Escrito por Mons. José Luis Chávez Botello
Ante faltas graves que cometemos y enfermedades que padecemos, es fundamental reconocer nuestros errores y atender la enfermedad para recobrar la salud física personal, de la familia y de la misma sociedad. Una persona que no reconoce su enfermedad grave sino que la oculta y pone pretextos para no acudir al médico, no solo se engaña a sí misma sino que acelera su muerte; una sola célula infectada puede contagiar rápidamente a las demás y llevar a una enfermedad mortal. Los errores y faltas graves de ciudadanos y de grupos sociales siempre dañan a todo el cuerpo social y, si no se atienden adecuadamente y a tiempo, pueden llevar a toda la sociedad a un deterioro grave y a daños irreparables.
Ante la emergencia de una intervención quirúrgica, el médico responsable convoca a otros médicos con diferentes especialidades y, después de valorar y solicitar la colaboración de algunos, realiza pronto la intervención; cuántas vidas se ha salvado así. Nuestra sociedad no solo presenta posibles síntomas de una enfermedad, son ya manifestaciones y daños patentes que nos están dañando gravemente a todos; no se ha atendido adecuadamente ni a tiempo la corrupción, la ambición de intereses de grupos, la inseguridad, la impunidad, la falta de empleo, el mismo quehacer político y la educación.
En la vida todos necesitamos aprender a reconocer nuestros errores y faltas graves cometidas; es una tarea indispensable para poder sanar desde dentro y superarnos como personas y como sociedad; reconocer los errores y faltas graves comporta cambiar la manera de actuar, de relacionarse con los demás y, si es el caso, pedir dispensa dispuestos a reparar el daño cometido. Una enfermedad grave no se cura con una aspirina; tampoco los graves problemas sociales terminan con ignorarlos, ocultarlos o sin tocar sus causas; así solo agrandan los problemas y se acrecienta el mal.
Ante una enfermedad o un problema grave, los papás reúnen a los familiares para exponer la gravedad de la situación y el futuro previsible si no se atiende, recogen las sugerencias y, con el apoyo de todos, toman la decisión más adecuada; cuántas enfermedades y problemas graves se han atendido y solucionado bien así. Reconocer y atender así los errores y faltas graves en la familia y en la sociedad no solo es el paso para solucionar una situación o problema grave, es también una manera de fortalecer la unidad, el sentido de pertenencia, la corresponsabilidad y el ánimo por vivir mejor.
Los rezagos y situaciones graves que viene padeciendo Oaxaca especialmente desde hace décadas, aunado a los hechos recientes de las últimas semanas y días, han causado un gravísimo malestar social que nos exige a todos reconocer nuestros errores y enderezar el camino de nuestra sociedad; se trata ya de una verdadera emergencia social. No podemos ni debemos continuar con acciones y posturas que trastoquen el orden público y la paz que merece y necesita nuestra sociedad; la justicia debe siempre aplicarse apoyada en la verdad y en la trasparencia para asegurar la integridad de la dignidad humana y el bien de la sociedad; la legalidad no admite componendas de ninguna índole porque donde se propicia la impunidad y la ilegalidad no hay justicia para todos, se cae en la ley del más fuerte, en corrupción y en la anarquía.
Ante esta emergencia ¿No sería el caso para que el gobierno convoque con verdadera representatividad a empresarios, autoridades competentes, profesionistas, líderes sociales, personas con autoridad moral de los diferentes sectores del Estado que sí quieren el bien de Oaxaca para discernir y diseñar de común acuerdo una ruta que nos lleve realmente a la convivencia pacífica, a una vida más justa y humana?. Esto comporta generar las condiciones para la solución justa, digna y estable de las diferencias que generan conflictos; comporta una revisión a fondo, hechos que levanten la confianza de todos y estimulen la participación responsable que ponga al servicio del bien común las cualidades, experiencia y conocimientos con los que cuenta toda persona. No permitamos que escale la violencia ni el deterioro social.
Ante esta emergencia social, todos estamos exigidos a participar con responsabilidad desde nuestra situación concreta. ¡En nombre de Dios, reconozcamos nuestros errores y mostrémoslo con hechos!; los cristianos, por el mandamiento del amor, tenemos una exigencia extra de colaborar por el bien común; es la proyección social de la fe.
Los obispos de México desde la fe y nuestra misión, como muestra de fidelidad a Jesucristo y de nuestro compromiso de servir a la patria, en nuestros últimos documentos hemos ofrecido a todos orientaciones para afrontar de manera responsable y constructiva situaciones de conflicto y emergencias: Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna en el 2010; con motivo del bicentenario de nuestra independencia: Conmemorar nuestra historia desde la fe para comprometernos hoy con nuestra patria en mismo 2010; ante la emergencia educativa: Educar para una nueva sociedad en este año de 2012.
Con mi saludo y bendición para todos.
Arzobispo de Antequera Oaxaca