombre por ignorancia, prejuicios, ideologías absurdas y falsas, por ofuscación que nace del orgullo y la soberbia, quieren hacerse ilusiones de confundir la verdad con el error y la mentira...y viceversa. Por ventajas meramente personales y por arbitrariedad, sobre todo cuando se tiene el poder y el dinero, cuando se puede manipular a los demás haciéndolos esclavos con fines egoístas y comodidades individualistas, es cuando desgraciadamente imperan las tinieblas del pecado, el error y la mentira. La verdad insoslayable a la postre brilla haciendo sucumbir esas tinieblas.
Cristo, como verdadero Dios y verdadero hombre ha venido a este mundo para salvarnos de todo pecado y mentira para hacernos libres con su gracia, verdad y amor.
3.- LOS CRISTIANOS UNIDOS A CRISTO, DEBEMOS SIEMPRE PROCLAMAR LA VERDAD DEL REINO DE DIOS.
Porque Cristo es Rey y su Reino no se confunde con los reinos civiles, económicos y de poder temporal. Porque siendo Salvador y Redentor del género humano nos incorpora por el bautismo y demás sacramentos a su Reino que se instaura aquí en la tierra en medio de retos, desafíos y obstáculos como son el pecado y las insidias del Demonio, padre del error y la mentira que confunden y ofuscan; los cristianos debemos ser también “testigos de la verdad” que brilla en Cristo resucitado, esperanza luminosa y hacia la transcendencia del Reino divino en la plenitud de su realización en el más allá de la eternidad.
Debemos ser promotores de la verdad siempre y en todas las circunstancias de nuestras vidas, pero sin triunfalismos, ni privilegios, pues la realeza de Cristo es el servicio a la verdad por parte de quien es el testigo fiel, el alfa y la omega, el principio y el fin de todo lo creado.
4.- CONCLUSIÓN.
“Hoy te alabamos, Padre, porque en la Resurrección
de tu Hijo, Cristo Jesús, lo constituiste Rey y Señor Universal
de todo lo creado con un poder y un reino eternos que no cesarán.
Gracias también, porque, a su vez, Cristo ha hecho de nosotros,
los bautizados en El, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
Haz, Señor, que venga tu Reino al mundo de los hombres,
y danos la fuerza de tu Espíritu para mantener irrevocable
nuestra entrega personal a la construcción de tu reinado
en nuestro mundo: tu Reino de verdad y de vida,
tu Reino de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz.
Así, mereceremos alcanzar de ti el Reino Eterno con Cristo. Amén.”
Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, a 25 de noviembre de 2012.
Obispo Emérito de Zacatecas