Santa Catalina de Alejandria

Date: 
Jueves, Noviembre 25, 2021
Clase: 
Santa

DESDE el siglo X o aun antes, se venera mucho en el oriente a Santa Catalina de Alejandría. Sin embargo, desde la época de las Cruzadas hasta el siglo XVIII, la santa fue todavía más popular en occidente. En efecto, se le dedicaron numerosas iglesias y se celebraba su fiesta con gran solemnidad; se la incluyó en el número de los Catorce Santos Protectores y se la veneró como patrona de las estudiantes, de los filósofos, de los predi- cadores, de los apologistas, de los molineros, etc. Adán de San Víctor escribió un poema en su honor. Su voz fue una de las que oyó Santa Juana de Arco. Bossuet le dedicó uno de sus más célebres panegíricos. A pesar de todo, no sabemos con certeza absolutamente nada sobre la vida de la santa.

Según sus "actas", que carecen de valor, pertenecía a una noble familia de Alejandría. En el curso de sus profundos estudios, Catalina conoció el cris- tianismo y se convirtió a él gracias a una aparición de la Virgen y el Niño Jesús. Cuando estalló la persecución de Majencio, Catalina, que sólo tenía dieciocho años y era extraordinariamente bella, se presentó ante él y le echó en cara su tiranía. Majencio, no pudo contestar a sus argumentos contra los dioses y reunió a cincuenta filósofos para que los rebatiesen. Los filósofos se convirtieron a la fe, vencidos p o r la sabiduría d e Catalina y fueron condenados por el emperador a perecer en la hoguera. En seguida, Majencio trató de con- vencer a la santa con halagos y le ofreció casarla con un príncipe. Catalina se rehusó indignada, por lo cual fue golpeada y encarcelada. Majencio partió a inspeccionar un campo militar. A su regreso, se enteró de que su esposa y un cortesano habían ido, por curiosidad, a visitar a Catalina y se habían con- vertido, junto con 200 soldados de la guardia. El emperador los mandó matar, y condenó a Catalina a morir en una rueda erizada de puntas afiladas, (de ahí procede el nombre de la "rueda de Santa Catalina"). Pero, no bien pusieron los guardias a Catalina sobre la rueda, se desataron milagrosamente sus ata- duras, la rueda se rompió, y las puntas de hierro volaron por el aire y mataron a muchos de los presentes. Entonces la santa fue decapitada: de su cuello brotó un líquido blanco como la leche. Existen ciertas variantes de la leyenda, tales como la conversión de Catalina en Armenia y los detalles que inventaron los chipriotas en la Edad Media para probar que la santa había vivido en Chipre.

Todos los textos de las "actas" afirman que los ángeles trasladaron su cuerpo al Sinaí, donde más tarde se construyó una iglesia y un monasterio; pero el caso es que los primeros peregrinos que fueron al Sinaí no sabían nada sobre esa leyenda. El año 527, el emperador Justiniano construyó un monas- terio fortificado para los ermitaños del Sinaí. Según se dice, allá fueron tras- ladadas las presuntas reliquias de Santa Catalina en el siglo VIII o en el IX.

Actualmente, el gran monasterio del Sinaí, tan famoso en una época, no es más que una sombra de lo que fue, pero todavía conserva las supuestas reli- quias de Santa Catalina, bajo el cuidado de los monjes de la Iglesia ortodoxa de oriente. Alban Butler cita las siguientes palabras del arzobispo Falconio de Santa Severina: "El significado de la expresión de que los ángeles trasladaron el cuerpo de la Santa al Sinaí, es que los monjes lo llevaron a su monasterio para enriquecerlo devotamente con tan preciosa reliquia. Como es bien sabido, en cierta época, el hábito religioso se designaba con el nombre de 'hábito angé- lico' y se llamaba a los monjes 'ángeles' por su pureza celestial y sus funciones," Las expresiones "Vida angelical" y "Hábito angélico" se usan todavía con fre- cuencia en la vida religiosa del oriente.

Alban Butler comenta en otra parte: "El sexo femenino no es menos apto que el masculino para las ciencias sublimes, ni se distingue menos por la vi- vacidad de su genio." Todavía en la actualidad se considera a Santa Catalina como patrona de los filósofos cristianos, por razón de su erudición.

Butler Alban - Vida de los Santos